constitución española

155: no era ninguna broma

155: no era ninguna broma

Hemos desempolvado tanto su vigencia que duele tener que recordar que el artículo 155 de la Constitución no contempla en ningún caso la "suspensión" de la autonomía de Cataluña. Debe ser entendido como una garantía coactiva de primacía estatal. Asegura los poderes del Estado, pero no es ninguna broma.
Defender la Constitución reformándola

Defender la Constitución reformándola

Todas las Constituciones son producto de una coyuntura, y su futuro se garantiza por su capacidad de adaptación a las necesidades sociales. Si no lo hacemos, el sistema democrático más largo y fructífero de nuestra historia saltará por los aires. Es necesario reformar la Constitución.
¿Empleo? ¡No, gracias! Yo quiero trabajo

¿Empleo? ¡No, gracias! Yo quiero trabajo

Un fantasma recorre Europa y España: el fantasma del crecimiento económico y la creación de empleo. Una nueva clase social está consolidándose entre los estratos inferiores y medios de la sociedad: el precariado. Una nueva modalidad de estafa está realizándose mediante la utilización tramposa del lenguaje: empleo ha suplantado casi por completo a trabajo con el resultado final del creciente empobrecimiento de la población.
Navegando a la mala: la Constitución Española

Navegando a la mala: la Constitución Española

El 23 de febrero de 1981 casi todos o todos los capitanes generales de las Fuerzas Armadas pensaban que solo debían obediencia al rey. Se olvidaban de que el soberano es el pueblo. ¿Para cuándo una reforma de la Constitución que solucione de una vez por todas este problema?
Por una Constitución renovada

Por una Constitución renovada

Hay quien piensa que ya tenemos suficientes dificultades como para generarnos otras nuevas. No acaban de asumir que reformar la Constitución lejos de ser una parte del problema constituye una forma de comenzar a solucionarlo. La Constitución no es un tótem, sino un acuerdo que debe y puede ser renovado y ajustado a los tiempos.
Palabras clave

Palabras clave

Mariano Rajoy, en un ejercicio de imprudencia, veinticuatro horas antes de que empezara la manifestación independentista del 11 de septiembre, osó tildarla de «algarabía». No puede decirse precisamente que acertara.