Trump: la impotencia de Europa

Trump: la impotencia de Europa

Europa ha constatado que, si sucede lo más previsible y gana Trump en noviembre, entrará en una grave crisis defensiva.

El expresidente de Estados Unidos y candidato republicano Donald Trump.Andrew Harnik/Getty Images

El pasado 18 de julio, los dirigentes europeos se reunieron en el Palacio de Blenheim, cercano a Oxford, en el Reino Unido, para la primera gran cumbre de la Comunidad Política Europea en suelo británico, cuatro años después del Brexit. Cuarenta y cinco jefes de Estado o de Gobierno fueron invitados y el nuevo primer ministro británico, el laborista Keir Starmer, trató de aprovechar la oportunidad para renovar los lazos con la Unión Europea y marcar el inicio de un regreso de su país a la escena internacional tras el amargo y desconcertante periodo conservador den desconexión que alcanzó su punto álgido en el Brexit. El lugar del encuentro tenía relevante simbolismo ya que en el palacio de Blenheim, del siglo XVIII, nació Winston Churchill, uno de los grandes hacedores de la Europa actual.

Esta cumbre, abierta a países cercanos a los de la UE como Turquía o la propia Ucrania, es la cuarta en su clase que se celebra, a iniciativa del francés Macron, desde que Moscú atacó Ucrania en 2022. El propósito de tales reuniones ha sido auspiciar un debate autónomo comunitario entre los 27 y su entorno, independientemente de otros aliados como los Estados Unidos o de potenciales enemigos como Rusia y China.

Esta reunión, que había sido planteada con fines teóricamente abstractos, de recuperación de una mayor sintonía europea que incluyese de nuevo al Reino Unido y de replanteamiento del vínculo trasatlántico tras el estancamiento de la guerra de Rusia contra Crimea, acabó siendo, como es natural, un análisis de la compleja coyuntura que anuncia la retirada -entonces inminente- de Biden de la carrera presidencial americana, que se ha convertido en un argumento más para presagiar la más que probable victoria de Trump en las elecciones de noviembre. El lunes anterior al encuentro había sido designado el senador J.D. Vance compañero de ticket de Trump en las presidenciales, lo cual ha sido interpretado en Europa como un paso más de Washington en el camino de forzar a Ucrania a firmar una paz con Rusia basada en unas humillantes cesiones territoriales (de momento, solo Viktor Orban es proclive en Europa a esta tesis).

Al propio tiempo, las posiciones del trumpismo auguran un cambio de las prioridades defensivas de USA para centrarse en Asia, con el fin de disuadir a China, lo que dejaría en Europa cada vez más sola en la defensa de su propia seguridad. Lo único cierto, de momento, es que Trump ha prometido una rápida terminación de las hostilidades en Ucrania, pero no ha dicho de momento cómo podría lograr esta proeza. Sigue en pie, en todo caso, su amenaza de no proteger a los países aliados que no inviertan en defensa y seguridad al menos el 2% del PIB. El mes pasado, la OTAN constataba que 23 de los 32 miembros de la alianza ya están cubriendo dicho objetivo (hace un año eran apenas 10); además, el gasto militar de la OTAN, excluidos los Estados Unidos, alcanzará 430.000 millones de dólares este año a precios de 2015, frente a 250.000 millones en 2014; los Estados Unidos, por su parte, gastan el 3,4% del PIB en defensa, 2/3 del total de la OTAN.

En definitiva, los países aliados de Europa están avanzando, pero demasiado lentamente, en la creación de un sistema defensivo propio, que incluye ya una creciente producción de armas y municiones, pero la dotación de armamento moderno y de equipos críticos, incluidos los sistemas de defensa aérea, tardará todavía años en ponerse al día para competir con Rusia. Tampoco es difícil advertir que el entusiasmo reciente de Alemania a la hora de rearmarse para responder a la agresión rusa de Ucrania ha ido decayendo a medida que los grandes países europeos han tenido que abordar otros problemas; el anunciado aumento del gasto militar prometido por Scholz que ha quedado, de momento, en nada.

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Europa, por lo tanto, ha constatado que, si sucede lo más previsible y gana Trump en noviembre, entrará en una grave crisis defensiva, sin fuerza suficiente para contrarrestar el empuje ruso y mucho menos para respaldar a Ucrania hasta una paz honrosa. Porque su gran aliado, los Estados Unidos, estará ocupado en preservar su hegemonía en otros lugares calientes del planeta. Pero ello no suscita una respuesta potente y decidida. El negro panorama que se otea en el horizonte próximo recuerda la frivolidad europea de los años 20, que fue una de las causas de la Segunda Guerra Mundial.