España pone fin a una campaña para las europeas centrada en la política estatal
Mientras PP y PSOE están cada vez más cerca, Sumar y Podemos se disputan el voto a la izquierda de los socialistas y la extrema derecha sigue en ascenso.
Parece que fue hace siglos, pero todo comenzó con Javier Milei y con el festival de la extrema derecha que organizó Vox. Aunque no fuera de manera oficial, la convención supuso el inicio de una campaña electoral que exhala sus últimos suspiros. Los insultos del presidente de Argentina sirvieron al partido de Abascal, pero también al PSOE, que desde entonces ha centrado la contienda en el miedo a la ultraderecha. Esa suerte de pinza singular dejó además descolocados al Partido Popular y a Sumar, a quien por otro lado Pedro Sánchez trataba de arrebatar una de sus principales reivindicaciones, el reconocimiento del Estado palestino.
Aunque el objetivo es Bruselas y la contienda se dirime en España, los principales motores de esta campaña electoral se han situado en la diáspora política nacional. Si al principio fue Milei quien sirvió de engranaje en la disputa, después lo fue la justicia. Una decisión del juez Juan Carlos Peinado, que anunció la citación de la mujer de Sánchez, Begoña Gómez, a apenas unos días de las elecciones, sirvió de impulso una vez más al PSOE. Sánchez recurrió de nuevo a su afán epistolar y escribió una segunda carta dirigida a la ciudadanía, una misiva que levantó suspicacias en un caduco Consejo General del Poder Judicial, que decidió convocar una reunión para el lunes después de las elecciones.
Si la guerra era otro de los focos de campaña, el presidente del Ejecutivo, deslizando la idea de una justicia partidista, sacó la baza del amor. Apenas unas horas después de la decisión del magistrado, Sánchez apareció en un mitin acompañado de su cónyuge y aplicó el brebaje del cariño: “Quiero a mi mujer y voy a defender su honorabilidad de una oposición destructiva”, expresó. El temor a la extrema derecha y la carta del afecto han situado al PSOE en una posición de remontada. Si al comienzo de la campaña las encuestas daban una victoria holgada al PP, estos días los de Alberto Núñez Feijóo hablaban ya de desempate. “¿Qué estaría dispuesto a hacer Sánchez si empatamos el domingo?”, se preguntaba el líder del PP este jueves en un mitin bajo la lluvia.
En Génova han decidido centrar las elecciones en temas puramente nacionales, hasta el punto de que su candidata, Dolors Montserrat, parece apenas una portavoz más del partido en campaña. El PP mira por el retrovisor a dos formaciones, sobre todo el PSOE, pero también a Vox. Con el segundo actúa como ya hizo en las últimas elecciones catalanas, haciendo copia pega de su discurso. Es el caso de su apuesta por la política migratoria, por ejemplo. Y con el PSOE, lo habitual durante estos últimos meses: Begoña Gómez. Estos días llegaron incluso a cuestionar el informe de la Guardia Civil. Feijóo aspira a ganar las elecciones, pero necesita amplitud para poder venderlas como una suerte de moción de confianza al presidente del Gobierno.
Sumar y Podemos, por separado
Además de la disputa entre PP y PSOE por el primer puesto, otro de los combates que se resolverá este domingo es el resultado a la izquierda de los socialistas, que otra vez, y en unas elecciones en las que se atisba un gran crecimiento de la extrema derecha, se presentan por separado. Desde Sumar han asistido a un PSOE que no solo ha intentado, sino que ha logrado desposeerles de sus principales políticas. Esta semana, de hecho, la rueda de prensa después del Consejo de Ministros contó con la presencia de los pesos pesados socialistas en el Gobierno y la ausencia de Sumar, aunque una de las medidas que se anunciaba pertenecía al Ministerio de Sira Rego.
Ante esta perspectiva, Sumar ha optado por dejar a un lado el miedo a resquebrajar el Gobierno de coalición y ha apostado por distanciarse del PSOE. Del “no queremos cartas, queremos actuar” que denunciaba la vicepresidenta y coordinadora general de Sumar, Yolanda Díaz, al incremento de presión para tomar decisiones más sólidas respecto a Israel, como la ruptura de relaciones diplomáticas o el embargo de armas. Mientras este jueves el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, decía “no tomar partido” ni por Sudáfrica ni por Israel, la candidata de Sumar, Estrella Galán, aseguraba querer ver al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, “sentado en el banquillo y juzgado por crímenes de guerra”.
Sumar tiene a un lado el PSOE y al otro, con perspectivas de reconstrucción tras varias elecciones fallidas, Podemos, que se vende como la izquierda “valiente” y “transformadora”, como la izquierda que hacía políticas “de cambio” frente a “un Gobierno de titulares”. No es arriesgado afirmar que los de Ione Belarra, con Irene Montero a la cabeza, se juegan en estas elecciones su casi supervivencia. Las encuestas, por ahora, generan cierta tranquilidad en la sede morada. Les dan hasta dos escaños, muy cerca de Sumar, que oscila entre los tres y los cuatro. En las últimas europeas, Unidas Podemos obtuvo seis puestos en el Parlamento europeo.
Los ultras, en auge
Pero no solo hay división en la izquierda del PSOE. En la extrema derecha, a la disputa de Vox con el Partido Popular se suman ahora los agitadores ultras de Se Acabó la Fiesta. Las encuestas, no obstante, sitúan a unos y a otros en claro ascenso gracias a la política del todo mal. La inmigración, mal, la lucha contra el cambio climático, mal. Pese que no hay nada más político que considerarse antipolítico, según el CIS Vox y la nueva agrupación electoral pueden convertirse en el segundo bloque más votado entre unos jóvenes hastiados ante la ausencia de una utopía de futuro.
Este domingo Europa se juega justamente esto: el mantener abierta la posibilidad de la utopía o el avance hacia la distopía que pretende implementar una extrema derecha en auge en todos los Estados miembros de la Unión Europea. Pese a una campaña alejada de las políticas europeas y centrada en asuntos estatales, la nueva configuración del Parlamento europeo será, a partir del próximo 10 de junio, un asunto central en la política española cuyas derivadas aún están por discernir.