La 'realidad alternativa' de Feijóo: el PP intenta construir un relato que dé sentido a su investidura
Busca reforzar su perfil de ganador tras el 23-J y le exhibe como el único capaz de armar una 'legítima' mayoría en el Congreso
Decía el escritor norteamericano Philip K. Dick que la realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece. Desde que se celebraron las elecciones generales del 23 de julio, el PP ha venido articulando públicamente un relato propio sobre el resultado que arrojaron las urnas. En dicho escenario, Feijóo fue el claro ganador de los comicios y, en condición de vencedor en escaños y votos, su candidatura es la única que puede optar a una investidura de éxito en el Congreso. "Le corresponde iniciar y sacar dicha votación al PP", señalaba ese miércoles en rueda de prensa la secretaria general del partido, Cuca Gamarra. Pero la realidad, por mucho que quiera deformarse, es muy diferente.
Feijóo celebró los resultados del 23-J en una fiesta que no era la suya. Génova había instalado para la noche triunfal el balcón de las victorias, tenía preparado confeti y un código de vestimenta para que todos (o casi todos) vistieran de blanco para recibir la mayoría absoluta con Vox que todas las encuestas le daban. La voluntad de los españoles fue muy diferente: Feijóo ganó con 136 escaños (a la postre, 137), pero la suma con los de Abascal le dejaba lejos de la mayoría en el Congreso. Lo que iba a ser una noche de felicidad por el fin del 'sanchismo' se acabó convirtiendo en una celebración fría en la que Feijóo intentaba poner buena cara mientras los seguidores decepcionados en Génova comenzaron a corear al unísono 'Ayuso, Ayuso'.
Feijóo, el hombre de las mayorías absolutas, sufría así un duro batacazo al darse cuenta de que era Pedro Sánchez el único candidato capaz de articular una mayoría suficiente en el Congreso para ser investido presidente. Esta realidad le arrinconaba de facto en el tablero político y, peor aún, ponía en peligro su liderazgo dentro de su partido. Por este motivo, Feijóo y su equipo comenzaron pronto a reivindicar su potestad para liderar una investidura a todas luces imposible.
Tres días después del 23-J, en el Comité Nacional del partido, Feijóo aseguró que había empezado a mantener contactos con otros partidos para armar dicha mayoría en el Congreso. Pero, escasos minutos después de su intervención, primer revés: el PNV descartaba su apoyo. Los nacionalistas vascos le avisaron de que ni le iban a coger el teléfono.
A partir de ahí, Feijóo recurrió a la presión hacia el PSOE para facilitar su investidura por ser primera fuerza. Los populares sostenían su tesis en cuestiones históricas: hasta ahora, siempre ha gobernado en España el partido más votado. Eludiendo que nuestra democracia es parlamentaria y basada en mayorías, el PP comenzó a ofrecer pactos peregrinos al PSOE a cambio de la Moncloa, como llevar a Illa a la presidencia del Parlament sin haberse celebrado siquiera las elecciones en Cataluña.
Después, el propio Feijóo intentó un acuerdo entre los dos “partidos de Estado” a través de una misiva dirigida directamente a Sánchez encabezada con un llamativo "Estimado Pedro" que el presidente respondió con una negativa elegante pero cargada de ironía.
Aunque la estrategia de la carta fue ampliamente criticada, el objetivo que perseguía Génova era mantener a Feijóo en la cabeza de una carrera en la que de por sí ya está descalificado. Por eso, los altos cargos del PP se han ufanado estos días en repetir tanto en sus intervenciones públicas como a través de tuits que Feijóo es el ganador de las elecciones y que su triunfo deslegitima la capacidad de los socialistas de sumar una mayoría alternativa a la de las derechas. "Los únicos países en los que no se reconoce a quien gana son en los que las elecciones no son transparentes", dijo ayer Gamarra.
Tal afirmación ha sido hasta desmentida por la verificación de Twitter, red social en la que los usuarios han recordado a la secretaria general que "en Suecia, Irlanda, Luxemburgo y Bélgica no gobiernan los partidos más votados en sus últimas elecciones, mientras que en República Checa la primera fuerza parlamentaria no está al frente del Ejecutivo". "No hay noticias de manipulación electoral en esos países", añade la nota que puede leerse justo debajo en sus declaraciones recogidas por un tuit en El País.
En busca de dar consistencia a la idea de que Feijóo lidera las negociaciones de investidura y el único capaz de culminarlas con éxito, el PP aprovechó el pasado domingo que Vox regalaba sus escaños para advertir de que se había producido "un cambio de escenario". Algo que invitaba a Coalición Canaria y al PNV a cambiar su postura negativa. "Las reglas del juego han cambiado", señaló el coordinador general del PP, Elías Bendodo, en una entrevista radiofónica. Dos horas después, a través de un tuit, el PNV les "refrescaba la memoria" volviendo a insistir en que su voto sería negativo.
Una vez que esta estrategia decae, Gamarra rescató este miércoles su tesis de dejar gobernar al partido más votado y subrayó que en esta carrera por la investidura Feijóo suma ahora mismo 50 escaños más que Sánchez. El PP hace suyos para este cálculo los escaños de Vox y UPN, pero mantiene en 121 a Sánchez sin añadirle los de Sumar (que votará 'sí' pese a demostrar en estas últimas horas ciertas discrepancias) o Bildu, que ya dijo el día después del 23-J que no sería un obstáculo para que se revalidara el gobierno progresista. Incluso, Cuca se escudó además en el factor trabajo, al decir que el PP es "un partido responsable que está trabajando en que haya gobierno" porque "le importa España, mientras otros están de vacaciones", en alusión directa a Sánchez.
Es decir, el PP es el ganador de las elecciones, el que recaba de momento más apoyos, el que trabaja para sumar aún más votos y, sobre todo, el 'legitimado' para intentar la investidura si el rey Felipe así se lo propone. Un relato bien armado pero que choca con la realidad de los números: sin el apoyo del PNV, o al menos su abstención, la investidura de Feijóo resulta imposible. Y la única que es viable a día de hoy es la de Sánchez, aun con la dificultad de tener que sumar los apoyos de ERC y JxCat. Ya se sabe: con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver.