Los escalofriantes testimonios de víctimas de abusos por parte de curas: "Me cogió las manos y las llevó hacia su pene"
El informe sobre la realidad de la pederastia en la Iglesia Católica elaborada por el Defensor del Pueblo recoge las durísimas declaraciones de 487 víctimas
El Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, ha entregado este viernes al Congreso de los Diputados un informe sobre los abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia española a lo largo de las últimas décadas. Un documento, que recibe el nombre de "Una respuesta necesaria", y que se nutre del testimonio de 487 víctimas (87% de ellas, hombres) que han sufrido "sentimientos de soledad" cuando han dado "el paso de denunciar" y que, a día de hoy, arrastran problemas emocionales y de conducta como consecuencia de los abusos sufridos. Un tercio de ellas afirma haber tenido síntomas de estrés postraumático y algunas han experimentado síntomas depresivos, sentimientos de vergüenza y estigmatización y de acción suicida.
El informe también destaca que la pederastia en la Iglesia española ha sido "ocultada y negada" por su jerarquía eclesiástica durante décadas. Por ello, no puede darse una cifra concreta sobre el número de víctimas aunque sí publica una estudio de Gad3 que señala que el 1,13% de la población adulta actual, unas 440.000 personas de 38,9 millones de adultos, denuncian haber sufrido abusos en el ámbito religioso. En concreto, un 0,6% habría señalado como culpable de esos abusos a algún sacerdote o religioso.
En todo caso, el estudio deja claro que en la Iglesia ha habido "voluntad de negación u ocultamiento" de estos abusos. "Los testimonios recogidos muestran que la respuesta (de la jerarquía eclesiástica) ha sido insuficiente, dilatoria... y que las víctimas pocas veces han sido atendidas", ha señalado Gabilondo en la presentación. Como ejemplo ha puesto la decisión de trasladar a algunos de los "abusadores" a otras parroquias o a otros países o la poca efectividad de los procedimientos del derecho canónico a la hora de impartir justicia y castigar a los pederastas.
En las 770 páginas del informe se pueden leer testimonios de las víctimas a las que se les ha entrevistado, plasmando escalofriantes experiencias y traumas fruto de esos abusos. En El HuffPost hemos recopilado algunos de ellos:
"Recuerdo que, después de catequesis, estábamos jugando los niños delante de la portería y, desde el primer día, no sé cómo, se acercó a mí y me tenía apoyada en sus rodillas y me levantaba las faldas, y yo me las bajaba», Testimonio 109
"Les metía la mano por las camisetas, el culo, el pene, tocaba todo a los niños, a las niñas no nos tocaba nada. Solamente tocaba a niños y solamente a algunos. Delante de nosotros, estábamos sentados de forma individual en nuestros pupitres, y él iba pasando por las mesas y, al que le apetecía, pues se paraba y hacía sus cosas», Testimonio 232
"[nombre del agresor] hacía conferencias en la misma facultad y estuvo hablando de Sigmund Freud y de los traumas, y que los traumas, al ser verbalizados, catárticamente, podía llegar a sanarlos. Y digo: “esta es la mía, porque todo esto lo he llevado oculto y aún tengo homofobia interna” [...]. Empecé la terapia con él, para curarme. Y la terapia la hacía en su casa, en su habitación. Al poco tiempo de empezar, me decía que iba a hacer “asunciones fálicas”, asumir tu propio pene convertido en falo. Te contaba cosas de Osiris, la última palabra de Ka, que era el pene… Era muy culto, pero muy raro. Las asunciones eran decir “soy macho, soy macho”, y las asunciones acabaron convirtiéndose en felaciones», Testimonio 264
"Nunca he sido capaz de defenderme o expresar verbalmente mi malestar y sentir que me estaba abusando. Era el mismo patrón con el que me habían educado: te puedo tocar lo que quiera, si no, puedes recibir y harás silencio", Testimonio 384
