Cuando escribimos estas líneas, nos quedan apenas 280 kilómetros para el final y estamos inmersos en una pequeña tormenta, con el trineo prácticamente enterrado y visibilidad nula. No vemos a dos palmos, así que no podemos movernos hasta que esto mejore y pasamos el rato jugando al ajedrez, leyendo, tomando té...
La noche después de dejar el Summit Camp, el GPS nos indicó en un momento dado del viaje que estábamos a 3.240 metros de altitud, el auténtico techo de la gran isla ártica. Estar donde tan pocos seres humanos han puesto los pies antes que nosotros provoca ese cosquilleo especial que ha impulsado desde siempre a nuestra especie, exploradora por naturaleza.
Cuando leáis nuestro post, seguramente estaremos ya en la Cumbre de Groenlandia, hasta donde nos habrá traído el Trineo de Viento. Ahora mismo estamos a 3.150 metros de altitud, a pocos kilómetros de la base científica norteamericana Summit Camp. Nada hay en cientos de kilómetros alrededor, más que hielo y nieve. Y viento, ese combustible que nos ha permitido llegar hasta aquí.
Cuando leáis este post, estaremos navegando por la inmensa soledad del hielo del Ártico. Impulsados por el viento durante veinte de las veinticuatro horas del día. El jueves por la tarde, un helicóptero nos dejó a 1.400 metros de altitud. A los seis y a nuestro Trineo de Viento. Insignificantes pulgas en la inmaculada blancura que nos rodea.
El lunes aterrizamos en Kangerlussuaq, al oeste de la isla ártica. Pese saber que este año el deshielo se ha adelantado, no estábamos preparados para lo que nos esperaba en esta localidad, la más cercana a nuestro punto de partida. El calor es casi agobiante. De hecho, de día estamos en en manga corta, y sudando en cuanto nos ponemos a preparar el Trineo. Es la peor noticia posible.
Es fundamental proteger el Ártico de la codicia de unos pocos gobiernos, compañías petroleras y pesqueras que pretenden aprovecharse de una forma indecente de los efectos que el cambio climático esta produciendo en sus heladas aguas.
El sábado 13 de julio, un grupo de 15 personas llegaron a Groenlandia, al sur del círculo polar ártico, para mostrarnos la belleza de estas tierras y la forma de vida de los Inuits y cómo por los efectos del cambio climático, sus formas de vida se están viendo amenazadas.