Pablo Iglesias lloró en el Comité Federal
Para cuantos participamos en ella, la reunión del sábado 1 de octubre, resonará en nuestra memoria como la más triste y penosa de cuantas hayamos vivido en el Comité Federal. La crispación y el encono pusieron de manifiesto desde el primer minuto la imposibilidad de un debate razonado sobre posiciones de fondo: en su lugar, una vociferante confrontación, que hacía inaudible ningún turno de palabra, señalaba de manera lacerante la disolución de las reglas de respeto y reconocimiento mutuo sin las que los socialistas somos irreconocibles como miembros de una historia y proyecto compartido desde hace 137 años.
Para cuantos participamos en ella, la reunión del sábado 1 de octubre, resonará en nuestra memoria como la más triste y penosa de cuantas hayamos vivido en el Comité Federal. La crispación y el encono pusieron de manifiesto desde el primer minuto la imposibilidad de un debate razonado sobre posiciones de fondo: en su lugar, una vociferante confrontación, que hacía inaudible ningún turno de palabra, señalaba de manera lacerante la disolución de las reglas de respeto y reconocimiento mutuo sin las que los socialistas somos irreconocibles como miembros de una historia y proyecto compartido desde hace 137 años.
Alerta roja. Antes de que sea tarde, es urgente revertir este alarmante deterioro cualitativo del clima de convivencia dentro del PSOE. Nos ha hecho inmenso daño la incrustación de simplismos, cuando no falsos dilemas, en la formulación de los debates a afrontar en el interior del Partido, como el que pretendidamente divide a malos socialistas que quieren indultar a Rajoy frente a quienes prefieren un Gobierno del PSOE. Resolver una ecuación exige plantearla correctamente, sin concesión demagógica a la tentación populista de estigmatizar al que opine lo que no se quiere oír. No caben entre socialistas ni el escrache, ni el insulto, ni la estigmatización sectaria, no ya contra compañeros cuya hoja de servicio nos honre colectivamente, sino contra nadie, y punto. Llamar a gritos "¡fascista!", "¡golpista!", "¡cómplice del PP!" o "¡traidor!" a tantos compañeros que se han esforzado una vida por contribuir de buena fe a fortalecer el relato y el legado del PSOE no sólo es en sí inaceptable, sino que es incompatible con nuestra razón de ser y con nuestra identidad.
Es embrutecedor propalar que haya "socialistas de derechas" que prefieran un Gobierno de Rajoy a otro alternativo del PSOE. Para que gobierne el PSOE nunca hubo fórmula mejor que derrotar al PP. Y nada deseamos más que un PSOE en disposición de ganar con claridad en las urnas a este PP encausado por su corrupción sistémica, habituado al abuso de las instituciones y rechazado intensamente por una mayoría de españoles que en cada encuesta declara que nunca le votaría.
Pero el debate racional sobre la viabilidad, aritmética y política de una mayoría de izquierda y una agenda progresista a partir de los escaños descritos el 20D de 2015 y el 26J de 2016 no puede sostenerse a gritos, ni con ignorancia o desprecio de las condiciones reales y de las consecuencias de las opciones barajables. Ni descalificando como "traidor" o como "golpista" a quien argumente en voz alta, porque hacerlo con coraje y respeto fraternal es nuestro valor más preciado y revolucionario desde Pablo Iglesias Posse. Esa es nuestra identidad, esa es nuestra cultura, esa es nuestra educación, y quien falta contra ella, está negando al PSOE.
Siempre he propugnado el 'no', rotundo y sin ambigüedad, a la investidura a Rajoy. Ni el hoy presidente en funciones ni este PP han dado hasta ahora el menor signo ni indicio de voluntad de corregir sus abusos, atropellos e historial hoy documentado de encubrimiento de casos de corrupción pandémica, enriquecimiento ilícito y financiación ilegal. Pero no es socialista ni tiene que ver con el PSOE injuriar ni intimidar con un bombardeo masivo de vejaciones y memes en las redes sociales a quien se atreva a argüir otra cosa, en interés de los españoles hartos de la externalización de las responsabilidades y hasta del propio Partido.
No es cierto que, al discrepar de que la mejor solución y respuesta a los profundos e innegables desafíos que acucian aquí y ahora a un PSOE en frentes varios y complejos como no habíamos conocido desde la democracia -en medio de las declinantes cotas de apoyo electorales de la socialdemocracia a todo lo ancho de la UE- estribe en la convocatoria de primarias en 20 días y un Congreso Federal en apenas un mes, se esté "negando la voz a la militancia". Ni por supuesto tampoco que "se niegue la democracia": todos los socialistas hemos asumido en todo que no hay liderazgo en el PSOE que no descanse sobre el voto directo de los militantes.
Pero el debate de argumentos debe asentar las condiciones que hagan posible un mensaje y contenidos creíbles respecto al futuro del proyecto, del modelo de partido y de organización, de nuestra conexión con los sectores dinámicos cuya simpatía y respaldo hemos perdido y de aquéllos de los que nos hemos distanciado, así como un debate de ideas y formas de comunicarlos. Lo que seguramente es algo cuya ambición y envergadura no pueda hacerse en 20 días con garantías de éxito y con el trasfondo de escenarios de confrontación con respecto a la gobernabilidad de España y desafíos a su unidad e integración territorial que urja priorizar aunque duela.
Es falso, en definitiva, que todo socialista que discrepa sea un "traidor", un "mal socialista" o "un cómplice del PP" o propugne que "hay que apoyar a Rajoy" sin más o incondicionalmente. Hay compañeros que abogan desde el minuto uno por la abstención para que arranque la legislatura y el control de oposición porque piensan que es un mal menor con argumentos racionales, y merecen ser escuchados y respetados. No es mi opinión, insisto, pero es su derecho expresarse con libertad sin temor a un linchamiento en las redes. Hago desde aquí un llamamiento a restablecer el clima de respeto y reconocimiento mutuo que hagan posible un diálogo constructivo y la contraposición racional de argumentos.
Para que nos devolvamos el PSOE que merecemos, el que nos hace falta, el que nos trajo hasta aquí y al que nos afiliamos hace más o menos años -en mi caso, 33- es primordial recuperar cuanto antes nuestra propia dignidad individual y colectiva, y compartirla en una casa y en un espacio habitable, amable y de fraternidad. La infantilizante bisectriz entre "buenos" y "malos", e "izquierdistas" y derechistas "cómplices y subalternos del PP", "traidores", "golpistas" y "fascistas" dirigidas contra otros compañeros y compañeras, amenaza con matar al PSOE que fundó nuestro Pablo Iglesias Posse, pulverizando el legado de 137 años de historia, 150.000 militantes, más de 5 millones de votantes y 47 millones de españoles que nos miran y esperan que revivamos cuanto antes.