"Romper reglas de madera, meter a patadas a un niño bajo la pizarra, a patadas, después de darle hasta que se cayó al suelo, le empezaron a dar patadas. Los peores recuerdos que tengo son los domingos por la tarde, sobre las dieciocho o diecinueve horas de la tarde, porque sabía que el lunes, a las nueve, tenía que ir y sabía lo que había. Era terrorífico para mí", Testimonio 67
"Un día sí y uno no, según cuando venía, porque venía casi todos los días, me tiraba en la cama y morreo, morreo. Yo, lo que pensaba era que esto es el precio que tengo que pagar para que este tipo te ponga en una escuela de niños pijos. Lo pensé desde el primer día: “yo estoy en una escuela de pijos, algo tendrás que pagar”», Testimonio 343
"El agresor decidió mantener relaciones conmigo a partir de que yo me confesara y le dijera que me había besado con una niña. Al poco tiempo, se metió en mi cama por la noche. La primera noche que se introdujo, yo digo “¿quién eres?”, y me tapa un poco la boca y me dice "soy el padre". Yo, la primera imagen que me vino a la cabeza fue mi padre. Mis padres estaban separados, y por diferentes motivos había estado en el psiquiátrico de [ciudad]. Hasta que ya me di cuenta por la voz que era él [nombre del agresor]. Habló conmigo y me dijo que, al estar separados mis padres, yo tenía falta de cariño y que él se había fijado en mí porque lo necesitaba y lo que hacíamos era amor, que no me preocupase", Testimonio 380
"Abusó una vez. Cuando me besó, yo subí y me tocaba. Tenía un muñeco y me decía: “¿dónde está el pito?”, “¿dónde está el culo?”, y me tocaba", Testimonio 363
"Un día me hizo sentarme en su falda, después de comer, y empezó a besarme en la mejilla, y me abrazaba muy fuerte, de una forma que no lo habían hecho mis padres, y empecé a notar un olor muy fuerte a alcohol, brutal. Y de repente me mira y se pone a llorar, y me escabullí violentamente, escaleras abajo", Testimonio 272
"Yo hacía lo que él me decía, porque para mí era como Dios. Él tenía que protegerme, era como mi caja de seguridad. Él decía que rezaba a Dios por mí y que Dios me daría todo lo que yo necesitara. Chuparle el pene no era nada comparado con obtener de Dios aquello que yo necesitaba", Testimonio 384
"No había nadie en la iglesia, absolutamente nadie, vacío todo. Él [estaba] sentado, yo estaba delante sin nada, me puse de rodillas. Me cogió una mano por aquí para hablar así como a la oreja, empezó a besuquearme, a meterme la lengua, a meterme la otra mano en los huevos. Yo estaba acojonado, asustado, no sabía ni lo que era, me pude zafar como pude" (Testimonio 335)
"Se apagaban las luces y me abrazaba. Íbamos con pantalón corto. Empezaba por la rodilla y llegaba a tus partes, a tu pene. Una de las veces, él me cogió las manos y las llevó hacia sus muslos y hacia su pene. Y mis manos no eran las únicas que estaban allí, había otro niño", Testimonio 182
"Yo era muy pequeña, debía tener 5 o 6 años, me cogía, me ponía plana y ponía su mano buscando mi sexo. En horizontal. Ponía la mano por dentro de las bragas y me tocaba, y después me daba unos piñones garrapiñados que estaban en un Cristo de cerámica. “Ven aquí, que te daré unos piñones”", Testimonio 33
"Recuerdo que sentía asco cuando acercaba su boca a la mía y notaba su aliento de animal descontrolado. A veces nos quedábamos en pie, y otras me volcaba en el sofá [...]. Casi siempre, mientras me mantenía asido y atrapado, se restregaba contra mí como mucho más tarde vi hacer a algunos perros con las piernas de sus dueños. Era cuando notaba su pene duro contra mi cuerpo y su respiración acelerada de éxtasis", Testimonio 75 (tenía unos 9 o 10 años)
"Siempre hacía lo mismo: tenía una apariencia paramilitar, con una boina negra con la flor de lis y una vara como los militares, marrón, con la que me penetraba. Cuando todos estábamos borrachos, siempre hacía lo mismo: hablaba de exorcismos, hablaba en latín, explicaba cosas de miedo y después venía el gran momento: "¿quién va a ser el elegido para dormir conmigo?”. El 80 % de las veces me tocó a mí», Testimonio 142
