5 razones por las que deberías tener sexo con tu marido todas las noches
¿De verdad estamos tan ocupados fregando los platos como para no participar en una actividad tan buena que ha inspirado a genios o cambiado la historia? Dios, qué forma tan absurda de vivir. Señoras, ¿alguna vez han pensado que deberíamos tener relaciones sexuales porque LO MERECEMOS?
Me estaba haciendo la manicura la primera vez que descubrí que no todas las esposas querían darse un, ejemmm, revolcón por el heno con sus maridos. Tenía 16 y había elegido pintura de uñas naranja (dieciséis...¡quién los tuviera!). Llevaba un libro encima, pero no pasó mucho tiempo hasta que encontré otra fuente de entretenimiento. Entre limas y lacas de uñas, las dos mujeres que estaban al lado de mí comentaban las ganas que sus maridos tenían de ESO y las pocas ganas que ellas tenían.
Para una chica a la que ni siquiera habían invitado a una cita, se trataba de un mundo completamente nuevo. Tenía la ligera sospecha de que su experiencia era más realista que los artículos que leía de manera furtiva en la revista Cosmopolitan mientras estaba en la peluquería (debo poner mi mano... ¿dónde? Al mismo tiempo que hago... ¿qué?). Así que mantuve la mirada en el libro, dejé que las palabras empezaran a difuminarse, y me quedé escuchando atentamente.
"¿No se da cuenta de lo cansado que estoy al final del día? Como si después de que los niños se hayan ido a la cama tuviera fuerzas para otra cosa que no fuera sentarme y ver un poco de tele".
"En mi caso, ni siquiera es por el esfuerzo que hay que hacer. Todavía estoy perdiendo peso después de dar a luz al bebé y no me siento muy sexy. Si apenas puedo desvestirme delante del espejo, imagínate delante de él. Creo sinceramente que es egoísta por su parte esperar que me comporte de una manera que no siento."
"¿Egoísta? Esa es una buena palabra. Quizá pondría más interés en el sexo si se ocupara de los niños cuando llega a casa o hiciera la cena de vez en cuando. ¡Demonios! ¡Al menos, que compre la leche de camino a casa cuando vuelves del trabajo! No creo que sea pedir demasiado. Ahora que lo pienso, no creo que lo hayamos hecho en las últimas tres semanas.
"Nosotros, por lo menos en dos semanas".
¡Esperen! Estas mujeres estaban casadas, vivían con un tipo que dormía en su cama. ¡Podían tener sexo todo el tiempo! ¿No les apetecía? No tenía ningún sentido. Era como rechazar un postre con cero calorías pero tan delicioso como una crème brulée (o al menos, eso era lo que yo creía. En ese momento, mis conocimientos sobre una relación amorosa los sacaba de Ana de las tejas verdes y Moulin Rouge).
¡Qué pena! ¡Qué desperdicio! ¡Qué estupidez! Cuando me casara, ¡siempre querría tener sexo con mi marido! Y nunca estaría cansada. ¡Por dios! Era muy ridículo convertir un litro de leche en una prueba de lo que te importaba otra persona. ¿No era como si por ir a hacer la compra una mujer estuviera demostrando el amor que sentía por su pareja? En cuanto me pusieron la última capa de pintura en las uñas, me juré a mí misma que no sería como ellas. Mi vida sería diferente. Sería mejor. Nunca me sentiría ni demasiado vieja ni demasiado cansada.
Y luego crecí.
Hacer el amor, tener relaciones, practicar el coito, fornicar, echar un polvo, ¡SEXO! Es todo lo que una chica de 16 años imaginaba, más un poco de crema batida encima (crema batida... ¿ves lo que acabo de hacer aquí?). Y la verdad es que hubo mucha, muchísima crema, cuando Riley y yo nos casamos. Luego tuvimos un hijo y estaba tan cansada que me dolían los huesos. Y durante una época me sentí gorda. Incluso cuando perdí los kilos que había subido durante el embarazo, me sentía diferente. Como una flor que has cortado y has dejado al sol: todavía es bonita, pero está un poco... marchita. Me distancié un poco. Comenzamos a dormir sin hablarnos y sin besarnos.
Un día, mientras lavaba los platos, me di cuenta de que llevábamos ocho días sin tocarnos. Ocho días era bastante para nosotros. Pero lo que más me molestaba era que no lo había echado de menos. Y me di cuenta de que había un problema. Así que esa noche, cuando dormimos al bebé, le eché a Riley una de mis miradas más picantes.
