¿Quién rescatará a los rescatadores?
Estamos presenciando una especie de esperpento financiero en el mejor estilo valleinclanesco. Un estado maltrecho como el español se dedica ahora a rescatar a comunidades autónomas quebradas.
Estamos presenciando una especie de esperpento financiero en el mejor estilo valleinclanesco. Un estado maltrecho como el español se dedica ahora a rescatar a comunidades autónomas quebradas. Nuestros antaño flamantes bancos, apuntalados por las inyecciones de liquidez del Banco Central Europeo y recientemente rescatados con una línea de crédito comunitaria, se han convertido en los principales compradores de deuda pública en esas subastas de infarto que tenemos que organizar poco antes de cada vencimiento. Y para rematarlo todo, una Unión Europea esclerótica, dividida y lamentablemente indecisa se apresta a rescatar a nuestro país.
O, si lo prefieren, se trata de la crónica de un rescate anunciado. Hacen falta solamente tres claves para percatarnos de que estamos abocados a un rescate en toda regla. Acabo de apuntar que los inversores extranjeros brillan por su ausencia en las subastas de deuda pública española. La segunda señal inequívoca de que no queda otra opción salvo el rescate es que el Banco Central Europeo se niega a actuar. Pienso que el motivo estriba en que Europa prefiere intervenir a España para imponer condiciones muy duras. Una mera compra de deuda por parte de la autoridad monetaria podría permitirnos seguir cometiendo pecados fiscales que hieren las sensibilidades luteranas de algunos de nuestros socios al norte de los Pirineos. Y para rematarlo todo, el Gobierno de Rajoy se ha quedado sin munición, sin ideas, sin conejos en la chistera, y sobre todo sin capacidad de adaptarse a las circunstancias, ignorando las peticiones cada vez más generalizadas de un gran Pacto de Estado.
Me siento ambivalente ante el inminente rescate. Por un lado, creo que, llegados a este punto, es mucho mejor aceptar nuestras limitaciones, nuestra incapacidad de remontar nuestro predicamento. Los problemas a los que nos enfrentamos son complejos y profundos. Además, la coyuntura internacional no es favorable debido a la desaceleración del crecimiento y por la reticencia de los países, europeos o no, a ayudarse unos a los otros. Es cierto que nuestra reputación financiera sufrirá y nuestro prestigio como país se verá mermado. Me consuela pensar que los mercados financieros suelen tener una memoria muy corta y que torres más altas han caído, puesto que las principales potencias económicas del mundo han tenido también su Waterloo y han tenido que pedir ayuda en algún momento de su historia. Con un rescate, España saldrá eventualmente del problema; con muchos sacrificios, pero saldrá.
Por el otro lado, me temo, el rescate de España supone un gran fracaso para Europa, para esa idea de que existe una identidad continental que nos une. La Unión Europa y la Unión Económica y Monetaria vienen proyectando una imagen deprimente hacia el resto del mundo. Los europeos hemos gestionado muy mal los años de bonanza económica, período durante el cual las diferencias entre países se ahondaron. Me pregunto quién va a rescatar a Europa de sus propias limitaciones, de sus indecisiones, y de sus salidas en falso.