Que el cliente ha cambiado es una evidencia. Es obvio que es más escéptico, infiel, ubicuo, rebelde, refractario al marketing y, sobre todo, más poderoso. El consumidor siempre tuvo el poder de decidir. El cliente, hoy, tiene el poder: el supremo poder de decidir si vives o si mueres.
Siento defraudarles, pero aunque el proceso de primaras en el PSOE es muy importante, hay otra cuestión que creo imprescindible para dar respuesta al problema principal al que se enfrenta la socialdemocracia, el socialismo y toda la izquierda en general: los efectos de la revolución tecnológica en el modelo productivo, cada día más visibles en la sociedad. Y no se está hablando nada de eso.
Pese a que las fronteras se están diluyendo frente a la globalización e internet, la idea de la aldea global todavía no es una realidad. A pesar de la revolución de las comunicaciones, aún a menudo nos encontramos -incluso dentro de una misma organización- a kilómetros de distancia los unos de los otros.
¿El profesor está preparado para aplicar las herramientas tecnológicas? Quien formula la pregunta no está preparado para hacerlo. ¿Será una universidad? ¿Una escuela, un grupo de escuelas? ¿Un periodista, un gurú educativo, un editor? Son esas preguntas que tienen presupuestos y que -además- tienen supuestos elementales y falsos.