Empecemos por imaginar la célula como una enorme fábrica. Al atravesar en nuestro viaje los muros que la rodean nos sorprende el dinamismo del interior, plagado de extrañas máquinas dedicadas a infinitas labores: metabolizar los alimentos, almacenar reservas en los temidos michelines, producir el movimiento de los espermatozoides para alcanzar el óvulo, generar las sustancias químicas que nos permiten sentir...