Guía definitiva de la Presidencia española del Consejo europeo: retos y prioridades
La unidad, la reindustrialización, la transición ecológica, la justicia social y la autonomía estratégica son los pilares del semestre, con Ucrania siempre de fondo.
Este sábado, 1 de julio, España toma a Suecia el relevo de la Presidencia del Consejo Europeo. Durante el segundo semestre de este 2023, hasta que acabe el año, nuestro país tratará de aunar la voz de unos Veintisiete que no siempre están bien avenidos, que tienen sus cosas de familia, pero que ahora están más unidos que nunca. Las apuestas están claras: reindustrialización, transición ecológica, justicia social y autonomía estratégica son los ejes, con un enorme empeño añadido en retomar la relación con América Latina y el Caribe -sin olvidar a los vecinos del sur-. De fondo, una doble incertidumbre de naturaleza muy distinta: las elecciones generales del 23 de julio y la evolución de la invasión rusa de Ucrania, a las puertas de Europa.
"Europa, más cerca" es el lema elegido para esta cita, la quinta Presidencia comunitaria desde que España ingresó en la Unión Europea en 1986. La última, en 2010, fue en otro mundo: han pasado crisis económicas, una pandemia mundial, el Brexit, el ascenso de la ultraderecha y los antieuropeos, la guerra que más desplazados ha causado desde 1945. Toca lidiar con la permacrisis, como la llaman los analistas, con "gratitud y humildad" y la "ambición decidida una ambición decidida a hacer de ella un instrumento útil que mejore la vida de la gente y acerque aún más Europa a la ciudadanía", en palabras del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Nos va el futuro en ello.
Por el principio: ¿en qué consiste la Presidencia?
El Consejo de la Unión Europea (Consilium) es el encargado de negociar y adoptar la legislación del club comunitario. El corazón de la gestión, donde cristalizan las apuestas. Su presidencia rota cada seis meses entre los diferentes Estados miembros. A España le toca ahora, del 1 de julio al 31 de diciembre.
El Tratado de Lisboa -que entró en vigor en 2009- es el que establece un sistema de Tríos, grupos informales de tres Presidencias de diferentes naciones que se coordinan para la continuación del trabajo del Consejo. Cada 18 meses se consolida un trío con la misión de que las diferentes aportaciones de los países lleguen a buen puerto gracias al consenso y al trabajo supranacional. Así se puede planificar a un plazo más largo, necesario para políticas de largo aliento. En el caso español, este trío se completa con Bélgica y Hungría, que seguirán con sus semestres en 2024 al nuestro.
¿Qué tiene que hacer un país que preside, si el Consejo ya tiene su sede en Bruselas y su propio presidente, ahora el belga Charles Michel? Su misión consiste en organizar y coordinar las formaciones del Consejo (excepto la de Asuntos Exteriores, que es especial) y de los diferentes comités, además de defender los intereses europeos y superar los retos que afecten a los ciudadanos europeos. Debe hablar con la voz de Europa, y no con la del país que en cada momento ostenta el cometido.
España sucederá en la presidencia del Consejo a Suecia, que ha velado por la unidad europea, la competitividad del continente, la transición ecológica y energética o los valores democráticos, como principales apuestas. No lo ha tenido sencillo Estocolmo, que asumió su turno con la guerra de Ucrania enquistada, la crisis migratoria acentuada, negociaciones complejas para la ampliación comunitaria y una mayor preocupación por el estado de derecho en países miembros como Hungría y Polonia.
¿Qué tiene que hacer España?
Como explica la Representación en España de la Comisión Europea, el papel del ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación "será clave" en esta cita. José Manuel Albares será el encargado de la elaboración de gran parte de la estrategia española. Así, deberá coordinar a los Estados miembros ante cualquier crisis que pueda llegar a ocurrir. Ucrania es el ejemplo más claro, dada su volatilidad.
Fomentará también los retos europeos para este año y los siguientes, proponiendo medidas y ofreciendo posibles soluciones a los diversos problemas. Potenciará y respetará la legislación europea y la cooperación entre los países europeos, una de las principales máximas de toda Presidencia, organizará las diferentes reuniones de las formaciones del Consejo y los distintos comités. Hasta 23 reuniones se celebrarán en estos meses en España, en lo que La Moncloa ha denominado "un proyecto de país" por lo repartido de los encuentros, en 21 ciudades. En el calendario destacan la cumbre UE-CELAC en Bruselas (17 y 18 de julio), la cumbre de la Comunidad Política Europea del 5 de octubre en Granada o las reuniones de alto nivel sobre los Balcanes o la región euromediterránea.
