Si hemos de creer las declaraciones del Gobierno español y las del partido que le apoya, todo va bien. La economía española es un fenómeno que se estudia en las mejores universidades del mundo, y en las peores también. "Hemos salido de la crisis", nos dicen una y otra vez, y las que hagan falta hasta que cuele.
Recuerdo una actividad con niños de cuatro o cinco años, en un contexto de juego en el que ellos se transformaban en distintos personajes: animales, objetos, personas en distintas situaciones y, entre otros, pobres y ricos. Cuando eran pobres gimoteaban, daban pena; sin embargo, cuando representaban a los ricos, daban saltos de alegría.
Fue increíble ver como un evento deportivo trasformó la ciudad y la mentalidad de las personas, han pasado ya 24 años y las imágenes más icónicas del espíritu de la Barcelona olímpica persisten a día de hoy en la ciudad. Otra imagen permanecerá en la memoria de los habitantes de Río de Janeiro, pero esta vez por desgracia nada tiene que ver con el espíritu olímpico.
A Amancio Ortega no se le quiere tanto como a Bill Gates, y no es que Ortega no haya hecho su fortuna recibiendo quizás menos favores del gobierno que Gates. Pero su producto no ha cambiado el mundo y, para qué engañarnos, tampoco es tan generoso como Gates, aunque sí más de lo que muchos piensan.
Si la persistencia en la lucha contra la erradicación total de la pobreza no se complementa con medidas para reducir las desigualdades, puede terminar siendo una lucha pírrica a la postre y ahuecar seriamente la espectacularidad de la expansión económica china de las últimas décadas.
Muchas teorías económicas fallan porque se basan en falacias psicológicas. Se estudia el comportamiento del ser humano frente a la economía sin tener en cuenta que se ve condicionado por el propio sistema. Es como si se estudia la conducta de un preso y se llega a la conclusión de que le gustan los paseos cortos, obviando que solo dispone del patio de la cárcel para pasear.
Hay quienes afirman que la desigualdad extrema no es ningún problema y que forma parte del orden natural de las cosas. Para ello, se basan en unos mitos que desmontamos con datos del informe 'Iguales' que Oxfam Intermón ha sacado este jueves.
¿Por qué es tan perniciosa la desigualdad extrema? Porque crea sociedades duales, en las que unos pocos tienen mucho y una mayoría se hunde en la pobreza contra la que es mucho más difícil luchar. Porque socava los cimientos democráticos y las reglas del juego participativo. Porque incrementa la violencia y criminaliza a sectores de la población....
El alto nivel de economía sumergida y fraude fiscal, que alcanza una cifra equivalente al 24,6% del PIB, o 253.000 millones de euros, está muy relacionado con el bajo nivel de conciencia fiscal de los españoles, y éste, a su vez, con la percepción de que nuestro sistema tributario es injusto.