Harris está del lado de la libertad
"En el centro del programa económico de los demócratas está el compromiso de ayudar a los norteamericanos comunes, a la clase media".
Pocos días después de que tres norteamericanos ganasen del Premio Nobel de Economía —Daron Acemoglu y sus colaboradores Simon Johnson y James A. Robinson— con sus teorías del efecto benéfico de la institucionalización democrática sobre el desarrollo de los países y el bienestar de las personas, otro ilustre Nobel estadounidense de Economía (de 2001), Joseph E. Stiglitz, ha publicado un resonante artículo en cadena en todo el mundo en el que, sumándose al homenaje a sus colegas, defiende la tesis de que “Harris es la candidata de la libertad”. A su juicio, el Partido Demócrata es el que realmente cree en los grandes códigos de los derechos sin los cuales no hay libertad posible. Stiglitz explica que: “la lucha de la vicepresidenta Harris por nuestro futuro es también una lucha por la libertad. En estas elecciones, están en juego muchas libertades fundamentales: la libertad de tomar las propias decisiones sobre el propio cuerpo sin interferencia del gobierno; la libertad de amar a quien amas abiertamente y con orgullo; y la libertad que abre el camino a todas las demás: la libertad de votar”, que quedó seriamente comprometida cuando, tras pasadas elecciones, el candidato derrotado arengó a las muchedumbres y las empujó a ocupar ilegalmente el Congreso en un conato claro de golpe de Estado.
Stigliz denuncia, con toda la razón, que en esta campaña se han corrompido los términos del lenguaje. Mientras los reaccionarios, populistas y libertarios se llenan la boca de la palabra libertad, son realmente los progresistas del veterano Partido Demócrata quienes impulsan una verdadera agenda de libertad para todos los Estados Unidos. Y efectúa algunas observaciones:
Una primera, que se olvida a menudo, indica que la palabra libertad no tiene sentido alguno si quienes la pronuncian o la invocan no tienen suficiente sustento que llevarse a a la boca y viven en la indigencia. No hay libertad sin la dignidad de un régimen de vida adecuado.
Una segunda, invoca aquella conocida afirmación de Isaíah Berlín: “la libertad de los lobos a menudo ha significado la muerte de los corderos”. Y recuerda que la liberalización financiera -solo para los banqueros- de los años 1990 y 2000, que desembocó en la gran crisis de 2008, hubiese terminado en incontenible tragedia si el Estado no hubiera intervenido con miles de millones de dólares… procedentes de los tributos de los contribuyentes, cuya libertad quedó cercenada por la imprudencia de los gestores que aceptaron el influjo malvado del frívolo‘laissez faire’. Según estos ilustres economistas mencionados, la existencia de un régimen real de libertades requiere normas, ya que el principal combustible de las economías es la confianza. Por eso, es más creativa la propuesta ordenada, inteligible, de Harris que el desorden pulsátil y voluble de un Trump que, seguro de su ‘genialidad’, improvisa cada mañana.
Pero sobre todo los estadounidenses deben pensar qué modelo de sociedad pretenden establecer a largo plazo. En el asunto capital de las libertades fundamentales, Harris ya ha anunciado la reversión del recorte del derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo, quebrantado por Trump. Pero además, ha de considerarse que en el centro del programa económico de los demócratas está el compromiso de ayudar a los norteamericanos comunes, a la clase media; en tanto Trump ha prometido recortes multimillonarios a las corporaciones por importe de 7.500 millones de dólares. Y es muy significativo comprobar que, ante uno de los grandes problemas de los norteamericanos, el acceso a una vivienda digna -la situación es comparable a la española, a la europea, en cuanto a precariedad-, Harris ha preparado un plan integral que contempla grandes facilidades para el primer acceso a una vivienda en propiedad. Y Trump ni siquiera ha mencionado un asunto que, según los radicales ultraconservadores, podría afectar la derecho de propiedad.
Es irritante observar cómo los magnates populistas de diversas nacionalidades, con Trump a la la cabeza, engañan a las multitudes con axiomas como el de la mano invisible del mercado para la asignación correcta de recursos. El mercado es un motor económico incuestionable, y quien lo ignore se estrellará en la incompetencia, pero el mercado solo no extiende la equidad, la justicia, la nivelación y la integración sociales.