Los manifestantes rumanos nos envían una bonita lección de optimismo
En este país sin sindicatos, nos coordinamos de forma espontánea a través de las redes sociales y nos encontramos en las plazas fuertes de la República para protestar. Las manifestaciones están impregnadas de pacifismo y de alegría, cantamos, compartimos la cerveza o la Palinca con el vecino y, sobre todo, nos alegra ver que el pueblo lucha por su integridad.
En Rumanía, las manifestaciones recuerdan a los movimientos de los Indignados del 15-M en Madrid o de Nuit Debout en París, lejos de nuestras manifestaciones habituales organizadas y limitadas. En este país sin sindicatos, nos coordinamos de forma espontánea a través de las redes sociales y nos encontramos en las plazas fuertes de la República para protestar. Las manifestaciones están impregnadas de pacifismo y de alegría, cantamos, compartimos la cerveza o la Palinca con el vecino y, sobre todo, nos alegra ver que el pueblo lucha por su integridad.
En octubre de 2015, viví mis primeras manifestaciones rumanas. Éramos 25.000 personas en la calle tras el incendio del Colectiv, un club abierto ilegalmente por las autoridades locales corruptas, en el que 64 personas perdieron la vida. El Gobierno socialdemócrata (PSD) dimitió al cabo de seis días de protestas.
Este 31 de enero, cuando el nuevo Gobierno aprobó a las diez de la noche un decreto que despenalizaba ciertos actos de corrupción, en tres horas se plantaron 20.000 personas ante el Palacio del Gobierno. Desde entonces, centenas de miles de rumanos empezaron a reunirse cada noche, reunidos por el hashtag#Rezist, y en cinco días lograron la derogación del decreto.
Vista de la plaza Victoriei llena de manifestantes durante una protesta masiva ante la sede del Gobierno en Bucarest (Rumanía) el 5 de febrero de 2017. EFE/Dan Balanescu
Ahora se manifiestan contra el Gobierno PSD, que fue reelegido con holgura en diciembre de 2016... ¡un año después de haberlo destituido!
Es ese mismo partido el que dominó ampliamente la vida política tras la caída del dictador Ceausescu, el que banalizó la corrupción a todos los niveles del Estado y el que actualmente es el más afectado por las investigaciones de la fiscalía anticorrupción en Rumanía.
Si bien a mí me sorprendió en diciembre la reelección del PSD, mis amigos rumanos, por su parte, no se sorprendieron. Los resultados estuvieron marcados por una abstención masiva de la población urbana y de los jóvenes, desinteresados por una vida política interpretada por los mismos personajes desde hace 20 años, entre los cuales hay varios condenados por corrupción.
Las clases más rurales y las personas mayores se ven seducidas por los discursos nacionalistas de un partido euroescéptico, que desentona en un país de tradición eurófila.
Sin embargo, los últimos acontecimientos han generado una nueva ola de determinación en los hijos de la revolución: el domingo se manifestarán por la dimisión del Gobierno y por un cambio radical de su escenario político.
Para mí, es una bonita lección de optimismo: si los movimientos cívicos espontáneos basados en la voluntad de justicia e igualdad logran victorias reales allí, ¿por qué no también en nuestro país?
Para seguir el movimiento #Rezist en su día a día, esta web de un amigo servirá: tineriada.ro
Este post fue publicado originalmente en la edición francesa de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano