El éxito del desaprendizaje democrático, llevado a cabo con la inestimable ayuda del ombliguismo mesiánico regional, ha sido tal que millones de españoles ignoran que tienen una Constitución avanzada, tanto como la alemana, que contempla la posibilidad de construir una sociedad mejor y más justa sin profetas ni caudillos. El problema de España no es la Constitución, son los políticos deshonestos con alta capacidad de engaño.