Cambiar al seleccionador al frente de la selección para que ejecute y siga el mismo modus operandi que era habitual y que se ha denunciado es, como poco, torpe y como mucho, grave. Es torpe porque se les ven las costuras de una forma de proceder que infravalora la demanda de las jugadoras. Es grave porque instrumentaliza a una mujer que accede a ello por los motivos que sean. No, el feminismo no se va a desactivar por poner a una mujer que sigue en una línea continuista y errática. La enésima falta de respeto a las jugadoras ya pertenece a una España, antigua, que ya no nos representa.