"Cada noche pasaba un [religioso] a todos los dormitorios de alumnos [cada uno con seis camas] para apagar las luces. Una noche me desperté con [nombre del agresor] acostado en mi cama, a mi derecha, tocándome. Me quedé paralizado, pero luego reaccioné empujándole hasta que le tiré de la cama y se marchó intentando no hacer ruido, para no despertar al resto. Le dio tiempo a cogerme la mano y ponerla sobre su "aparato". No sé cómo se atrevió, con cinco más en el cuarto", Testimonio 53 (tenía 14 años)
"Un día que caí enfermo fui donde él. Era un sábado por la noche [...]. En vez de llevarme a la enfermería, me llevó a su habitación [...]. Estás enfermo con un montón de fiebre y tú no sabes. El hombre me metió en su cama, se desnudó, empezó a toquetearme», Testimonio 173 (tenía 12 años)
"Me ponía una inyección, primero ponía la aguja y no sé por qué se escondía detrás de la mampara, mientras yo me quejaba del dolor al tener la aguja metida. Al momento me di cuenta de que estaba masturbándose. Al ratito me ponía la inyección y empezaba a tocarme el culo y los genitales, y así durante varios largos días», Testimonio 251 (tenía entre 10 y 16 años)
"Su discurso era siempre: “esto lo hago por ti, porque a estas edades el sexo no está claro y se ha de definir un poco tu postura sexual”. Yo no tenía ni idea de qué me hablaba: “a ver si tienes fimosis”. Él lo vendía como que era por tu bien, para que te desarrollases adecuadamente, el cuerpo... Y siempre era lo mismo, masturbación, “uy, has sacado muy poco semen, tendrías que crecer más para sacar más, mira lo que saco yo”», Testimonio 243 (tenía entre 12 y 15 años)
"Yo estaba durmiendo, en la cama, por la noche. Vino y me llamó, me levantó de la cama. Ya estaba todo el mundo durmiendo. Estaba todo a oscuras [...]. Me sentó en su despacho e intentó darme como una clase de educación sexual, cuando nadie le veía, a las 12 de la noche, en su despacho. Empezó a explicarme cómo eran las relaciones sexuales entre hombres y mujeres, cómo ocurrían, qué se hacía y qué no se hacía. Después de un rato, largo, pues me estuvo contando con todo lujo de detalles cómo era el tema, me pidió que me levantara, me bajó el pantalón, me estuvo tocando, me sacó el glande, estuvo mirando y me dio consejos [...]. Y estuvo tocando todo lo que le pareció bien, hasta que me hizo poner el pantalón y me volvió otra vez por aquella oscuridad, a la cama», Testimonio 30 (tenía 10 años)
"Me desperté mientras el citado religioso me practicaba una felación. No fui capaz de reaccionar, me hice el dormido, y nunca conté nada a nadie», Testimonio 51
"Fue para hacer unas pruebas psicotécnicas. Apagó la luz y me dijo: “haz lo que tú consideres”. Él me tocó el pene, metiendo la mano en el pantalón. Y me besó [...]. Pensé que formaba parte de la prueba que estaba haciendo, una prueba que tenía que hacer este hombre para saber si somos válidos para ser religioso de [nombre de la congregación]", Testimonio 147 (tenía 16 años)
"Sin ni siquiera saludar, me dijo: “desnúdate”. Me dijo que me acercara para hacer una primera valoración física, o algo así, a la vez que ponía la silla con los reposabrazos hacia mí. Se levantó y se puso detrás. Mi mente se puso en blanco. Era pánico, estaba más que aterrado, no sé si hacía calor o no, pero yo estaba helado, al borde de tiritar. Cuando sentí que me empezaba a acariciar, ya todas mis dudas cayeron y mis peores temores empezaron a tomar realidad. Se levantó y recuerdo sus manos sobándome [...]. Entonces sentí un terrible dolor y quemazón en la entrada del ano. Intentaba introducir su dedo y me hacía un daño terrible. Me revolví como pude y me giré para mirarle. En aquel momento seguía sin entender nada y me toqué la zona del culo. Estaba húmeda, era pringoso y olía muy mal, yo no sabía qué era eso, qué pasaba y de qué iba todo eso, pero me quería ir de allí. Entré en pánico total, pero un pánico reprimido, en silencio. Me dijo que me vistiera. No le miré a la cara, yo me vestí en silencio, aterrado. Él disimulaba, haciendo como que rellenaba algún papel, o yo qué sé. Yo estaba muerto, no entendía nada de nada, yo no sabía qué es lo que había ocurrido", Testimonio 17 (tenía 12 años)
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