'Star Trek': entender o no

'Star Trek': entender o no

Para entender 'En la oscuridad', sólo hace falta haber oído el estruendo de las caceroladas contra la guerra de Irak, o haber sentido perplejidad ante una democracia que captura a un terrorista, lo mata sin juicio ninguno y tira su cuerpo al mar. ¿El fin justifica los medios?

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El apacible azul del Londres del año 2259 se ve alterado por el rojizo de una explosión. Este paisaje urbano forma parte de nuestra experiencia, tanto por los referentes arquitectónicos -a la derecha, la reconocible cúpula de la Catedral de Saint Paul- como por la estupefacción y el horror que produce el terrorismo. © Paramount Pictures. Todos los derechos reservados.

Tenemos un montón de excusas absurdas para no hacer cosas, cada cual las suyas, según las filias y las fobias particulares, pero una de las que se lleva la palma es la de no entender. «Paso del museo porque no entiendo de arte». «No veo el partido porque no entiendo de fútbol». E incluso, estirando de jerga, «¿Hace falta entender para ir al desfile del orgullo?» Con la última película de Star Trek -En la oscuridad (2013), dirigida por J. J. Abrams- puede pasar lo mismo. «Ni me acerco al cine, que no entiendo nada sobre tipos con orejas puntiagudas o motores interestelares de curvatura».

Es cierto que para un neófito introducirse en la franquicia creada por Gene Roddenberry en 1966 puede representar una tarea ingente, ya que acumula 50 años de historia, 725 capítulos repartidos en las 30 temporadas de 6 series de televisión, 12 películas y un enorme montón de videojuegos, novelas, estudios, cómics, juegos de rol y merchandising de lo más variopinto, así como una legión de seguidores que se conocen todos sus vericuetos y retruécanos al dedillo. Sin embargo, para evitar agobios prematuros, conviene recordar que En la oscuridad, como su predecesora, titulada simplemente Star Trek (2009) y también de la mano de Abrams, constituyen un reboot de esos que están ahora tan de moda -hace unos días le tocó a Superman-. Es decir, se trata de un nuevo comienzo de la historia original que no requiere conocimientos previos ni posgrados en cultura trekkie.

Por otro lado, y aquí se encuentra el meollo de la cuestión, lo que hay que entender en Star Trek es que la realidad es mejorable. Sí, sí, se trata de ciencia ficción, un género que implica aceptar -y entender, aunque sea mínimamente- unas reglas especiales para lo verosímil, pero eso no lo convierte en mero escapismo. Para entender En la oscuridad, sólo hace falta haber oído el estruendo de las caceroladas contra la guerra de Irak, o haber sentido perplejidad ante una democracia que captura a un terrorista, lo mata sin juicio ninguno y tira su cuerpo al mar. Entre otros temas, como el valor de la amistad, el del sacrificio o el de las reglas, esta película se hace una pregunta pertinente en tiempos de terrorismo: ¿el fin justifica los medios?

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Frente a frente, John Harrison (Benedict Cumberbatch) y el capitán James T. Kirk (Chris Pine). La amenaza del terrorismo se puede convertir en reflejo de uno mismo a la hora de decidir con qué armas combatirla. © Paramount Pictures. Todos los derechos reservados.

En la oscuridad podría parecer un título en los antípodas del futuro eminentemente utópico que ha planteado siempre Star Trek, tan de colorines -e incluso de reflejos y destellos, según la nueva estética que le brinda Abrams-. Pero no es el caso, ya que la utopía que ofrece la visión de Roddenberry sólo tiene sentido si es entendida como escenario al que aspirar, por muy imposible que parezca. Por tanto, su color y su luz, más que como especulación sobre el futuro, deben entenderse como inspiración para el presente.

Un modelo al que intentar llegar, lo que nos devuelve al verbo "entender". Proveniente del latín ĭntĕndĕre, "estirar" o "dirigir hacia". Así, cuando entendemos algo estamos acercándonos a ese algo. Por eso, la única condición para entender es querer aproximarse, querer eliminar barreras e, incluso, fronteras... quizá para «ir valientemente donde ningún hombre ha ido antes», como se decía al inicio de cada capítulo de la serie original de Star Trek (1966-1969). Una proeza que no requiere pilotar la nave estelar Enterprise, sino, simplemente, poner en acción la curiosidad y el espíritu crítico, e ir al museo, al polideportivo, al desfile y al cine, ir aunque pensemos que no entendemos lo suficiente.