Aquí hay cinco razones por las que deberías tener sexo con tu marido cada noche, sin necesidad de darle demasiadas vueltas:
1. Tener un hijo, una de las mayores expresiones de ser mujer, puede a menudo desposeer a una chica de su propia feminidad. Hay algo en el hecho de estar todo el día cubierta de vómitos y pendiente de cada una de las necesidades de otro ser humano que hacen sentir a uno como si estuviera asexuado. La mayoría de los días me los paso jugando con muñecos, quitándome comida de bebé de encima de la ropa. Hay algo reconstituyente en besar al chico al que quieres. Hay veces, cuando estoy en brazos de Riley, que me acuerdo de quien soy antes incluso de darme cuenta de que me había olvidado. Sí, soy una cocinera, una profesora, una persona que limpia todo tipo de cosas desagradables. Pero soy algo más, una persona encantadora, más allá de los roles que tengo. ¡Soy una mujer! Y hay potencial y profundidad y, ¡joder! beso de puta madre también. Es maravilloso estar en brazos de alguien. Y que te toque.
2. Si quieres que tu marido actúe como un hombre, tienes que tratarlo como un hombre. No estoy proponiendo un retorno a los 50 (aunque sabe dios que para mí no estaría mal vivir en una época sin pantalones vaqueros de talle bajo). Las mujeres necesitan una serie de cosas para sentirse amadas. Los hombres son más sencillos. Necesitan ser alimentados, necesitan sentirse admirados, necesitan tener sexo. Así son las cosas. Así que encarga o haz la cena de vez en cuando. Agradécele las horas que se ha pasado en el trabajo con un gran abrazo y una sonrisa cada vez que cruce la puerta cada noche. (¿Mejor?) Sonríe al mismo tiempo que le pasas a los niños y sal por la puerta para disfrutar de un largo y necesario descanso. Y ¡por favor! déjale que te vea desnuda. Es increíble lo que un buen hombre hará por una buena mujer que le ha hecho sentirse amado. Después de unas cuantas semanas de comidas y casquetes, te sentarás a pensar cómo no insististe antes en tener sexo cada noche. Se trata de hacer una pequeña inversión para tener grandes beneficios.
3. Tenéis que buscar un momento a solas todos los días. ¿Te acuerdas de aquel chico? ¿Ese que hacía que se te acelerase el corazón y te sudasen las manos? ¿El que te llamaba cuando estabas pensando que ojalá te llamara, el que te llevaba a la luna, de donde pensabas que no bajarías nunca? Pues ahí sigue. Bajo las capas de años, facturas y preocupaciones, ese chico sonriente sigue estando enamorado de ti, y todavía necesita a su chica sonriente. Todas las noches, cuando los niños se van a la cama, tienes una oportunidad de volverle a ver. Un momento para recordarte que estás viviendo una aventura de la que no puedes salir.
4. El sexo alivia el estrés. Creo que esto no necesita muchas explicaciones. Como madre, desayuno estrés. Y tengo dos opciones: a) puedo desahogarme conduciendo por la noche y arroyando los buzones de correo de desconocidos. O b) desnudarme y ponerme cachonda con el tío con el que me casé hace un tiempo. Yo elijo la b (hasta ahora los buzones de mi barrio están ilesos, así que la opción b debe estar funcionando).
5. Es tan jodidamente divertido... de verdad. ¿Por qué nos empeñamos en rechazar las cosas buenas de la vida? Sudamos sangre con los deberes de álgebra de nuestros hijos, bailamos Zumba en público y nos arrancamos el vello corporal UNO A UNO. Pero dile a una chicha que haga el amor todas las noches y te mirará como si estuvieras loca. ¿Un orgasmo? ¿Todas las noches? ¿Me tomas por una ninfómana o Super Woman?
No tiene sentido.
¿De verdad estamos tan ocupados fregando los platos como para no participar en una actividad tan buena que ha inspirado a genios (ese pícaro Shakespeare) o cambiado la historia (vale, Elena de Troya, ya lo pillamos. Estabas muy buena)? Dios, qué forma tan absurda de vivir. Señoras, ¿alguna vez han pensado (hemos pensado) que deberíamos tener relaciones sexuales porque LO MERECEMOS?
Sí, te lo mereces.
Así que esta noche, acuesta a los niños. Deja los platos en el fregadero y el suelo sin barrer. Pueden esperar. Tómate un momento para recordar que eres la chica que esperabas ser, y vete a buscar a ese chico y recuérdale que él es el hombre que sabías que llegaría a ser.
Y empieza de nuevo.