¿Estamos preparados?
¿El profesor está preparado para aplicar las herramientas tecnológicas? Quien formula la pregunta no está preparado para hacerlo. ¿Será una universidad? ¿Una escuela, un grupo de escuelas? ¿Un periodista, un gurú educativo, un editor? Son esas preguntas que tienen presupuestos y que -además- tienen supuestos elementales y falsos.
¿El profesor está preparado para aplicar las herramientas tecnológicas? Creo que esta pregunta, como tantas otras, pertenece al universo de las falsas preguntas; o si no falsas, de las preguntas inútiles o innecesarias. ¿Me habría divorciado si en aquel momento hubiera ganado la lotería? Otra falsa pregunta. No sé, pero no importa.
El divorcio es bastante más complejo de lo que el resto de la pregunta lo hacer parecer. No depende de una causa tan externa, dérmica, ramplona, material y zonza como la pregunta nos hace suponer. La lotería y el divorcio no se relacionan. Eventualmente, se cruzan en algún instante, pero no se determinan estructuralmente. El problema del divorcio (como el de la educación digital) es de otra índole.
Lo mismo en la primera pregunta: la noción de "preparación" del profesor está simplificada y distorsionada en el curso de la pregunta misma. Presupone que esa preparación es técnica y con eso hace zonza a la pregunta e idiota al profesor. La preparación técnica y el aula digital no se relacionan. Ésta no depende de aquélla. Eventualmente, se cruzan en algún instante, pero no se determinan estructuralmente.
¿El profesor está configurado para desarrollar su trabajo en un ambiente digital?; ¿está constituido para hacerlo? ¿Su marco de referencias..., su sistema de creencias..., su paradigma cultural..., sus condiciones de posibilidad subjetivas están listas para desarrollar su trabajo de otra manera? Esta es la pregunta que me interesa.
Y mi respuesta es que no. Como tampoco lo está la institución escolar. Ni lo están las editoriales educativas. Ni las academias de ciencias, ni las reales academias de lenguas, ni las universidades. Ni el sentido común social al que solemos llamar opinión pública. La educación digital tiene este tipo de limitantes. No las técnicas; ni las financieras. Se detiene en barreras transparentes y pétreas.
Allí donde la tecnología hizo cultura, creó ambiente, entró y contaminó el aire que se respira, el paradigma educativo vigente entra en crisis, se retuerce y no sabe cómo seguir. Por eso, en las escuelas la Tecnología hay de todo menos atmósfera. Por eso la encerramos en los laboratorios, la estresamos con filtros, la acotamos en redes cerradas, la reducimos a jueguitos bobos, a videos y PPTs. Por eso insistimos en ese concepto tan falso -como las preguntas iniciales- de "libro digital", como si no fuera una contradicción o una negación en los términos. Porque si es libro, no es digital, y si es digital, pues entonces ya no es libro.
Allí donde la tecnología hizo cultura el saber pasó de ser oracular a ser social. Allí donde la tecnología hizo cultura el aprendizaje se llama apropiación y la memoria se convierte en relacionamiento significativo. Allí donde la tecnología hizo cultura, el consumo es producción y la proposición vale mil veces más que la corrección. Allí donde la tecnología hizo cultura, el error se valora como parte del proceso esencial de innovación y producción. Allí donde la tecnología hizo cultura, el profesor habla menos y el alumno mucho más. Allí donde la tecnología hizo cultura, el profesor sabe provocar y preguntar y deja que las fuentes de saber sean otras, más diversas, encontradas muchas veces, y mejores. Allí donde la tecnología hizo cultura, la escuela se abre y se expone. Allí donde la tecnología hizo cultura, hay riesgos, porque hay vida.
...Entonces, aquello de estar preparados o no, no pasa por un curso técnico, o dos, o mil; pasa por un quiebre, una ruptura, una disrupción que es instantánea, profunda, difícil, traumática y no secuencial. El mismo lugar por donde pasaba o no pasaba la posibilidad de no divorciarnos en aquellos tiempos.
Un clic; un insigth; un crack que altera el curso y reconfigura las aguas. Una revolución. Un cambio de paradigma. Un acto sin retorno. Una redefinición vital. Un volver a empezar, que tanto me gusta.
No nos confundamos. No nos preguntemos más lo que no se pregunta y asumamos las preguntas que nos harán crecer. No nos simplifiquemos a nosotros mismos. No racionalicemos estúpidamente todo. No hagamos el ridículo, por favor.
¿El profesor está preparado para aplicar las herramientas tecnológicas? Quien formula la pregunta no está preparado para hacerlo. ¿Será una universidad? ¿Una escuela, un grupo de escuelas? ¿Un periodista, un gurú educativo, un editor? Son esas preguntas que tienen presupuestos y que -además- tienen supuestos elementales y falsos.
¿El mundo está preparado para tener un Papa? ¿Y dos? ¿La sociedad moderna está preparada para aplicar Facebook a un 10% de su población? ¿Los dedos de la condición humana está preparados para manejar un iPad?; ¿nuestros oídos lo están para hablar 3 horas diarias por teléfono?; ¿un murciélago aprendería a hablar por teléfono?; ¿mi hijo mayor estaba preparado para tener 5 hermanos?; ¿yo para tener 6 hijos y un perro?; ¿mi perro para llamarse Agatón? ¿Estamos preparados para leer el Ulyses II? ¿Estamos preparados para alimentar a millones de caracteres por segundo la Wikipedia universal y bestial?...
¡Uf! En fin. Creo que debemos empezar por otro lado, porque para esto de la educación digital me parece que no estamos preparados.