Cinco noticias de salud del 2017 (de las que quizá no te enteraste)
Hemos estado tan ocupados en el 2017 que se nos ha olvidado (a casi todos) algo muy importante: cómo está la salud del mundo. Repasamos aquí algunas de las noticias más importantes de salud global del 2017, la mayor parte de las cuales pasaron desapercibidas:
En los últimos seis meses han cambiado los líderes de las principales instituciones que velan para mejorar la salud de la población en el mundo. El Fondo Mundial, que lucha contra el SIDA, tuberculosis, y malaria, ha roto con la tradición de perfiles de salud pública y ha optado por un banquero como su director ejecutivo. Peter Sands, bregado en la banca de inversión, tendrá cuatro billones de dólares al año para acelerar el fin de tres de las epidemias más mortíferas de nuestros tiempos. UNICEF, que se encarga de la salud infantil, de la madre y del adolescente, acaba de nombrar a Henrietta Fore como su nueva directora. Estados Unidos mantiene aquí la costumbre, y seguirá las riendas de la Organización: todos los directores ejecutivos de la UNICEF han sido siempre norteamericanos. Ha sido quizás la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) la que ha seguido un proceso más transparente y participativo para elegir su nuevo líder: el doctor Tedros Ghebreyesus, que se impuso en una tensa competición que se dirimió en la Asamblea Mundial de la Salud. El primer no-médico a cargo de la principal organización de salud del mundo, y también el primer africano. Una pequeña revolución que no está exenta de riesgos. ¿Cómo afectaran estos cambios a las prioridades y estrategias de estas organizaciones? Todavía es pronto para saberlo, aunque el cambio está asegurado. Como ejemplo, el doctor Tedros ya ha nombrado sus asesores: de los últimos ocho cargos directivos que ha elegido, siete son mujeres. Por ahora, el equipo más femenino y diverso de la historia de la OMS.
El brote de Ebola, que estuvo en las portadas mundiales y prime time durante el 2014 y parte del 2015, ya es historia en los telediarios. Sin embargo, las epidemias de enfermedades raras y olvidadas no han desparecido, simplemente han dejado de salir en las noticias. En un Yemen sumido en un conflicto interminable se está dando el peor brote de cólera de la historia: casi un millón de afectados y más de 2000 muertos debido a una enfermedad cuya cura es sencilla. Y no es el único caso. Desde agosto hay un brote de peste neumónica en Madagascar, que ya ha afectado a más de 2500 personas y matado a más de 200. Y no fue hasta febrero de este año cuando el brote de fiebre amarilla de Angola se consiguió controlar, gracias a la vacunación masiva de 30 millones de personas. Antes había afectado a casi 1000 personas en tres países. Solo en la región africana, la OMS reportó en diciembre 42 brotes epidémicos activos. Tanto la peste, como el cólera o la fiebre amarilla, son enfermedades antiguas, bien conocidas y con fácil tratamiento en cualquier país desarrollado. Sin embargo, la duración y gravedad de estos brotes, que se dan en contextos de crisis permanente, siguen mostrando que las soluciones a estas epidemias no pueden venir solo del ámbito de la salud.
Los años anteriores habían sido optimistas. Con más dinero que nunca dedicado a mejorar la salud de los más desfavorecidos en todo el globo, la esperanza de vida y otros indicadores no paraban de mejorar. Este año, sin embargo, nos hemos llevado un jarro de agua fría. La OMS publicaba a finales de noviembre su informe anual de malaria. Por primera vez en muchos años, los casos aumentaban en vez de disminuir. Cinco millones más de casos que en años precedentes, y un número de muertes también idéntico al del año anterior. Tampoco la lucha contra la enfermedad de la polio, la eterna candidata a ser erradicada, ha dado los frutos esperados. Todavía hay casos en Afganistán y Pakistán, e importantes riesgos en otras zonas en conflicto como Siria o Nigeria. Pero el estancamiento no se da solo en los países de bajos ingresos La esperanza de vida ha caído en algunos países desarrollados, como EEUU, sobre todo por una (también vieja y conocida) epidemia: la de la adicción a opiáceos.
Durante el 2017 el azúcar ha mostrado su cara más amarga. En noviembre, una de las revistas académicas más importantes en el campo de la biología publicaba que la industria del azúcar, a través de una Fundación, había manipulado datos científicos para ocultar y minimizar el impacto del azúcar en determinadas enfermedades, incluyendo hiperlipidemia y cáncer. Unos meses antes ya se había desvelado cómo la industria del azúcar había pagado a investigadores para que desviasen sus esfuerzos a estudiar los efectos de la grasa (colesterol) en vez de los del azúcar (diabetes, caries, obesidad). Pero también las autoridades sanitarias reaccionaron en el 2017, y numerosos países han aprobado o implementado legislaciones que suben impuestos a las bebidas azucaradas (Portugal, Sudáfrica, o el Reino Unido). Parece que, ahora sí, el azúcar perjudica seriamente a su salud.
En diciembre, la reciente cumbre del clima de París ocultó un evento clave que se celebraba al otro lado del mundo, en Tokio, y que va a definir las políticas de salud pública a nivel internacional en los próximos años. El Foro de Cobertura Universal de Salud puso de acuerdo a las agencias de salud global, el G7, y los principales donantes en acelerar en todo el mundo el acceso a la cobertura universal de salud: que todos tengan los servicios sanitarios que necesitan sin exponerse a dificultades financieras. El objetivo: mil millones de personas más con cobertura de salud en los próximos seis años, en todo el mundo. ¿Es un desafío imposible, o el reto de nuestra generación para mejorar la salud en el mundo? Esperamos que en las noticias del 2018 ya veamos progresos.
¡Para el 2018, mucha y mejor salud, para todos y todas!