Decir que no me siento español implica afirmar que no me une con los miembros de esa colectividad ningún lazo afectivo y que, por tanto, no me considero involucrado en la construcción con ellos de un proyecto común. En este sentido, yo debo reconocer que, aunque llevo más de treinta años viviendo fuera de España, ni cinco minutos de mi vida he dejado de sentirme español.