Europa no puede sacrificar a Grecia
El país, ya desestabilizado social, financiera y políticamente, se encuentra sobrepasado por los más de 100.000 inmigrantes que acoge. Se está debilitando de manera crítica una economía frágil que quizás no sea capaz de sobrevivir a otro shock por las cancelaciones en masa de turistas que se echan atrás.
Aunque el intento de la Unión Europea de pagar a Grecia durante este año 300 millones de euros para la asistencia de emergencia a los refugiados parezca razonable, es difícil de vitorear. Particularmente en el marco previsto actualmente en favor del control centralizado por parte de Bruselas de todas las solicitudes de asilo, la medida paliativa propuesta a corto plazo es un gesto casi irrelevante.
El país, ya desestabilizado social, financiera y políticamente, se encuentra sobrepasado por los más de 100.000 inmigrantes que acoge. Se está debilitando de manera crítica una economía frágil que probablemente no sea capaz de sobrevivir a otro shock a causa de las cancelaciones en masa por parte de los turistas que esta crisis humanitaria provoca cada vez más. Los refugiados están atrapados aquí porque se les sigue impidiendo mediante soldados, perros y gas lacrimógeno que crucen la frontera atrincherada de la antigua República Yugoslava de Macedonia para seguir viajando a otros lugares de Europa. El silencio cómplice de la UE anima a este pequeño Estado a permanecer así, a pesar del espectáculo desgarrador que supone.
Sacrificar a Grecia no salvará a Europa, no evitará que tenga que enfrentarse cara a cara con realidades incómodas, complejas y peligrosas. La cuestión fundamental no consiste simplemente en centralizar el procesado de solicitudes de asilo, generado por un sistema con muchos fallos de base. Se necesitan menos pensamientos profundos y poco profesionales. Tampoco sirve de nada acusar a los demás, principalmente a Rusia en este punto, de proveer de armas al éxodo musulmán. Bruselas podría revisar mejor su propio compromiso original con una Europa "de puertas abiertas" que forma parte de la esencia del aprieto en el que se encuentra actualmente la Unión Europea.
Hace poco se ha plasmado este ideal de una Europa de "puertas abiertas" en un extraño acuerdo -todavía provisional- para dar unos 3000 millones de euros para asistir a Turquía tras unas charlas secretas entre la canciller de Alemania y el presidente turco. Si el resto de líderes europeos aprueban este acuerdo, incluido el Parlamento Europeo, corren el riesgo de abrir un nuevo camino para que los inmigrantes musulmanes vengan a Europa. También se le ha prometido a Turquía, aparentemente después de no exigir condiciones relacionadas con el cumplimiento, el viaje sin necesidad de visado a Europa para sus casi 80 millones de ciudadanos. Todo esto a cambio de intentar que los inmigrantes sirios no pasen por sus territorios para llegar al continente europeo.
Nunca ha habido un mandato popular para el liderazgo de la UE que se imaginara que el continente europeo también podía servir como hábitat natural para el millón (y subiendo) de refugiados que huyen de Siria. O que el hecho de recibir una llegada en masa así es coherente con los intereses de Europa, especialmente en los momentos difíciles que vivimos hoy en día. Cuando el islamismo (radical), activo libremente en su seno, está preparado para aprovecharse de la oportunidad de expandir todavía más su influencia. Especialmente después del reciente descubrimiento de un tesoro oculto que contenía nombres y datos personales de unos 22.000 miembros del ISIS entregados a la causa de luchar contra Occidente en general y contra Europa en particular.
Por lo tanto, lo más sensato es considerar como prioridad invitar individualmente a todos los Estados miembros de la Unión a celebrar un referéndum para determinar de manera democrática si se permitirá entrar libremente en Europa a los inmigrantes que huyen de la guerra de Siria -perturbando la estabilidad social, económica y política de Europa- o si tendrán que permanecer en sus respectivos territorios soberanos. Una iniciativa clave debería contener en primer lugar, para al final acabar eliminando, una crisis que hasta ahora se alimenta temerariamente de sí misma.
Ningún Estado miembro de la Unión se inclinaría por producir un voto popular favoreciendo estas intrusiones masivas. Y, teniendo en cuenta que puede haber excepciones, se aplicarán sin duda términos y condiciones muy severos. De lo contrario, la Unión Europea emergería legítimamente con más poder para enfrentarse a lo que quizá haya resultado ser la estrategia del caballo de Troya más grande de la historia. La Comisión Europea podría empezar a coordinar la repatriación de los refugiados varados. La esperanza que albergan las víctimas civiles de la guerra es que la paz vuelva a su patria. De lo contrario, seguirán arriesgándose y buscando un futuro incierto como refugiados no deseados en Europa.
De hecho, la UE puede asegurar sus fronteras. Dependiendo categóricamente -para ventaja de todos los implicados- del compromiso total de la tecnología vanguardista y la supremacía estratégica de la OTAN, que es capaz de interceptar inmediatamente cualquier movimiento sospechoso con origen en el Mediterráneo o en cualquier parte utilizando, por ejemplo, vigilancia aérea no tripulada de manera sistemática. Lo que contrastaría con la movilización actualmente restringida de la Alianza y las tácticas incoherentes que solo sirven para agravar más el problema.
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Nicos E. Devletoglou, profesor emérito de Economía de la Universidad de Atenas, es autor de los libros 'Academia in Anarchy: An Economic Diagnosis' (Basic Books), que escribió conjuntamente con el Premio Nobel de Economía James Buchanan; y 'Consumer Behaviour: An Experiment in Analytical Economics' (Harper and Row).
Este post fue publicado originalmente en 'The World Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.