East London o la cuna del antiaburrimiento
Caminar por East London es dejarse llevar por una alegría arrebatadora e ingenua que nos traslada a un espacio en el que todo es posible, desde bares dónde tomarse un té rodeados -exactamente- de doce gatos repeinados, hasta una cafetería en la que sólo -y digo sólo- sirven cereales con leche.
Caminar por el East London es dejarse llevar por una alegría arrebatadora e ingenua que nos traslada a un espacio en el que todo es posible, desde bares exclusivos dónde tomarse un té rodeados de -exactamente- doce gatos repeinados (Lady Dinah's Cat Emporium) hasta una cafetería en la que sólo -y digo sólo- sirven cereales con leche. Es Cereal Killer y lleva abierta en Brick Lane poco más de seis meses.
Pero la cosa no termina ahí, sigues caminando y descubres una pantalla de cine en lo alto de un edificio de oficinas de la City rodeado de rascacielos mucho más altos. En la acera de Curtain Road escuchas hablar a una pareja que porta unas mantas azules, sobre cuyos cuellos dejan caer unos auriculares inalámbricos del mismo color.
Cereal Killer en Brick Lane. Foto: RGS.
Pero ni es una sala de cine al uso ni un centro cultural, sino el club nocturno Queen of Hoxton, en cuya azotea, y gracias a la iniciativa The Rooftop Cinema, han montado un pequeño improvisado cine de verano.
El paseo continúa y, dejando atrás el Boxpark -o cómo crear un centro comercial a base de containers-, suena un ukelele, un tambor y una pandereta. Se trata de un concierto improvisado en lo que de lunes a viernes es un parking público, pero algunos sábados se transforma en el Urban Food Fest, o lo que es lo mismo, puestos de comida ecológica, americana, hindú, italiana, todo ello regado con cervezas artesanales de la fábrica local Truman Brewery. Y música, mucha música.
The Rooftop Cinema en Queen of Hoxton. Foto: RGS.
Te dejas llevar por calles como Redchurch Street, ya famosa por albergar la tienda de la marca ochentera Boy (realmente llamada Sick), cuyo propietario, Stephane Raynor, @creatorofBOY, suele pasarse las horas tirado sobre su descapotable frente a la tienda, y cuyos precios no vienen marcados en la ropa sino que se los inventan sobre la marcha.
Entonces te viene a la mente Boy George y el Culture Club, hasta que un olor a chocolate te traslada hasta el número 19 de la calle, dónde se encuentra la sede británica de Mast Brothers. Una fábrica de chocolate con sede también en Brooklyn, desde donde producen todo tipo de tabletas y batidos de cacao caseros, al más puro estilo Willy Wonka pero en versión pija.
Eso te lleva a pensar en la cantidad de locales nuevos que abren, otros que cierran y se marchan, aquellos que vuelven a abrir, los que cambian de sede, etc., en esta zona gentrificada del Este de Londres. Basta dejar pasar seis meses para ver cómo cambia el comercio en cualquiera de estas calles de Shoreditch.
Puesto de setas y hongos en Broadway Market. Foto: RGS.
Uno no ha terminado de abandonar esa calle, cuando se da cuenta de que varios grupos de personas entran y salen de un hotel de reciente apertura en Shoredich High Road; es el ACE Hotel, y en su azotea hay una fiesta con su dj hipster y su barbacoa. Atardece en East London y, desde lo alto del edificio, recuerdas dónde comenzaste el paseo, cuál fue el punto de partida de aquel día que prometía ser un paseo tranquilo y se convirtió en una sucesión de experiencias inigualables, de mezcla de sensaciones, de olores.
De pronto lo recuerdas: Broadway Market, donde compraste un pan de aceitunas, rollitos de berenjena asada con queso parmesano y una ensalada de quinoa con calabaza y, tirados en el césped, almorzasteis en Victoria Park.
Tenías la sensación de haber viajado más allá de la capital británica, hablabas de Nueva York, de la India, de Hong Kong, de Estados Unidos, de España... Y es lo que tiene pasear por el East London, que es imposible aburrirse.