Las voces dormidas de las que nadie hablará en el debate
Hay voces que nos acompañan casi a diario a través de los medios audiovisuales. Unas nos atrapan y otras nos perturban antes de que pronuncien una sola sílaba. Voces que, embargadas por la pobreza, se han quedado sin vida. Voces que, avergonzadas por el qué dirán, se han escondido para no ser vistas.
Hay voces que nos acompañan casi a diario a través de los medios audiovisuales. Unas nos atrapan y otras nos perturban antes de que pronuncien una sola sílaba. Conocemos de antemano su discurso. Unas nos sirven para ratificar lo que nosotros ya pensamos y otras para entender por qué estamos tan lejos de lo que opinan quienes están en las antípodas de nuestra ideología.
Voces que nos ayudan a comprender mejor la realidad y otras que sólo contribuyen a distorsionar un paisaje cada vez más turbio. Unas necesarias y otras desechables. Voces que se cruzan y no se encuentran en el Parlamento. Que gritan desesperadas y otras que, aprovechando que las aguas andan revueltas, ladran y se escudan en quienes se manifiestan para tratar de imponer viejos fantasmas.
Voces desgarradoras y voces que desgarran. Voces que piden justicia y voces justicieras. Unas que reclaman derechos y otras que exigen venganza. Voces que ocupan la calle de manera pacífica y otras que ahuyentan. Voces conciliadoras y otras intolerantes. Voces que arriman el hombro y otras sectarias que no aceptan que nadie les contradiga.
Hay algunas que sobresalen y otras más tímidas que evitan ser oídas. Voces que creen que todo lo saben y otras que, pese a ser más sabias, se refugian en el anonimato. Voces valientes y voces cobardes.
Voces con rostro de político que nos representan o nos traicionan. Voces de empresarios y sindicalistas sin rumbo. Voces de ciudadanos con o sin corazón. Voces que han adquirido un tono distinto desde que la crisis se apoderó de ellas. Todas hablan de lo mismo, pero suenan desiguales. El escenario es común, pero la partitura es casi siempre diferente.
Hay voces que se expresan públicamente, pero otras que no. Voces que, embargadas por la pobreza, se han quedado sin vida. Voces que, avergonzadas por el qué dirán, se han escondido para no ser vistas. Voces ahogadas, sin futuro. Sin eco. Muertas en vida. Son las voces dormidas.
Voces de las que apenas se hablará en el debate sobre el estado de la nación o de la corrupción que se celebrará, a partir de hoy, en el Congreso.