El pueblo de las democracias es muy diferente del de los nacionalismos y del de la izquierda revolucionaria. Menos heroico, más vulgar, más prosaico. Consciente de que en toda sociedad se producen tensiones potencialmente peligrosas, el sistema democrático procura desactivarlas manejándolas como si se tratara de un juego. No es casual que el país que ideó esta forma de ejercer el poder sea el mismo que popularizó los deportes, ya que entre ambos planteamientos existen significativas coincidencias. Los dos nacen como un intento de canalizar positivamente las energías de una sociedad, de airear los resentimientos y suavizar las tensiones.