Revolución en el sistema sanitario USA
"Roberto Kennedy Jr. comenzó a cuestionar el uso de vacunas y durante la pandemia de COVID-19 se convirtió en un activista negacionista de muchas de las decisiones epidemiológicas que se adoptaron".
Trump ha anunciado ya que Robert Kennedy Jr., sobrino del presidente demócrata asesinado, dirigirá el Departamento de Salud y Servicios Humanos. Kennedy es abogado ambientalista y exadicto a la heroína; en 2005 comenzó a cuestionar el uso de vacunas y durante la pandemia de COVID-19 se convirtió en un activista negacionista de muchas de las decisiones epidemiológicas que se adoptaron. Como es conocido, este personaje de ilustre apellido e ideas confusas aspiró a la candidatura presidencial del Partido Republicano pero, al comprobar su escasísimo apoyo, decidió respaldar incondicionalmente a Trump. Ahora recibirá su premio.
La situación de la sanidad USA, y consiguientemente la de todo el mundo que la tiene como ineludible referencia, queda, pues, en situación delicada, ya que los científicos y expertos temen que el nuevo ejecutivo se desmarque de los grandes principios científicos contrastados en un ámbito, el de salud, en que se mueven numerosos advenedizos, desde curanderos a homeópatas, pasando por pícaros y brujos de todas las especies.
La crisis provocada por la COVID-19 en 2020 llevó a Kennedy a impulsar la campaña “Make America Healthy Again” (Hacer que EEUU vuelva a ser saludable), a la que acudieron republicanos y demócratas que desconfiaban de la medicina convencional y que no encontraron una vía adecuada de protección mediante el sistema de vacunas y las medidas adoptadas por las autoridades sanitarias para combatir la pandemia. Aquella campaña hizo de Kennedy un personaje popular, y todavía mantiene el apoyo social que consiguió en la pandemia, gracias en buena parte a los errores cometidos por las administraciones del sistema sanitario.
La peculiaridad del régimen de vida norteamericano generó efectivamente un gran enfado social cuando, sin una argumentación suficiente, se decretaron drásticos aislamientos de la población en sus domicilios; el uso sistemático de mascarillas; la obligación de vacunarse para asistir a la clase, viajar o acudir a lugares públicos, abordar un avión o comer en un restaurante. La dureza e inflexibilidad de aquellas medidas obligatorias, que no diferenciaron suficientemente lo que era recomendable en grandes concentraciones humanas como Nueva York de lo que convenía hacer en la América rural, indignaron a muchos, que culparon al sistema sanitario de no haber medido el daño que se estaba causando: alteración de la vida de las personas, ruina económica, niños desescolarizados, etc. Y todo ello terminó desacreditando al sistema público de salud. Según el Pew Research Center, en octubre de 2023, el 27% de los estadounidenses manifestaron que tenía poca o ninguna confianza en que los científicos actuaran en el mejor interés del público, frente al 13% en enero de 2019, antes de la pandemia. Mientras tanto, “Children’s Health Defense” (defensa de la salud infantil), una organización de asesoramiento sin fines de lucro fundada por Kennedy, recibió un gran impulso durante el confinamiento, llegando a ingresar 46 millones de dólares entre 2020 y 2022, casi diez veces más que en los tres años anteriores a la pandemia.
La posición de Kennedy es compleja y contradictoria: dice oponerse a los colorantes y aditivos alimentarios, al pesticida glifosfato, a ciertos aceites de semillas y a los alimentos con azúcares añadidos… Pero también, ha patrocinado artículos en que ha afirmado que las vacunas contra la CoVID-19 saboteaban el sistema inmunológico y enriquecían a los accionistas de las farmacéuticas…”. Por contra, Kennedy critica con dureza al sistema establecido por el hecho de que no se avance lo suficiente en la curación de las enfermedades crónicas, pero está siendo tolerante con los curanderos-milagro..
Ante el desconcierto sembrado por la designación de Kennedy, el mundo sanitario parece coincidir en que procede defender rigurosamente la verdad científica por el procedimiento de aceptar las propuestas que tengan fundamento y combatir las que no tengan apoyatura objetiva.
Los sistemas sanitarios de todo el mundo han conseguido conjuntamente vencer con notable éxito, pero también con numerosos fallos, la COVID-19, y es de suponer que están preparados para nuevos retos de esta misma índole. Sería deseable que la conmoción suscitada por la irrupción de este francotirador sirviera para mejorar lo mejorable, aumentar la sensibilidad del personal clínico y aproximar la realidad de la gente a una industria, la farmacéutica, que muchas veces se ha guiado tan solo por su propio interés.