Más allá del marco general de acción de los Veintisiete, cada país, al tener la Presidencia puede apostar por sus propias preocupaciones, marcar agenda. Se elaboró un argumentario con los distintos puntos de preocupación del estado para tratar durante su presidencia y se han aceptar por Bruselas. España pone énfasis en la unidad de acción de los Veintisiete, que tan necesaria se ha visto que es en casos como el de la agresión rusa a Ucrania; la revisión de los planes de recuperación y resiliencia, con una mejor gobernanza económica; una agenda social que impulse el llamado Pilar Social Europeo para que nadie se quede atrás (centrado el la mujer, la infancia, la discapacidad o la salud) y al que añade el pacto sobre inmigración y asilo, bloqueado desde hace años y que podría tener el visto bueno definitivo en esta semestre; el desarrollo del mercado interior, enfocado en más autonomía estratégica y una mejora en la competitividad de la industria europea y su innovación; la aplicación total de la agenda digital, con una mayor conectividad; el impulso a la agenda verde, con todo lo que conlleva de menor dependencia energética exterior, reforma del mercado de la energía y más recursos limpios, de lucha contra el cambio climático y en favor de la biodiversidad; y el gran cajón desastre que es el papel global de la UE, su influencia en el mundo y sus respuestas de futuro, con América Latina y los vecinos del sur como principales preocupaciones.
Seis meses de acción que suponen "una oportunidad para aumentar el peso del país en las instituciones europeas y transmitir sus preocupaciones que, a su vez, son las de todas ellas. Pero, también sucede a la inversa, pues es una gran oportunidad para ser conscientes del peso que tienen las instituciones europeas en nuestro día a día y nuestro porvenir", indica la Comisión.
Los cuatro pilares
El presidente del Gobierno se reunió el pasado 15 de junio con los embajadores de los 27 Estados miembros de la UE para explicar sus pilares de la presidencia, la apuesta de un país "profundamente europeísta", dijo, como constatan las encuestas (alrededor de nueve de cada diez españoles, un 86 %, se sienten ciudadanos de la UE, un dato al alza cada año según el Eurobarómetro).
Las apuestas españolas, "muy en línea con las principales preocupaciones y demandas de nuestros conciudadanos", pasan, en primer lugar, por reindustrializar Europa y garantizar la Autonomía Estratégica Abierta, esto es, la "capacidad para actuar de manera autónoma cuando y donde sea necesario y, en la medida de lo posible, con los países asociados". Se trabajará, explica Exteriores, para atraer nuevas empresas y empleos al territorio europeo, en un contexto de cambios geopolíticos, tecnológicos y medioambientales que son una oportunidad para reducir la dependencia excesiva de terceros países que tiene la UE en ámbitos como la energía, la salud, las tecnologías digitales y la alimentación. Se promoverá el desarrollo de industrias y tecnologías estratégicas en Europa, y se ampliará y diversificarán las relaciones comerciales, con especial énfasis en la Cumbre UE-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), que lleva ocho años sin celebrarse. También se diseñará una estrategia común para garantizar la seguridad económica y el liderazgo global de la UE de aquí a 2030, como continuidad a la hoja de ruta acordada en Versalles por los Veintisiete.
Sánchez defiende que. si la Unión Europea "hace las cosas bien en esta década, podría convertirse en un referente de producción de energía renovable, de electrolizadores, de servicios de conectividad digital, de robótica avanzada, de biofertilizantes, y de productos farmacéuticos de última generación".
