Por qué perdió Kamala Harris
Existe una desigual relación causa-efecto entre estos elementos y la derrota del centro izquierda en USA. Pero el éxito de Trump solo se explica si se ponderan juntos todos los ingredientes que han lastrado a los demócratas.
Los dos grandes partidos norteamericanos, el Republicano y el Demócrata, son gigantescos aparatos políticos sostenidos por familias ideológicas, grupos de presión, intereses económicos, laboratorios de ideas y fuerzas sociales de rangos diferentes que defienden las opciones clásicas que caracterizan a la sociedad americana desde hace muchos decenios. Una sociedad que ha ido evolucionando, obviamente, y cuyo devenir ha marcado la pauta al sistema político global. La derecha que representa el Partido Republicano y la izquierda socialdemócrata encarnada por el Partido Demócrata van a caballo de tendencias y opiniones que afectan a todo el hemisferio político liberal.
Hace cuatro años, el demócrata Joe Biden, ya con 78 años, ganó las elecciones presidenciales ante un Trump desaforado que se negó a aceptar la derrota y auspició un verdadero golpe de estado contra el Congreso que todavía no se ha depurado judicialmente. El candidato Biden había sido la solución de consenso que evitó una pugna destructiva en el interior de su partido, que aún no se había rehecho el desconcierto que le produjo la derrota de Hillary Clinton ante Trump en 2016. Biden se comprometió a promover una profunda renovación, no solo ideológica sino también generacional, pero aquella promesa quedó incumplida. Tanto fue así que los demócratas cometieron la imprudencia de aceptar la continuidad de Biden y su presentación a la reelección, a pesar de que el provecto líder cumplirá 82 años el próximo día 20 de noviembre. El resto de la historia es conocido: Biden se desmoronó era el primer debate ante Trump y hubo que buscarle un sustituto a toda prisa. Cien días tuvo Kamala Harris para preparar una candidatura que, en circunstancias normales, se fragua durante varios años. En ese plazo, fue imposible, evidentemente, que Harris prometiera otra cosa que continuidad de las políticas actuales. Visto así el panorama, nadie puede sorprenderse por el desenlace electoral: una victoria de Harris hubiera sido casi una proeza sobrehumana.
Los analistas políticos han detectado mayoritariamente tres supuestas causas principales de la derrota de Harris: una, las escasas garantías de que aquella mujer, sin experiencia alguna en temas económicos, mantendría controlada la inflación, que se le desmandó a Biden por la pandemia, y de que se recuperarían los salarios y, en general, el nivel de vida. Dos, la escasa claridad de las propuestas de la candidata sobre inmigración, asunto en que mantuvo una posición ambigua y distante durante su cuatrienio en la vicepresidencia. Y tres, un pretendido abuso de los demócratas en el cultivo de la llamada cultura «woke», que se plasmó en forma de excesivas concesiones a ciertas minorías que habrían terminado colmando la paciencia de la gente común.
Es probablemente cierto que existe una desigual relación causa-efecto entre estos elementos y la derrota del centro izquierda en USA. Pero el éxito de Trump solo se explica si se ponderan juntos todos los ingredientes que han lastrado a los demócratas. La inflación causada por la gran pandemia fue inquietante y destructiva pero los Estados Unidos embridaron rápidamente los precios hasta la contención actual, mientras se experimenta un crecimiento que casi duplica el europeo. En cuanto a la inmigración, republicanos y demócratas gestionan como pueden la presión fronteriza y frenan las entradas masivas que habrían imposible cualquier intento de integración. Y por último, en lo tocante a la cultura woke, no parece que los jóvenes, molestos hoy por las trabas al aborto impuestas por Trump, vayan a retroceder masivamente en el abrazo a los criterios progresistas que hoy caracterizan al país.
¿Porqué, pues, ha perdido Harris las elecciones? Pues porque el electorado ha desconfiado de su capacidad, no por ser mujer y de color sino por su inexperiencia, por su falta de biografía, por su invisibilidad a lo largo del cuatrienio y por la forma precipitada e improvisada de su designación. El futuro es cosa demasiado seria para fiarlo a personas que no han acreditado su competencia. Trump es un peligroso misógino, un maleducado insoportable, un megalómano peligroso, pero son innegables su fortaleza de carácter y su vis política, a pesar de que su enfermizo temperamento pueda acabar arrojándonos a todos al despeñadero.