La nueva vida de La Palma sobre la lava de Cumbre Vieja
Vecinos de varias poblaciones atienden a El HuffPost para rememorar los efectos de la erupción del volcán y cómo han salido adelante más de dos años después, entre el "olvido", el "hartazgo" y hasta el "miedo".
La Palma no recibe el apelativo de 'la Isla Bonita' en vano. La belleza de sus montes verdes se mantiene allá donde no llegó el negro de la lava de Cumbre Vieja. El volcán no sólo cambió parte de la fisonomía de la isla; también ha dejado cicatrices en la tierra y en el alma de los palmeros. Dos largos años después del fin de la erupción, queda la impronta lávica y una mezcla de sentimientos en miles de vecinos.
Muchos acumulan indignación, otros le suman tristeza; hay incluso quienes añaden miedo a la dolorosa mezcla, tanto que son numerosos los vecinos que atienden a El HuffPost con la condición de mantener su anonimato, porque "aquí luego se sabe todo". En lo que unos y otros coinciden es en "huir de la pena", exigiendo dejar de ser vistos "con lástima". Antes bien, se unen en una filosofía que explica bien cómo es la vida hoy en La Palma, sabedores de que "pocas ayudas más van a llegar": "Sólo nos queda trabajar, trabajar y trabajar".
A esa filosofía se agarran Víctor Pérez y su mujer, ganaderos y propietarios de una carnicería en los Llanos de Aridane. Antes del fatídico 19 de septiembre de 2021 tenían una granja con 1.300 conejos y 500 cerdos, además de una finca con aguacateros recién comprada. Pero Cumbre Vieja se la llevó por delante. La suya, "otra que estaba por debajo de la nuestra" y hasta medio barrio de la vecina La Laguna, en un transcurrir que "al principio todo el mundo decía que no llegaba, pero yo miraba y decía 'pues me da que sí que va a llegar'". Llegó; apenas necesitó un mes.
No lo perdieron todo. El terreno de la ganadería se salvó, previa evacuación urgente de todos los animales. "Otras explotaciones ganaderas fueron más fáciles de evacuar, pero esta fue bastante problemático". Recuerda la tensión entre vecinos, Cabildo y ayuntamientos "buscando ubicaciones seguras". Por fortuna para ellos, pudieron emplazar su ganado en distintas poblaciones. Desde que evacuaron a los animales, alrededor de mediados de octubre, pasaron cinco meses hasta que pudieron volver, limpiar y tratar de recuperar la ganadería.
De los cerdos pudieron volver las madres y los machos, pero el proceso ha sido lento. Tuvieron que traer a machos nuevos porque perdieron a varios en la evacuación, el mismo día, por ejemplo, perdieron a un macho por valor de 4.800 euros. "Después ya nos quedamos solo con los dos machos que quedaron, pero son pocos para tantas hembras, muchas no se pudieron cubrir y bueno, un jaleo", relata Víctor. Cuentas que tocan a muchos de sus compañeros de sector, afectados por el drama en torno a los animales.
Peor fue con los conejos "lo perdimos todo". "No volvimos a poner la explotación ganadera de conejos", afirma, porque es un animal muy "delicado" y "pese a tenerlo todo controlado, al volver se murieron todos". Para añadir más desgracia a la tragedia, el retorno coincidió con la invasión rusa en Ucrania, lo que disparó el precio de los insumos y se hizo "prácticamente inviable trabajar con esos animales". La recuperación, insiste, ha sido "muy lenta" y todavía la están pagando. Tanto que si han salido adelante ha sido trabajando duro y tirando de prácticamente todos los ahorros que tenían para poder empezar "de cero otra vez"
Muchas subvenciones decayeron por falta de documentación y porque no reunían los requisitos. Sí llegaron otras, del Cabildo de La Palma y del Gobierno de Canarias. En torno a 27.000 euros entre ambas. "Si no hubiera sido por ellos no sé si hubiéramos podido o no. Fueron tres meses que nos echaron una muy buena mano". Cuando se le pregunta si después ha seguido recibiendo esa ayuda su repuesta es clara: "No, no, no. Después no ha habido más ayuda... pero bueno, qué vas a hacer", expresa resignado.
Dibuja un escenario trágico, que tiene reflejo, a vista satelital a través de Google Maps. Se suceden los locales 'cerrados permanentemente', los teléfonos que 'ya no existen'. En Puerto Naos, retoma Víctor, "no se ha abierto ningún negocio, turísticamente está fatal, hay gente en los contenedores, en casas de madera, tengo amigos que todavía están esperando por licencias para las casas, que les dijeron que les iban a dar ayudas y al contrario, un montón de problemas e impedimentos". Un contraste cruel en el que algunas empresas han "hecho el agosto ganando muchísimo dinero", mientras "otros que lo hemos perdido casi todo".
Pero Víctor tiene claro que no "queda otra que seguir", porque "aquí no se acaba todo".
Una 'resignación' que entiende perfectamente Francisco Rodríguez, presidente de la Asociación Tierra Bonita, una de las entidades colectivas de ayuda a los afectados. "La gente ya está muy cansada, muchos te dicen 'mira, no me hables más de esto'. Han pasado dos años y pico y la mayoría ya opta por resolverlo por su cuenta y olvidarse de ayudas que no llegan, promesas incumplidas o medidas que no se adaptan". Cita los nuevos decretos que está sacando adelante el Gobierno canario, que "facilitan" la reconstrucción de casas y fincas "pero sólo a quien tenga dinero para afrontar la obra... cuando muchos han perdido sus ahorros y su patrimonio, ya me dirás para qué sirve esa flexibilización".