En segundo lugar, España estima que frenar el cambio climático y la degradación medioambiental es una obligación "legal y moral" para los europeos, además de una "oportunidad inmensa" para reducir las dependencias en energía y materias primas, abaratar la factura energética, aumentar la competitividad y crear empleos. Durante el semestre español se impulsará una reforma del mercado eléctrico que acelere el despliegue de las energías renovables, reduzca los precios de la electricidad y mejore la estabilidad del sistema. Se pretende agilizar la tramitación de los expedientes legislativos pendientes del llamado Fit for 55, es un conjunto de propuestas encaminadas a revisar y actualizar la legislación de la UE y poner en marcha nuevas iniciativas con el fin de garantizar que las políticas de la UE se ajusten a los objetivos climáticos acordados por el Consejo y el Parlamento Europeo.como el paquete de Gas e Hidrógeno, y los reglamentos de eficiencia energética.
Progreso que no olvide, que no deje a nadie atrás. España cree que la UE necesita una economía más competitiva, pero también más justa y solidaria, por eso aboga por establecer unos estándares mínimos y comunes de tributación empresarial en todos los Estados Miembros y combatir la evasión fiscal de las grandes multinacionales. Sánchez defiende que es necesario "romper con la tendencia de que las ganancias empresariales no siempre han servido para mejorar las oportunidades de la gente" y ha recalcado que Europa necesita "una economía más competitiva, justa y solidaria". Y aporta datos: la evasión fiscal cada año le cuesta a Europa un 1% del PIB, "lo mismo que invierte en construir viviendas protegidas y proteger el medio ambiente".
La solidaridad también ha de verse en la inmigración y el asilo, cuyo pacto inicial se presentó hace tres semanas, pero que sólo pasó la meta volante de los ministros de Interior y apenas salió con mayoría cualificada, no unanimidad. En estos meses, habrá que buscarla y tratar de abrogar además el Reglamento de Crisis, que también se espera cerrar en breve. Se busca más solidaridad a la hora de afrontar la llegada de migrantes, una materia esencial para España por ser frontera exterior de la UE en el sur.
"La presidencia va a fijarse como objetivo trabajar para acabar con esta injusticia y fijar estándares mínimos de tributación empresarial en todos los Estados miembros, en particular en el ámbito digital". Por esto también buscará "una adecuada revisión" del Marco Financiero Plurianual 2021-2027, una reforma de las reglas fiscales para superar la austeridad, aumentar la transparencia, y combinar la sostenibilidad financiera con la correcta financiación de las transiciones verde y digital. España abogará por una mayor profundización del mercado interior, trabajará para culminar la unión bancaria y peleará por la unión de mercados de capitales.
Frente a quienes piden menos Europa (va por Vox y sus cercanos), "la unidad de la UE y los avances en materia de integración son prioritarios en medio de la incertidumbre y tensiones geopolíticas crecientes", dice Moncloa. Eso incluye la consolidación y mejora de instrumentos comunes como los NextGeneration, el Fondo de Recuperación postcoronavirus, una gestión más eficaz y coordinada de los procesos de migración y asilo, y el apoyo coordinado a Ucrania y a otros Estados del entorno.
Los retos, gobierne quien gobierne
La convocatoria electoral del 23 de julio se cruzará por la Presidencia. Es obvio que un cambio de Gobierno obligará a relevos y traspasos, pero esto es políca de Estado, no de partido, y como país la maquinaria debe estar engrasada para que nada se resienta. Tanto desde el Ejecutivo español como desde Bruselas han asegurado que, gane quien gane los comicios, no hay riesgo alguno de que eso pueda afectar a los ejes de la presidencia europea, ya que se trata de gestionar asuntos sobre los que se lleva trabajando mucho tiempo. Otra cosa es que, como suele ocurrir en nuestro país, no sirva mientras la espera para tirarse los trastos a la cabeza hablando de supuesta mala comunicación.
"No hay ningún riesgo de que no se pueda cumplir con todos los objetivos que nos habíamos marcado antes de la convocatoria de las elecciones", dijo Sánchez en rueda de prensa junto al presidente saliente de turno de la UE, el primer ministro sueco, Ulf Kristersson. Es importante que así sea, porque hay materias que superan los colores políticos y el poder. El europeísta belga Matthias Poelman destaca entre lo "troncal" que no se puede alterar "la apuesta por la unidad europea, sobre todo en cuanto a Ucrania, la ayuda financiera, militar y económica y las sanciones a Moscú" y, a ser posible, hay que "contener los distanciamientos" con Budapest o Varsovia, a los que hasta se ha retenido fondos por sus ataques a valores fundacionales de la UE y cuyos Gobiernos de derecha extrema "amenazan con seguir tensionando". "Hay que evitar el desgaste y la fractura", remarca.
