Luna de miel en Roma
Vivimos un período histórico reaccionario (con breves recesos progresistas) y hay que salir de este estado de cosas lo antes posible sino queremos que esto acabe muy mal, especialmente para colectivos como el LGTB o como las mujeres.
Mi pareja y yo fuimos de los primeros gay en casarnos en España. Lo hicimos en Madrid en 2005 y nos marchamos de luna de miel a Roma, una de las ciudades más homofóbicas de Europa; una paradoja con la que convivimos a menudo los amantes del arte. Un año antes, en 2004, habíamos sido portada de El País Semanal. Por primera vez una pareja gay reivindicaba desde la portada el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo, junto a otras parejas de gais y lesbianas. Han pasado ya ocho años y el Tribunal Constitucional español acaba de avalar la legitimidad de nuestro derecho al matrimonio frente al recurso que presentó el Partido Popular. Todo parecía presagiar un final feliz para el colectivo LGTB español. Pero las cosas no son exactamente lo que parecen...
La derecha conservadora o directamente ultra reaccionaria, gobierna en el Estado español, en la mayoría de las autonomías y en muchos de los pueblos y ciudades, lo cual no está ayudando precisamente a consolidar nuestros derechos, como tampoco los de las mujeres o los de otras minorías. Nada se hace desde el Estado, y poco desde los Gobiernos autonómicos, para que los derechos LGTB se consoliden. Y sé bien de qué hablo ya que desde 2004 presido una asociación con la que organizamos desde hace ocho años el Festival Visible, la mayor cita cultural LGTB que tiene lugar en España y que este año dejará de celebrarse por falta de apoyo institucional.
Los Gobiernos de la derecha no son abiertamente homófobos, porque en nombre de lo políticamente correcto saben que no quedarían bien retratados. Pero las ayudas que daban a los colectivos gays o para las campañas de prevención del VIH se van reduciendo año tras año e incluso desaparecen con la excusa de la crisis, aunque a menudo no necesitan ni tan siquiera excusas para eliminarlas. Esta desatención está llevando a la ruina a los agentes sociales y culturales que trabajan por los derechos del colectivo LGTB.
Otro ejemplo muy concreto: nuestro colectivo (Asociación Cultural Visible) ha reunido durante estos últimos nueve años una importante colección de arte de temática gay y lesbiana, con más de mil obras de arte, la mayor parte de las obras han sido donadas por los propios artistas, con la idea de crear en España el Museo Visible de arte LGTB, pero parece que ninguna institución de este país está interesada en el proyecto, desde luego no lo está el Ayuntamiento de Madrid cuya alcaldesa (Ana Botella, esposa del expresidente José María Aznar) posee un talante ultra conservador y ultra religioso que define bien cuales son sus intereses, más bien centrados en los toros y en las fiestas religiosas, que en apoyar la visibilidad cultural gay.
La Colección Visible (con obras de Hockney, Tom of Finland, Yoko Ono, Yves Saint Laurent, Picasso o Dalí) no encuentra en España un espacio donde ser expuesta. Pero tampoco ninguna otra ciudad española -al menos hasta ahora, aunque seguimos intentándolo- parece interesada en un proyecto que podría suponer una buena fuente de ingresos, pensando en el turismo gay nacional e internacional. Ni los alcaldes del PP (derecha) ni lo que es peor, los del PSOE (izquierda), que son mayoritarios en España, parecen ver claro qué réditos políticos obtendrían de un proyecto de este tipo y prejuiciosamente piensan que apoyándolo se estarían enfrentando a la Iglesia o a una parte de la ciudadanía y que esto quizás les pueda restar votos en las próximas elecciones a las que se tengan que enfrentar. Sólo así puede entenderse que no acepten el regalo de una importante colección de arte que sólo traería riqueza a sus ciudades...
Así están las cosas en la España actual. Sobre el papel somos iguales y tenemos los mismos derechos, pero en la realidad aún queda mucho por hacer. La etiqueta arte o cultura gay despierta la homofobia en la parte conservadora de la sociedad y esta no es menor, vote al partido que vote. El totalitarismo lo impregna todo en este país que vivió casi cuarenta años de dictadura (entre 1939 y 1977) y está presente de forma transversal en todas las instituciones que conforman el Estado. El autoritarismo, el clasismo, la homofobia, el machismo y la falta de espíritu democrático se puede ver a menudo en los museos, en la prensa o en las direcciones de los hospitales, las televisiones públicas o privadas y hasta en la dirección de empresas de transportes como el Metro de Madrid que no permiten que una exposición de temática gay ocupe su Sala de la estación de Retiro. Sin embargo cuando esto mismo ocurrió hace siete años, en el suburbano de México DF hubo un movimiento ciudadano de protesta que hizo que se levantara este absurdo veto y que se llevaran a cabo en varias estaciones diferentes exposiciones de temática homosexual y contra la homofobia.
