Cuando mi hijo tenía 5 meses, una neuróloga vaticinó que jamás andaría ni hablaría por el raro síndrome que le acababan de diagnosticar. Lo peor de su pronóstico-profecía fue que, en ningún caso, llegaría a los cinco años. Antón está a punto de cumplir 11 maravillosos años. Anda, con su peculiar estilo C-3PO. Habla, con un dominio del lenguaje y un ingenio superior al de la mayoría.