Rodríguez admite que los efectos siguen notándose. "Hay una zona de exclusión por los gases aún presentes en la zona de Las Manchas, Puerto Naos o La Bombilla" donde "no se permite vivir y hay hasta seguridad para controlar el paso". A los gases se le suma la ceniza que no deja de transportar el viento. Apenas unas decenas de vecinos han vuelto, una cifra "aún insignificante para los desplazados que hubo". El Catastro recoge que durante los 85 días que duró la erupción, los diferentes cráteres expulsaron coladas de lava que ocuparon 1.210 hectáreas de suelo. En su recorrido, estas afectaron a los municipios de Los Llanos de Aridane (75,65%), El Paso (16,79%) y Tazacorte (7,56%) y engulleron 1.576 edificaciones. La cifra sube a 2.988, según las estimaciones desde el aire del sistema de satélites europeos Copernicus.
El responsable de Tierra Bonita admite la existencia de un registro único de afectados, "pero su acceso no es público, por ello podemos contabilizar entre 8.000 y 9.000, sin precisar". Cada expediente recoge un drama, "que puede ser una persona que ha perdido su casa, un negocio destruido, una reclamación por cultivo arrasado...". La cifra exacta la maneja el Cabildo, que finalmente no ha participado en este reportaje alegando 'problemas de agenda' tras haber confirmado la intervención de su presidente, elegido en las pasadas municipales de 2023.
Pese a lo impreciso del cálculo, cada cual sabe bien si está o no en la lista. En ella aparece la vivienda de José Manuel Rodríguez Cabrera, jubilado y uno de los fundadores de la Plataforma de Afectados por la Erupción de La Palma, principal entidad asociativa surgida tras la erupción. En Todoque tenía un terreno de 5.000 metros cuadrados, donde levantó su casa, su huerta de aguacates, otra más pequeña, una piscina y una pequeña granja con conejos y gallinas. "No necesitaba más", afirma.
Hacía poco que su hijo acababa de terminar de construir su casa en ese mismo terreno. Apenas la disfrutó; todo quedó cubierto por la lava el segundo día. "Yo no quiero un palacio, yo sólo quiero lo que tenía", dice recordando al barrio que aún echa de menos. "Nos ayudábamos unos a otros", afirma mientras resalta "el arraigo, la familiaridad y la armonía" de un entorno que ya no existe. "Ahora unos están en un sitio, otros en otro y otros ya muertos. Es una situación muy difícil de afrontar".
Desde la plataforma que encabeza siguen luchando para que se pague el valor real de las viviendas, cambiando ley de expropiación forzosa para que las tasaciones se determinen con efectos retroactivos al valor del bien antes de la erupción. "El técnico valora ahora la propiedad y la valora como lava, no lo que tenía antiguamente. Los 5.000 metros cuadrados me los pagan a 0,60 céntimos el metro", afirma. Datos que maneja el mismísimo Pedro Sánchez, con el que se reunieron a primeros de octubre. "Se los dimos a él, a Bolaños y a todos los ministros que han venido aquí", manifiesta.
Mientras, a lo largo de estos más de dos años, "la preocupación de qué será con mi vida, qué será de mi hijo, esa preocupación la vivimos sólo nosotros, y la vivimos diariamente". Y afirma sin vacilar: "Nosotros no queremos dar lástima, queremos que nos traten como a cualquier persona de a pie, que nos respeten nuestras cosas como nosotros las teníamos, y vamos a seguir luchando por ello hasta las últimas consecuencias. Si tenemos que llegar a Bruselas, llegamos hasta donde tengamos que llegar".
La experiencia de José Manuel se suma a la de tantos y tantos vecinos, como rememora Francisco. Preguntado por la reubicación durante y después de la erupción, evidencia su enfado por "una evacuación muy mal hecha", tanto que mantienen una causa por la vía penal contra los responsables del operativo. Por suerte, admite, "muchos han podido apañarse con sus otras viviendas o en casas familiares, porque si no el drama hubiera sido aún más cruel".
Suma reproches. "Han pasado más de dos años, ¿dónde están los colegios prometidos? De los tres destruidos y uno inutilizado por estar en zona de exclusión no hay ninguno nuevo, sólo se ha reubicado a los chavales en distintos lugares, incluso algún centro modular hecho con urgencia", espeta subiendo el tono. Continúa algo más calmado "¿Y las nuevas casas? Aún sigue habiendo gente en hoteles porque no tiene otra solución".
Pero a diferencia de Víctor, José Manuel o Francisco son muchos los que no se atreven a dar su nombre por el miedo a la presión social de "pueblos pequeños donde se sabe todo". Hay quien llega a admitir sottovoce que no quiere "perder las pocas ayudas que tiene". Otro, un empresario local, se arranca a hablar con una fórmula bastante explicativa. "Que cómo estamos, pues bien jodidos". "Te diría aquello de 'lo prometido es deuda', pero es que no es ningún refrán; es que las ayudas o no han llegado o las que sí lo han hecho... ahora vendrá Hacienda con la declaración".
Lo hace pese a considerarse de "los afortunados" que sólo tuvo que cerrar su negocio cuatro meses. "Van dos años largos y aún hay locales sin abrir; sólo nos queda trabajar, trabajar y trabajar", añade con dolor. Un sentimiento que preside la cara oeste de una isla, como bien sabe una colaboradora de la Parroquia de Los Remedios, en Los Llanos. "El volcán no mató a nadie, pero sí se llevó la salud de muchas personas, sobre todo personas mayores" en las que considera que "por encima de todo ha quedado mucha tristeza".
Cicatrices en el alma que, como la lava, ya son parte del paisaje de la Isla Bonita.