El actual equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid (de nuevo Ana Botella) lenta pero inexorablemente, también está desactivando las fiestas del Orgullo Gay que habían puesto a esta ciudad en el mapa de las mayores fiestas de Europa, al nivel de los Sanfermines de Pamplona o la fiesta de la cerveza de Munich. Unas fiestas gais aptas además para todo tipo de público y que atraen a cientos de miles de visitantes de todo el planeta. Las fiesta gais de Madrid, además de su indudable perfil social y reivindicativo, no hay que olvidar que dejan decenas de millones de euros en nuestra ciudad, pero cada año se le están poniendo más trabas a su realización, eso sí siempre se trata de problemas "técnicos", aparentemente la ideología no aparece por ningún lado pese a que todos sabemos que el ideario católico y reaccionario predominante en el Ayuntamiento es lo que les lleva a actuar de ese modo y a poner tantas trabas a estas populares fiestas. Pese a todo durante los últimos años las fiestas del Orgullo, como popularmente se las conoce, han sido la mayor celebración de la ciudad, incluso por encima de las fiestas religiosas (algunas iniciadas durante la dictadura franquista) o las propias fiestas municipales de San Isidro. Y esto de que las fiestas gais sean las más concurridas de la ciudad a más de uno debe provocarle un insoportable deseo de acabar con ellas...
Otro activo que trabaja contra nuestros derechos es el peso político y económico que poseé en España la Iglesia Católica, algo que resulta aún determinante en la vida social y cultural de este país. Se podría pensar que ya no tiene tanta influencia como antes, pero los hechos demuestran lo contrario. La Iglesia Católica española sigue teniendo un discurso homofóbico y reaccionario heredado directamente de la dictadura franquista, con la que se fundió durante cuarenta años, y de la que aún no se ha separado ideológicamente. La Iglesia católica (una organización predemocrática que no reconoce la igualdad de las mujeres ni de los homosexuales) en España apenas paga impuestos y a través de su estructura oficial o de sus sectas paralelas (Legionarios de Cristo, Camino Neocatecumenal -los Kikos-, Opus Dei...) controla miles de colegios, universidades, residencias de estudiantes o de mayores y hospitales y recibe cerca de diez mil millones de euros del Gobierno en subvenciones que no justifica porque no tiene la obligación legal de hacerlo. Una parte de este enorme poder lo dedica a cuestionar importantes avances sociales de la sociedad civil: matrimonio gay, derecho al aborto o al divorcio... con el apoyo de los miembros católicos del actual Gobierno, presidentes de autonomías o alcaldes afines.
Pero no me gustaría dar la impresión de que no se ha hecho nada o que no se ha avanzado durante estos años. Con el apoyo de la izquierda se ha avanzado mucho en España en estos primeros años del siglo XXI en todo lo que tiene que ver con los derechos de gais, lesbianas y transexuales y los avances legislativos han sido muy relevantes. Nuestro marco legislativo es admirado y envidiado en todo el mundo. Desde luego es mucho mejor que el de la mayoría de los países europeos y no digo ya del resto de países del mundo. Pero, entre otras muchas cosas, queda algo importante por lograr: ayudar a crear la conciencia ciudadana de que todos somos iguales y que todos tenemos derecho a disfrutar de los mismos derechos, independientemente de nuestro género o nuestra sexualidad.
Por ejemplo no es anecdótico, sino más bien representativo de la situación actual, que Televisión Española censure, como ha hecho, un beso entre dos hombres. Para esta televisión pública un beso entre un hombre y una mujer no es pornográfico, pero uno entre dos hombres o dos mujeres sí lo es... Porque rememorando a Shakespeare en El mercader de Venecia, cuando el judío Shylock reivindica su dignidad humana: ¿Acaso son distintas las bocas o la forma del beso? No, no lo son. Son exactamente iguales. Pero la derecha conservadora se niega a aceptarlo y esta es la que gobierna en este momento en casi todos lados, independientemente de las siglas con las que lo hagan...
Vivimos un período histórico reaccionario (con breves recesos progresistas) y hay que salir de este estado de cosas lo antes posible sino queremos que esto acabe muy mal, especialmente para colectivos como el LGTB o como las mujeres, que vamos perdiendo derechos con los sucesivos recortes que se están llevando a cabo. Con ellos tratan de poner fin al Estado social (igualitario, solidario y libre) que surgió en Europa a finales del siglo XVIII con la revolución francesa y que se fue desarrollando a golpe de revoluciones y levantamientos populares durante los dos siglos siguientes. Ahora nos toca a nosotros impedir que entierren nuestros derechos con la excusa de que acabar con la crisis es lo único importante.