La derecha se censura a sí misma
Con la nueva moción han demostrado que dejan de entenderla como un legítimo instrumento constitucional para convertirla en testigo mudo de su incapacidad.
El Congreso de los Diputados, la casa de la soberanía nacional, el lugar donde se debate y se construye el futuro de un país con leyes publicadas en el Boletín Oficial del Estado, se ha convertido en los últimos años en un espacio en el que algunos quieren que proliferen los insultos y las descalificaciones, se imponga el ruido frente al diálogo y al acuerdo, se escondan los avances bajo el manto de la crispación y se silencie el entendimiento para favorecer la división.
La actitud irresponsable de la derecha española desde que perdió las elecciones en 2019 es inadmisible. Con la nueva moción de censura han demostrado que dejan de entenderla como un legítimo instrumento constitucional para convertirla en un testigo mudo de su incapacidad, haciendo del Parlamento el lugar donde alzar los peores sentimientos para mostrar su animadversión al progreso de la sociedad.
En medio de la peor pandemia mundial de los últimos cien años, con la erupción de un volcán en la isla de La Palma o el inicio de la guerra en Ucrania tras la invasión rusa, el Partido Popular y VOX nunca han entendido que en una democracia, Gobierno y oposición deben unir esfuerzos, sumar voluntades, por el interés general del país cuando el contexto global es tan incierto, volátil y cambiante como el que vivimos. Hemos tenido la peor oposición en el peor momento posible.
El debate de la moción de censura sin plantear un proyecto alternativo de gobierno y con un candidato como el profesor Ramón Tamames, que ha reconocido públicamente no querer presidir gobierno alguno, es un ejercicio más de cinismo e irresponsabilidad que denota una triste forma de entender la democracia. La ultraderecha de VOX ha plasmado un ideario que atenta contra el espíritu de la Constitución Española de 1978, que vulnera los derechos y libertades de los ciudadanos y que tiene como único propósito retroceder en todos los avances y conquistas sociales alcanzadas.
No proponen nada pero les molesta todo. En estos tres años de legislatura hemos visto de todo, desde la petición de VOX de articular el estado de alarma para hacer frente a la pandemia en marzo de 2020, para luego recurrirlo al Tribunal Constitucional en un ejercicio de funambulismo y de incoherencia política. Desde cuestionar los derechos de las mujeres o la dignidad de las personas LGTBI, a criticar a las pymes y a los autónomos. Desde criticar los quince acuerdos con agentes sociales y empresarios, al catastrofismo al que nos abocan, según ellos, la reforma de las pensiones que garantiza su sostenibilidad en el futuro, o la reforma laboral que ha hecho posible que hoy en España uno de cada dos españoles que firma un nuevo contrato sea indefinido frente a la época de gobiernos del PP, donde sólo uno de cada cuatro españoles firmaba un contrato indefinido. Una reforma laboral que ha hecho también posible que hoy haya un millón de afiliados más a la Seguridad Social que antes de la pandemia y una caída histórica de la temporalidad que tanto lastraba las oportunidades laborales de mujeres y jóvenes.
También, si algo ha vuelto a demostrar la derecha y la ultraderecha durante el debate de la moción de censura es que, ante la imposibilidad de refutar los buenos datos económicos, no les produce rubor cuestionar las fuentes internacionales que los reflejan.
Así, cuestionan el crecimiento del 5,5% de nuestra economía en 2021 y 2022, acusando al Gobierno de falsear los datos cuando estos se desprenden del Banco de España, la OCDE, la Comisión Europea o Eurostat. O cuestionan también que las previsiones, por ejemplo de la OCDE, para el crecimiento de nuestro país en 2023 se han elevado en los últimos días en cuatro décimas, hasta alcanzar un 1,7%. Ponen en duda también la veracidad de que somos uno de los países con la inflación más baja de la Unión Europea, un dato publicado por Eurostat, y que hemos logrado reducir en cinco meses cinco puntos de inflación gracias a las medidas de política económica aplicadas por el Gobierno de Pedro Sánchez.
Pero lo más significativo del debate de la moción no han sido los bulos y mentiras de Santiago Abascal ni sus ausencias del hemiciclo, a las que nos tiene acostumbrados, sino el cambio de rumbo del Partido Popular con Alberto Nuñez Feijóo, que ha unido su futuro político al de la ultraderecha. En solo un año al frente del PP, ha conseguido reducir su moderación a cenizas.
Feijóo llegó al liderazgo de su formación tras expulsar a su antecesor, Pablo Casado, tras condenar un presunto caso de corrupción entre las filas del PP. Un año después ha conseguido también ser más radical que su antecesor en su alianza con la ultraderecha. Si Casado votó en contra de la moción de Abascal en el otoño de 2020 separando los caminos de la derecha y de la ultraderecha. Feijóo no se conforma solo con alcanzar un acuerdo de gobierno de coalición con VOX en Castilla y León que ha resultado en un año desastroso para los intereses de la comunidad autónoma a los pocos días de estar al frente de la sede nacional de Génova 13, sino que también ha decidido pasar del decente no de Casado a una indecente abstención ante la moción de censura del candidato Tamames presentada por VOX.
Una abstención que es toda una declaración de intenciones de que, por recuperar el poder, Feijóo es capaz de cualquier cosa. Porque solo así se puede entender que el principal partido de la oposición y uno de los artífices de la consolidación democrática, se abstenga ante una propuesta de la ultraderecha que atenta contra la diversidad de España, que cuestiona el modelo constitucional, que quiere romper la convivencia, que atenta contra los derechos de todas las personas y que quiere desmantelar el estado del bienestar construido entre todos durante más de cuatro décadas.
El problema para la derecha y la ultraderecha hoy es el mismo que en 2019, que perdieron abrumadoramente las elecciones tanto el 28 de abril como el 10 de noviembre, y aún no han aceptado el resultado. En vez de trabajar en ideas y propuestas para presentar a los españoles un proyecto alternativo de gobierno al que sí tiene Pedro Sánchez y el Gobierno de coalición progresista, se entretienen jaleando bulos, aumentando el grado de las mentiras y corrompiendo el clima político con tanto ruido y crispación, que solo genera distancia con la ciudadanía. Hoy, en el Congreso de los Diputados, hemos visto cómo la derecha se ha censurado a sí misma.