Trump da la impresión de alguien que se siente cómoda mientras la observan, pero no tanto cuando la escuchan. Leyó lo mejor que pudo, pero su discurso y su voz hicieron que sonase poco dinámica, indiferente a las palabras que pronunciaba y muy consciente de su aspecto. Michelle Obama, por el contrario, proyectó la imagen de alguien con un claro objetivo: comunicar.