¿Quién no se ha arrepentido tras mandar un mensaje? ¿Quién no ha perdido algún amigo o amor por un mensaje mal entendido? O lo peor, ¿quién no ha compartido, sin quererlo, alguna confidencia, enviándola por error a otros destinatarios? Imaginen al rey Salomón y a Yahvé manteniendo una conversación por WhatsApp.