Tendemos a la rutina acomodaticia y nos acomodamos a la precariedad segura. Santificamos las fiestas con beatitud, y cumplimos las labores con discreción. De seguir así, acabaremos viviendo en una circundante Siberia mesetaria, con muchos pinos y encinas, con mucha estepa cruzada de caminos, pero sin nadie para sestear en una sombra tras haber recorrido los largos senderos esteparios.