Aparentemente, la Romería de Santa Marta de Ribarteme, del 29 de julio, es una fiesta de lo más normal, muy parecida a las miles que se celebran en Galicia en estas fechas en honor a sus santos patrones. Hay misa mayor, procesión y banda municipal, hay pulpo, churrasco y rosquillas, y por la noche, una buena orquesta. Sin embargo, la Romería de Santa Marta es a mi modo de ver la fiesta más extraña del mundo: en esta aldea gallega los que han recibido una gracia de la patrona, casi siempre de salud, o los que esperan recibirla, acompañan la imagen de su santa en procesión metidos en un ataúd, a hombros de familiares y amigos.