Para cuantos participamos en ella, la reunión del sábado 1 de octubre, resonará en nuestra memoria como la más triste y penosa de cuantas hayamos vivido en el Comité Federal. La crispación y el encono pusieron de manifiesto desde el primer minuto la imposibilidad de un debate razonado sobre posiciones de fondo: en su lugar, una vociferante confrontación, que hacía inaudible ningún turno de palabra, señalaba de manera lacerante la disolución de las reglas de respeto y reconocimiento mutuo sin las que los socialistas somos irreconocibles como miembros de una historia y proyecto compartido desde hace 137 años.