Respetar la democracia o salir por la puerta
¿Todos los que forman parte del Comité Federal están dispuestos a aceptar y cumplir la resolución que resulte aprobada por la votación que realicen todos sus miembros? Si la respuesta es positiva, el peligro de la ruptura de voto en el Congreso de los Diputados desaparecerá. Si alguno o algunos, por el contrario, anunciaran que ellos no respetarán la decisión si es contraria a la que ellos defienden, la presidencia no tendrá más remedio que expulsarlos inmediatamente de la sala de reuniones.
Poco a poco, los socialistas van aclarando los interrogantes que atenazaban la toma de decisión respecto a su posición en el debate de investidura del candidato a presidente del gobierno si, por fin, SM el Rey puede dar cumplimiento al papel que para esa cuestión le reserva la Constitución.
Ya eliminaron al grupo de dirigentes que habían descartado facilitar la investidura del candidato del PP, partido que ganó las elecciones pero que no ganó la mayoría de los votos del hemiciclo que es donde se articulan mayorías para formar gobierno. Ese mismo grupo era el que mantenía la esperanza de poder llegar a un acuerdo con fuerzas populistas e independentistas como alternativa al gobierno de los populares. Ya no. Dicen que se estuvo negociando esa eventualidad pero no pudieron, no supieron o no quisieron plantear esa opción en el seno de quien está facultado para autorizarlo: el Comité Federal de los socialistas.
La salida de ese grupo de dirigentes del PSOE fue cubierta por una Comisión Gestora que ha descartado totalmente la posibilidad formar gobierno con otros, entre otras razones porque los otros tienen candidatos y el PSOE anda descabezado tras la dimisión de su anterior Secretario General. Solo le queda la opción de mantener lo que ya acordó el Comité Federal de diciembre de 2015, que era un sinsentido -no al PP, no a terceras elecciones y no a un gobierno con terceros- o volver a reunir a ese Comité, que es el único facultado para decidir este tipo de cuestiones, para renegar de dos y quedarse con uno de los tres noes (también podía seguir manteniendo las tres negativas y que salga el sol por Antequera).
Ya se sabe que la Gestora ha hecho un gesto y reunirá al máximo órgano entre Congresos antes de que el Jefe del Estado cite a los partidos con representación parlamentaria. El orden del día de la cita socialista incluye el debate y votación sobre la posición del Grupo Parlamentario Socialista en el debate de investidura si, acaso, llegara a producirse. A ese Comité Federal, como ya se va conociendo, acude la Comisión Ejecutiva Federal en pleno, los exsecretarios generales por su condición de miembros natos, los militantes que fueron elegidos en el último Congreso Federal para ser miembros de ese Comité, los Secretarios Regionales de cada federación, representantes de Juventudes Socialistas, representantes de las Federaciones del exterior y los militantes de cada región o nacionalidad elegidos en función del número de afiliados por sus respectivos Congresos Regionales. También acuden con voz, pero si voto, los presidentes autonómicos socialistas. En total, unos trescientos.
Hasta ahora, los miembros de la Mesa que dirigen los debates comienzan sus intervenciones anunciando el orden del día que se va a debatir, situando la reunión en el contexto político, social y económico en el que se va a celebrar ese Comité y pidiendo orden, respeto, lealtad y compañerismo para la buena marcha del trabajo que van a iniciar. Pero en esta ocasión, a la vista de algunos pronunciamientos referentes al sentido del voto sobre la investidura a presidente del gobierno, la presidencia de ese Comité tendrá que introducir algo más en su salutación inicial, para que cuando dé por iniciada la reunión, todos sepan con qué cartas juegan, a qué juego juegan y si todo el mundo conoce las reglas de ese juego.
Porque, la democracia es un juego, con sus reglas constitutivas y estratégicas. Las estratégicas pueden cambiarse cuantas veces se quiera y, seguramente, habrá miembros del Comité Federal que discreparán estratégicamente de las posiciones de otros. Así es, así ha sido y así tiene que seguir siendo. Cuando en 1979, después de las elecciones generales de ese año, el PSOE comprobó que la estrategia por la que se conducía no podía basarse solo en conseguir ser el primer partido de la izquierda, cambió de estrategia para aspirar a constituirse en partido de gobierno. Su objetivo lo basó en responder a la nueva sociedad española que se identificaba con los valores de la socialdemocracia europea. Ese cambio significó el entronque con las preferencias de los ciudadanos y con el servicio a la España que querían construir.
¿Y qué tendrá que decir la presidencia del Comité antes de que comience el debate? Tendrá que recordar que la democracia tiene la obligación de mantener sus reglas constitutivas para que todos sepan que a eso que juegan se le llama y se le reconoce como democracia, es decir, como el sistema en el que se respetan todos los pronunciamientos y posiciones, y que ante la discrepancia, las reglas indican que las mismas se resuelven votando. Quienes quieran participar en ese juego deben saber que pueden votar de la manera que deseen siempre que declaren que aceptarán el resultado final del escrutinio.
En estos días se han oído algunas voces socialistas que decían que ellos no acatarían la resolución que saliera del Comité Federal. Si los que las emiten tienen asiento en ese órgano, no tendrán más remedio que responder a la siguiente pregunta: ¿Todos los que forman parte de este comité, están dispuestos a aceptar y cumplir la resolución que resulte aprobada por la votación que realicen todos sus miembros? Si la respuesta es positiva, el peligro de la ruptura de voto en el Congreso de los Diputados desaparecerá. Si alguno o algunos, por el contrario, anunciaran que ellos no respetarán la decisión si es contraria a la que ellos defienden, la presidencia no tendrá más remedio que expulsarlos inmediatamente de la sala de reuniones. No se puede votar cuando no se está dispuesto a acatar y cumplir lo decidido democráticamente. Esa es una regla constitutiva de la democracia y ningún demócrata puede saltársela. O aceptar el juego democrático o ser expulsados del foro.