¿Por qué desagrada la película de Almodóvar?
Porque Almodóvar nos retrata como somos, no todos, claro está: sexo adictos, drogadictos, contradictorios, desequilibrados... retrata una sociedad desquiciada capaz de hacer cualquier cosa con tal de olvidarse de los problemas -tantos y tantos- que tenemos y de los que no podemos deshacernos
Porque Almodóvar nos retrata como somos -o como fuimos-, no todos, claro está: sexo adictos, drogadictos, contradictorios, desequilibrados... retrata una sociedad desquiciada capaz de hacer cualquier cosa con tal de olvidarse de los problemas -tantos y tantos- que tenemos y de los que no podemos deshacernos porque tenemos unos políticos -que nos representan, según ellos- absolutamente inútiles e ineficaces, que no conocen la palabra honradez, ni la palabra talento, ni la palabra imaginación... palabras todas ellas, en cambio, que podríamos aplicar a Almodóvar y a su cine. Además un problema del cine de Almodóvar es que la piel de sus películas es tan brillante, tan hermosa, que a muchos les cuesta adentrarse más en lo que el director quiere contar, aunque casi me atrevería a decir que la forma es el mensaje, y no es poco mensaje, contra lo que algunos han dicho. Nos dejamos arrebatar por la belleza de los planos, por el color, el vestuario y la música o por el humor que desprenden los actores, y nos perdemos en un universo, esta vez vintage, en el que incluso el director, con el mayor de los descaros -habitual por otra parte en él- se cita a sí mismo, en la mayor demostración de que la película quiere movernos la butaca y transportarnos al sueño casi naif que vivimos durante los años ochenta.
A mucha gente le desagrada la película y es porque les perturba y porque ellos, los molestos con el filme, ya no son los modernos que fueron tiempo atrás. Ahora ni son rompedores, ni vanguardistas, ni transgresores y les disgusta que les recuerden su pasado y su conservador o directamente reaccionario presente. Se han hecho mayores o incluso muy mayores y sus vidas están vacías y tristes y es duro que te lo griten desde la pantalla. Porque Los amantes pasajeros es una oda a la diversión, a la libertad -al libertinaje- del sexo y de cualquier otra cosa. Es una plena invitación a saltarnos todas las normas y eso hay gente que en esta neoconservadora segunda década del siglo XXI no lo acepta, no lo entiende, ni está dispuesta a dejar que los demás lo hagan. Están mayores y deprimidos y la vida intensamente arrolladora que destila la película les amarga. Como amarga vernos jóvenes en una vieja fotografía y a continuación mirarnos al espejo. Y estoy hablando -claro está- de los que van lanzados a la cincuentena o están -como es mi caso- plenamente instalados en ella y fuimos moldeados por el universo Almodóvar.
Algunos de los comentarios y de las agresivas críticas que hemos leído en algunos medios, incluso progresistas, nos dan pistas del posicionamiento moral y político de quienes las escriben y no hacen sino retratar una vieja homofobia. Esa que habíamos pensado, ingenuamente, que se había ido, pero que realmente tan sólo se había ausentado y ha regresado o quizás es que nunca se había ido, disfrazada de profesional crítica de cine... lo único que han conseguido estos críticos es que más gente vaya a ver la película para ver por sí mismos si es tan mala cómo dicen.
Pero en realidad Los amantes pasajeros es una fantástica comedia disparatada y vital, llena de luz, color y alegría de vivir, en la que Almodóvar nos ha querido llevar en un viaje a través del tiempo para que veamos cómo fuimos -y como nos gustaría seguir siendo a algunos- antes de que la especulación, la corrupción, los políticos y la crisis nos machacaran la mente y el bolsillo. La critican quienes no están dispuestos a mirar hacia atrás para ver en lo que nos estamos convirtiendo: una sociedad triste y aburrida, conservadora, mediocre y sexualmente anodina, que no quiere que le recuerden todo lo que ha perdido.
Por todo eso precisamente a mí me gusta la película de Almodóvar y en cambio por eso mucha otra gente -contradictoriamente- está viéndola, para confirmar que ellos no son como los locos y las locas del filme, que ellos son más sensatos, que no son maricas llenas de pluma -como mucho gais súper integrados y normales-, que no están arrebatados por el sexo o las drogas y que no hacen las locuras que cometen uno tras otros los personajes de este filme que en realidad es un cómico y disparatado tirón de orejas que Almodóvar nos da para que reaccionemos antes de que la muerte se nos lleve -dentro de unos pocos años- en un acto más de la sosa rutina en la que cómodamente nos hemos instalado para sobrevivir a tanto desahucio vital, social y cultural.