Desde la coronación de Pablo Iglesias en el teatro Nuevo Apolo, Podemos ha dejado de marcar su propio paso para seguir la senda a la que el poder político y mediático le está guiando. El discurso contra la casta no solo no ha sabido evolucionar, sino que se ha arrugado ante las acusaciones que los dos miembros más visibles del partido -Pablo Iglesias e Iñigo Errejón- han recibido en las últimas semanas.
El caso de las tarjetas marca un antes y un después en los muchos desfalcos que la antigua caja nos ha dejado; si hoy podemos censurar y exigir que se persiga a los que se lo llevaron crudo es porque Bankia -la actual, no la de los chorizos que hubo- lo ha denunciado.
Hay que esperar. Pero no conozco ningún Estado que en diez meses haya conseguido estabilizar una entidad sintémica, fundamentalmente de crédito hipotecario y a PYMES, en un país en doble recesión continuada, y con la quiebra de uno de los sectores vectores del hasta entonces crecimiento del PIB: la construcción.