El deporte y la vida

El deporte y la vida

"Los griegos de la Antigüedad nos enseñan que si un deportista quiere ser referente y portador de valores, tiene que aspirar a ser un buen hombre o una buena mujer, es decir, un buen ciudadano".

Diego Botin y Florian Trittel, oro en vela en estos JJOO de ParísEFE

El mismo día en que España se alzaba con la Eurocopa de fútbol masculino, Carlos Alcaraz venía de conquistar su segundo Wimbledon, mientras asistíamos también a una de las etapas más duras del Tour de Francia por tierras pirenaicas. Con un ojo puesto en estas hazañas, iba yo subiendo ese día al Aneto y la Maladeta desde mi Valle de Aran. Allí pude compartir la expectación por estos eventos con algún montañero y me permite significar hoy la relevancia del deporte, tanto como espectáculo de masas, como actividad de bienestar para las personas que lo practican, sean o no profesionales. El deporte es uno de los fenómenos sociales más importantes del siglo XX, y está llamado a desarrollar un gran impacto en la sociedad del siglo XXI.

En este nuevo paradigma, la persona deportista se convierte en verdadero sujeto de derechos y deberes, que vamos a desarrollar en el seno de la subcomisión para el Estatuto del Deportista, aprobada recientemente por el Congreso, de acuerdo con el mandato establecido por la Ley del Deporte.

Asimismo, los grandes deportistas ejercen un liderazgo que va más allá de su aventura particular. Allende su mera voluntad, en el ejercicio de su actividad, ellas y ellos son referentes y portadores de valores, sí, pero no de unos cualquiera, sino de los que tienen que ver con la cooperación, la confianza, la honestidad, la disciplina y la superación de los propios límites, proyectándolos, a tenor de su repercusión personal y mediática, a una sociedad que muchas veces intenta reflejarse en ellos. Ahí está el avance sin parangón del deporte femenino, con la victoria del Mundial de fútbol como uno de sus máximos estandartes para un país con deseos de más igualdad.

Así lo estamos viendo también durante los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París, que nos están haciendo vibrar de nuevo y donde juegan a su vez factores geopolíticos de primer nivel, en unos tiempos especialmente convulsos. España, potencia deportiva, participa con su segunda representación más numerosa (382 deportistas, de los que 192 son mujeres y 190 hombres), después de Barcelona 92, y ya en estos primeros días está demostrando su capacidad de encadenar varias gestas tras los buenos resultados, medalla incluida, en vela, en judo, 20 km femenino y masculino, kayak individual y boxeo, y el buen ritmo y las expectativas puestas en waterpolo, natación, fútbol, tenis, marcha, triple salto, bádminton, taekwondo, piragüismo, escalada, tiro olímpico, golf. Por eso, son tan necesarios programas de apoyo como el Team España, de preparación olímpica, por parte del Consejo Superior de Deportes, que se suma al Programa de Atención al Deportista de Alto Nivel, para una atención integral.

Los JJOO actuales son hijos de la modernidad, pero resulta útil también echar la vista más atrás. Además de las sagradas treguas de la Antigua Grecia para suspender las guerras en tiempos olímpicos, hoy infructuosas a pesar de su reconocimiento actualizado, según la resolución 48/11 de 25 de octubre de 1993 adoptada por la Asamblea General de la ONU, Píndaro decía en sus Odas olímpicas que “la luz perdurable de las virtudes es la luz que eterniza la victoria”. Los griegos creían que la virtud es fuente de felicidad. Para ello, había que ser un buen ciudadano. De hecho, como señala Alasdair MacIntyre en Tras la virtud, la definición implícita de griego, por oposición a la de bárbaro, se basa en la de miembro de una comunidad con derecho a asistir a los Juegos Olímpicos.

Los griegos de la Antigüedad nos enseñan que si un deportista quiere ser referente y portador de valores, tiene que aspirar a ser un buen hombre o una buena mujer, es decir, un buen ciudadano. Si no, ¿para qué sirve su ejemplo? El virtuoso es el que dice la verdad y se responsabiliza de sus acciones, tiene cierto autocontrol, como diríamos hoy, y posee “sencillez de carácter”, mientras se condenan “la falta de sensibilidad y de piedad” así como la grosería, la mezquindad y la falta de generosidad, según MacIntyre.

Más allá de la victoria deportiva de hoy, el ser humano camina continuamente hacia su destino. Las victorias y las contiendas pasan, pero siguiendo a Píndaro, sabemos que “el bien que adviene cada día para todo mortal es el mayor”, porque es en la cotidianidad del trato con los demás y para con uno mismo donde nos jugamos la verdadera hazaña de nuestra vida. 

Espacio Eco
Un proyecto de Espacio Eco

Amador Marqués es diputado por Lleida y portavoz de Deporte del Grupo Parlamentario Socialista.