No se puede obligar a veinticinco alumnos a leer el mismo título porque cada uno de ellos tiene gustos particulares, personales y distintos. Nos bombardean a diario con la "atención a la diversidad", pero cuando llega la hora de enganchar a nuestros escolares al hábito lector nos la pasamos por el forro, lo vestimos de obligación y, como guinda, lo hacemos pasar debajo de la escalera del examen.