La guerra ucraniana ha sido un pegamento entre los socios, pero con matices. Sí, hay promesa de ayudar hasta que sea necesario; sí, se han aprobado 11 paquetes de sanciones, pero cada vez es más complicado el acuerdo, han confesado unos cansadísimos suecos. España "no puede ceder" en el intento de crear un "consenso aliado estable". Por el momento, su apuesta es esa, porque por primera vez una Presidencia comunitaria comenzará con su presidente, Sánchez, en Kiev, visitando a su homólogo, Volodimir Zelenski. Es infinitamente más que una foto, es un compromiso de "estabilizar, recuperar y reconstruir" el país cuya soberanía ha sido violada, es un respaldo visible a su entrada en la UE y un impulso para que cumpla con la hora de ruta trazada para ello. La guerra, dice el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, "es una agresión a los valores europeos y a la democracia" y de ahí la necesidad de reflejarlo con este el tercer viaje del mandatario socialista a la zona desde que comenzó la "operación militar especial" de Vladimir Putin.
También está entre los imprescindibles el "empuje por poner a América Latina y el Caribe en conexión con Europa". Somos el mejor puente al otro lado del charco. España aspira a que en este semestre se firme el acuerdo con Mercosur; se llegó a un acuerdo de bases en 2019 y hay que concluirlo, un proceso que se ha visto frenado por imprevistos como el coronavirus o Ucrania. Poelman destaca, a su vez, el reto de la ampliación al este, con países como Moldavia, Georgia y la propia Ucrania, que esperan los siguientes pasos y sobre los que Europa tiene que poner la lupa para ver si "están haciendo bien los deberes ordenador por Bruselas para cumplir con sus estándares democráticos".
A España le debe preocupar "cómo hacer que estos socios futuros vayan por el buen camino, y también como la UE se adapta a los cambios de tratados y políticas que ese ensanchamiento puede conllevar" y también de las "tensiones en los Balcanes Occidentales, los choques entre Serbia y Kosovo que no se resuelven sino que se agudizan". Delicado porque España es uno de los países que aún no reconocen la independencia kosovar por "unilateral".
Y está el Pacto de Inmigración y Asilo, "que lleva pendiente desde 2016 al menos, que se ha trabajado mucho y en el que no puede haber marcha atrás aunque gobiernen los conservadores. La posición de España ha sido clara. Sería un mérito que España lograse el consenso necesario sobre todo el paquete antes de diciembre. Siendo el primer país del trío de presidencias hay muchas políticas que apenas si echarán a andar ahora, por eso es complicado también ver resultados muy concretos. Desde luego, las 300 decisiones que ha logrado Suecia son difíciles de superar", indica.
"Nuestra Presidencia aspira a llevar a buen puerto un gran número de expedientes legislativos abiertos. Son expedientes de total importancia para los europeos: la profundización de la Europa de la salud, la reforma del mercado eléctrico, la revisión de las normas de gobernanta fiscal para consolidar una política económica justa, para todos. Queremos una Europa preparada para los grandes cambios, empezando por una digitalización responsable y un mayor despliegue de energías renovables, apostando por aumentar la soberanía energética europea. Es la Europa que queremos para todos los europeos, de manera inclusiva", sostiene el ministro Albares.
El Real Instituto Elcano y la Trans European Policy Studies Association (TEPSA) han elaborado una guía de recomendaciones de sus expertos -que puedes leer al final de este texto- para esta Presidencia en el que se defiende, por ejemplo, que los países candidatos a la UE deberían entrar por la vía rápida en las negociaciones de adhesión para reforzar la credibilidad de la ampliación; que haya causa común por la realización de la Unión Bancaria y la Unión de Mercados de Capitales; y se enfatice en buscar nuevos enfoques y narrativas de las relaciones entre la UE y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Mucho por hacer, complejo e ilusionante. "En el epicentro de todos (los cambios) está en juego el bienestar de nuestros conciudadanos: los salarios, los empleos, la igualdad de género y la libertad que tendrán en el futuro", recuerda Sánchez. No es esto un teatro de lucimiento, sino la política común hecha para todos, esta vez, de España para Europa.