ETA, una alargada sombra en España cinco años después de su disolución
Más de 800 asesinatos y cerca de 7.000 víctimas después, los terroristas bajaron las armas para siempre, derrotados por la sociedad. Hoy la política es la única vía.
"Hoy día 3 de mayo ETA ha dejado de existir". Con esta precisión, este miércoles hace cinco años que el director ejecutivo del Centro Henri Dunant para el Diálogo Humanitario, David Harland, certificó la disolución definitiva de la organización terrorista española que causó más de 800 asesinatos y cerca de 7.000 víctimas.
Lo hizo después de que dos históricos dirigentes de la banda, Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera, entonces huido de la justicia, y María Soledad Iparragirre, Anboto, presa en Francia, leyeran el último comunicado de ETA, en el que habló sin tapujos de "disolución" y de fin de un "ciclo histórico y de su función".
Cinco años después, de ETA quedan sus presos, el dolor de sus víctimas y el lastre de su recuerdo, muy presente como arma arrojadiza en el embarrado debate político, sobre todo, curiosamente, fuera del País Vasco. Allí, pese a las buenas intenciones de algunos sectores e instituciones, las heridas de tantos años de violencia no permiten construir una memoria compartida y pacífica.
En este lustro, no obstante, se han producido algunos hitos en el camino de la reconstrucción de la convivencia, el más significativo de ellos este mismo año: el final definitivo de la política de dispersión de presos, que fue durante décadas uno de los principales catalizadores de movilización social del entorno de ETA.
Actualmente quedan 127 presos en las cárceles vascas, 7 en la ciudad de Pamplona, cercana al País Vasco, y 12 en Francia, además de una veintena que cumplen condena en sus domicilios y en centros especializados.
A ellos hay que sumar algo más de una decena de reclusos críticos que abandonaron el colectivo de presos (EPPK) disconformes con su aceptación de las vías legales y que cuentan con el apoyo de grupos minoritarios disidentes que reclaman la amnistía total.
Otra importante novedad, facilitada por la distensión derivada del silencio de las armas, radica en que el Gobierno regional del País Vasco se hizo hace año y medio con la transferencia de prisiones, antes competencia del Ejecutivo centra español.
Estos pasos en política penitenciaria se han visto favorecidos por la relación política entre EH Bildu (el brazo de la organización terrorista reconvertido en partido político) y el Gobierno español y también por posiciones pragmáticas como la que ha llevado a los presos de ETA a aceptar las vías legales para caminar a su excarcelación, además de gestos como la renuncia a los actos públicos de bienvenida a los miembros de la banda que infligían sufrimiento a las víctimas.
Además, en octubre de 2021 la parte política de ETA escenificó un nuevo "paso" al expresar solemnemente su "pesar y dolor por el sufrimiento padecido" por las víctimas de la banda.
Los partidos españoles de izquierdas -PSOE y Podemos- vieron en esta declaración aspectos positivos, mientras que el conservador Partido Popular (PP) la rechazó de plano y el nacionalista vasco PNV puso el acento en que no se mencionaba lo injusto del dolor causado.
En estos cinco años, EH Bildu ha consolidado su apuesta por la política, hasta el extremo de convertirse en uno de los socios más estables del Gobierno español y de centrar sus debates en cuestiones que arrumbaron durante décadas de retórica de lucha independentista.
La bienvenida estabilidad política sin violencia y la mala experiencia del proceso independentista catalán han enfriado también en el País Vasco el ideal de la independencia.
Sin la crispación que generaba la violencia, la sombra de ETA sigue siendo alargada, con heridas abiertas y la constatación, cada vez más asumida, de que no podrá haber un relato compartido de lo sucedido en los sesenta años de historia de la organización terrorista.
Aunque para colectivos de víctimas y para determinados sectores políticos ETA siga viva mientras EH Bildu participe en las instituciones, ya nadie en el País Vasco mira los bajos de su coche ni precisa escolta, cinco años después de que la organización terrorista se disolviera sin haber logrado ninguno de sus objetivos.