Viva la política

Viva la política

A Arantza Quiroga, expresidenta del PP en el País Vasco, se la ha llevado por delante el viento de la unidad a sangre y fuego en el relato de la violencia y de sus consecuencias en Euskadi. Una unidad que el PP no está dispuesto a que se resquebraje en en este estrecho margen de aquí a las elecciones generales.

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Foto: EFE

Altura de miras, eso es lo que falta en buena parte de la clase política. Altura de miras y sentido de Estado, por encima de las tristes luchas por migajas electorales. A Arantza Quiroga, expresidenta del PP en el País Vasco, se la ha llevado por delante el viento de la unidad a sangre y fuego en el relato de la violencia y de sus consecuencias en Euskadi. Una unidad que el PP no está dispuesto a que se resquebraje en en este estrecho margen de aquí a las elecciones generales.

Hay que mantener vivo el espíritu de unidad de la patria y, desde luego, el de las consecuencias que la violencia de ETA produjo en el país.

Pero hete aquí, que quien se ha movido en la foto unitaria es una cualificada representante del propio PP, una persona que se ha movido durante años rodeada de medidas de seguridad para ella y su familia por temor a los atentados etarras.

No es alguien que pueda considerarse en connivencia con tesis del tipo "se ha acabado la violencia y aquí no ha pasado nada". No, seguro que Quiroga piensa que aquí ha pasado, y mucho. Que el relato de lo ocurrido no puede quedar en manos de una de las partes, del mundo de Herri Batasuna, sino que tiene que el relato ha de ser compartido con presencia de las víctimas y de aquellos que han sufrido en primera persona la persecución constante del terrorismo.

Pero en el PP del País Vasco, sufridores directos de ese terrorismo en mayor medida que otros geográficamente más separados, son conscientes de que algo tiene que moverse. De que cerrando la puerta a cualquier iniciativa, de que con el santo y seña de "Santiago y cierra España" a cualquier atisbo de diálogo, el problema seguirá enquistado y el tumor continuará creciendo.

La lección de Cataluña, la del oídos sordos a todo lo que suponga contravenir el lema del santo patrón, está dando unos resultados nefastos para todas las partes. Cataluña está perdida para la causa española, independientemente de lo que pase allí con los conservadores de Mas y sus arrumacos a los rupturistas de la CUP.

El aquí no se mueve nadie, ordenado de cara a las elecciones generales en Génova, va dando sus frutos, pero no precisamente los deseados El ciudadano Rivera sube como la espuma y seguirá saltando de alegría, en la intimidad, al ver la inutilidad de los esfuerzos de la nueva estrategia comunicativa de bailes e inauguraciones impuesta en Moncloa.

Por eso, la valiente actitud de Quiroga, independientemente de la utilización que han hecho de ella tirios y troyanos, merece un análisis adecuado más allá de la lucha política coyuntural, más allá de la política del día a día. Se trata de que los políticos sean capaces de mirar más allá de las elecciones, más allá de su propio interés personal, con la vista puesta en la sociedad de mañana. Pero quizá eso es pedir peras al olmo en un sistema basado en el cortoplacismo.

"Teníamos que dar un paso adelante por la convivencia, porque la sociedad va por delante de los políticos en este tema, y estoy segura de que éste es el camino", dijo Quiroga al presentar su dimisión como presidenta del PP en el País Vasco y retirarse de la política.

No deja de resultar curioso que en esta pugna la perdedora sea precisamente una política que ha mostrado signos de honradez, ha vivido escondida por una red de guardaespaldas para defenderla del terrorismo y ha tratado de proponer el de la convivencia como uno de sus grandes objetivos.

En un panorama político en el que todos se aferran a su sillón público como lapas hasta que surge la oportunidad de una prebenda en una empresa privada, la dimisión por planteamientos éticos resulta demodé.

Seguro que a Rajoy y a su Cospedal no le interesan este tipo de políticos, ya tienen asegurada la ética con Ratos, Camps, Barcenas y pillos de todo pelaje. ¡Viva la política!