Suspendidos en España, parados por el mundo
Suspendidos en el aire, con los ojos cerrados o la mirada perdida, en posturas incómodas, flotando en un estado de coma laboral y personal por la pérdida de sus puestos de trabajo. Así permanecen los protagonistas de las fotografías de Álvaro Martínez Alonso (Burgos, 1983) que se exponen en Colonia.
Suspendidos en el aire, con los ojos cerrados o la mirada perdida, en posturas incómodas, flotando en un estado de coma laboral y personal por la pérdida de sus puestos de trabajo. Así permanecen los protagonistas de las fotografías de Álvaro Martínez Alonso (Burgos, 1983) que se exponen en Colonia (Alemania), en la galería 100 Kubik. Junto a ellos, se encuentran los personajes de otro proyecto visual que ha trasladado Martínez a la ciudad alemana en el que todos ellos permanecen estáticos mientras la vida fluye a su alrededor. Se trata de jóvenes españoles que han emigrado a otros países y se han tropezado con una realidad inesperada, "provocando la muerte instantánea de todas las esperanzas y ambiciones que llevaban consigo", apunta Norma Blanco en su crítica sobre Parados por el mundo.
La galería 100 Kubik es el único espacio exclusivo para el arte español que existe en Alemania. Creada en 2007 por la valenciana Carmen González, su objetivo "es trazar un puente de acceso al arte español para el público y mercado alemanes". Es una vía por la que tratan de adentrarse muchos artistas españoles que huyen de nuestro país a la búsqueda de mercados en los que su obra sea apreciada y, sobre todo, les permita desarrollarse profesionalmente como artistas. Una tarea ingente que desborda diariamente la bandeja de entrada del correo de Carmen con currículos de jóvenes promesas y de artistas ya consolidados que, como los protagonistas de las obras de Álvaro, permanecen suspendidos.
Las fotografías y vídeos de ambos proyectos artísticos desembarcan en Alemania tras su paso por el Centro de Arte Contemporáneo de Salamanca. Álvaro reside en Berlín desde hace tres años, una ciudad a la que acuden cientos (o miles) de artistas españoles que tratan de absorber la deslumbrante oferta cultural y creativa que existe en la capital alemana, y abrirse paso en un mercado muy exigente, pero en el que existen puertas abiertas por las que colarse pese a la competencia de artistas de muchísimas nacionalidades.
La obra de Álvaro se exhibe en un país cuya cúpula política y económica coincide en que el drama que refleja la obra del artista burgalés es consecuencia de las decisiones domésticas adoptadas por el sistema financiero español en connivencia con la pasividad de la clase política. Una idea que, en parte, contrasta con aquella visión que comparten muchos españoles de que la política de austeridad impuesta por Alemania y otros socios europeos está ahogando a todo un país y, en especial, a sus futuras generaciones.
Las fotos y los vídeos que se exponen en 100 Kubik relatan una realidad que es incontestable. "La obra", explica Norma Blanco, "se adentra en una metáfora silenciosa, sutil y en cierta manera descorazonadora sobre el futuro incierto de estos protagonistas involuntarios, tristemente elegidos por su tambaleante estado laboral. La suspensión es el estado obligado, la indecisión, el impedimento, el momento previo y crítico donde se debate si estos personajes caerán al vacío o si, por fin, conseguirán estabilizarse".
Álvaro inició su proyecto En suspensióncuando la crisis comenzó a golpear con fuerza a dos de los sectores más afectados por la recesión: la industria y la construcción. "Motivado", explica el autor, "por mis relaciones, mi familia, mis amigos, el barrio donde vivía en Burgos, una ciudad muy industrial, donde la mayoría de mis conocidos trabajaban en talleres o fábricas, comencé a retratar a trabajadores de la industria". Y más tarde, empezó a fotografiar a las nuevas víctimas de la crisis tras los recortes y los despidos en Sanidad, Educación, I+D+i y aquellos eslabones más vulnerables de sectores ya tocados como la agricultura, hostelería, etcétera.
Cuando finalizó En suspensión, Álvaro se fue a vivir a Alemania e inició un viaje por distintos países del Norte de Europa a la búsqueda españoles que, como él, habían emigrado a raíz de la crisis. "Me topé", relata, "con una situación muy triste. Muchos de estos jóvenes vivían en una situación tan penosa como en España, alejados de sus familias, en países muy ricos donde todo es muy caro, y donde además se hablan lenguas relativamente complicadas. Eran jóvenes españoles realizando periodos de prácticas por una miseria con la que no les alcanzaba para pagar ni siquiera la mensualidad de la habitación. Jóvenes trabajando en B y sin derecho al seguro médico, jóvenes desempleados con títulos superiores o incluso doctorados, con varios idiomas, etcétera".
"Hablando con algunos de ellos", explica Álvaro, "salía casi siempre a colación el programa Españoles por el mundo, donde sólo tienen cabida los grandes triunfadores que viven en el extranjero: directivos de grandes empresas, asistentes de embajadores, etcétera, todos ellos con grandes casas, todas las comodidades deseadas... Un programa en el que no se refleja la otra cara de la emigración, la de los jóvenes sin empleo con dificultades para rehacer sus vidas fuera de España. Como respuesta a Españoles en el mundo, nació mi proyecto Parados en el mundo".
César, Carlos, Iván, Óscar, Leticia o Inés flotan en escenarios relacionados con las profesiones de cada uno de ellos. Inertes, permanecen suspendidos a la espera de que un cambio, que hoy sigue siendo imprevisible, les permita enderezarse y retomar sus carreras tras un larguísimo paréntesis que afrontan como si fuera un estado de hibernación. Su realidad es similar a quienes permanecen paralizados en los vídeos de la muestra Parados por el mundo, en la que juega también "con la metáfora del estatismo, incapaz de moverse, mientras todo a nuestro alrededor gira sin descanso. Mientras nosotros no podemos movernos, el mundo se mueve demasiado deprisa", relata la comisaria Norma Blanco.
Metáforas que hoy reflejan una realidad axiomática que golpea con fuerza a miles de ciudadanos pero que, un futuro, se sumarán a las imágenes que ilustrarán uno de los periodos más aciagos de nuestra historia.