Carta abierta al hombre que gritó a mi hijo en el cine
Siento que mi hijo Vito se ría de una manera diferente, pero tiene un cáncer cerebral que ha modificado su capacidad de comunicación. No le deseo a nadie algo como lo que hemos tenido que pasar. Ni siquiera a usted. Porque es algo horrible y ningún niño debería sufrir de la forma en que he visto sufrir a mi hijo. Y ningún niño se merece tampoco esas palabras que usted le dedicó.
Al hombre del cine:
Son las tres de la mañana en Waconia, Minnesota (Estados Unidos). En alguna parte de esta ciudad hay dos hombres durmiendo tranquilamente mientras que a mí las lágrimas no me dejan conciliar el sueño. Nunca me recordaréis, pero yo me acordaré de ustedes más de lo que debería.
Fue usted el que gritó: "¡Saca a ese niño de aquí!".
En la oscuridad, como un cobarde.
Me gustaría enseñaros a este niño. Se llama Vito. Es un niño maravilloso y precioso. Está luchando contra el cáncer. Sí, es diferente. No habla. Utiliza ciertos sonidos para expresar emoción o frustración. Expresa el entusiasmo por medio de gruñidos, chillidos y risas. Le estaba gustando muchísimo la película, así que se la pasó entera chillando. Le ha costado mucho llegar a expresarse así. Antes de tener cáncer, Vito hablaba y balbuceaba como cualquier otro niño de 11 meses. De hecho, empezó a hablar antes que sus hermanos. Pero el cáncer se lo arrebató. Le hizo enmudecer durante semanas. Cada sonido que emite Vito es fruto de una terapia con la que llevamos trabajando 9 meses.
Oh Vito. You are so loved.
Se puso a llorar porque no podía beber del refresco de su hermano. Le sacamos de la sala inmediatamente. Cuando dejó de llorar, volvimos a entrar a la sala, donde se estuvo riendo con la película. Supongo que demasiado. Habría sido diferente si hubiéramos dejado llorar a Vito dentro de la sala, pero no lo hicimos. Usted nos gritó que nos fuéramos porque Vito se estaba riendo. Como los demás niños del cine, pero a su manera.
Siento haberle molestado.
En realidad no. Me da igual.
Si dijera que lo siento estaría reconociendo que mi hijo ha hecho algo mal. Pero no ha hecho nada mal. Simplemente se expresa de una forma diferente. Mi hijo tiene derecho a estar ahí. Ha tenido que luchar mucho para vivir. No es diferente de mi otro hijo de dos años que se dedicaba a dar botes en la butaca.
Supongo que eso sí está permitido porque es algo más normal.
Cuando me gritó que me fuera con mi hijo, me puso usted en una situación difícil. Verá, también tengo un hijo de 9 años. Me puso en un aprieto.
¿Qué ejemplo iba a darle a mi hijo de 9 años? Si le ignoraba, estaría enseñándole a mi hijo que permito que la gente trate a su hermano así. Así que, cuando la película acabó, me puse de pie, con el corazón a mil por hora. Como no sabía quién nos había gritado, porque decidió usted hacerlo escondido en la oscuridad como los cobardes, me levanté y dije:
"Al que me haya dicho que saque a mi hijo del cine: siento que mi hijo Vito sea un poco diferente, pero tiene un cáncer cerebral que ha modificado su capacidad de comunicación".
No se dignó a decir nada. Se hizo el silencio. Es increíble que pueda haber tanto silencio en una sala de cine, incluso aunque siguieran apareciendo los créditos en pantalla. Todo el mundo se apresuró a irse, sin mirarnos, evitando establecer contacto visual con nosotros. Aparentemente, estábamos marcados.
Es usted un cobarde, señor. Debería haberse acercado a mí, a conocer a mi maravilloso hijo. En vez de eso, decidió marcharse corriendo. Entonces, otro hombre me dijo: "Bueno, a lo mejor no deberías traerlo a un sitio así".
Estábamos viendo una película de Disney. Una película Disney. Es normal que haya niños. Los niños hacen ruido. Yo lo entiendo, he ido al cine a ver películas y me he topado con niños ruidosos. Pero es bastante normal que haya niños un sábado por la tarde viendo una película Disney en el cine. La sala estaba llena de niños.
Enseñamos a nuestros hijos que no se acepta a los que son diferentes.
Enseñamos a nuestros hijos que, cuando alguien no nos gusta, le humillamos hasta que se vaya con la cabeza agachada y avergonzado.
Enseñamos a nuestros hijos que las discapacidades son algo de lo que avergonzarse.
Enseñamos a nuestros hijos que se puede menospreciar a los demás haciéndoles sentir inferiores.
Enseñamos a nuestros hijos a esconderse para que nadie vea que son diferentes.
Enseñamos a nuestros hijos a discriminar.
Enseñamos a esos niños que pueden burlarse de mi hijo en el patio del colegio igual que nosotros nos burlamos de él en el cine.
Vito, con tan solo 20 meses, está luchando contra un cáncer cerebral. Ha logrado cosas increíbles que le han costado muchísimo. Se le ha diagnosticado meduloblastoma; ha tenido que someterse a cirugía cerebral. Vito ha recibido quimioterapia. Necesita utilizar una sonda para alimentarse y sufre parálisis de la parte derecha de la laringe, debilitación del sexto nervio craneal, ataxia troncal continua, dismetría bilateral, hemiparesia izquierda, disminución de la capacidad de habla y pérdida bilateral del oído.
Cuando nos enteramos de las discapacidades de Vito, se me encogió el corazón. No por él, porque sé que es fuerte. Sino por la gente como usted. Usted es todo lo que asusta a los padres de niños con necesidades especiales. Usted es la representación de lo horrible y lo odioso del mundo. Es usted peor que el cáncer en sí mismo. El cáncer no tiene elección, ser maligno está en su naturaleza. Usted ha elegido discriminar. Usted ha elegido ser maligno.
Al hombre que me paró para decirme que se alegraba por Vito: gracias.
Espero que lea usted esto y se dé cuenta de que no todo el mundo es como usted. Hay mucha gente diferente en el mundo. Cada uno con su propia batalla. Y todos son increíbles por superarlas. Todos tienen derecho a ir al cine a ver una película.
No le deseo a nadie algo como lo que hemos tenido que pasar. Ni siquiera a usted. Porque es algo horrible y ningún niño debería sufrir de la forma en que he visto sufrir a mi hijo. Pero le digo una cosa: si alguna vez te ves en mi situación, y resulta que alguien a quien quieres con toda tu alma es diferente como mi hijo Vito, espero que la gente con la que te topes sea contigo mucho más amable de lo que usted ha sido con mi hijo. Ningún niño se merece esas palabras que usted le dedicó.
La madre de Vito
Sigue la historia de Vito aquí.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero