¿Dónde están los responsables del 'Prestige'?
La pregunta que muchos de nosotros nos hacemos no es si habrá otra marea negra, sino cuándo y dónde ocurrirá esta vez. Los responsables de la marea negra siguen extrayendo petróleo y transportándolo. Los responsables de la gestión del accidente también continúan detentando responsabilidades políticas y de Gobierno.
¿Recuerdas dónde estabas hace diez años? Da la sensación de que el tiempo no ha pasado ya que los que gestionaron la crisis del Prestige son los mismos que gobiernan ahora. Parece que gestionando otro barco también un tanto a la deriva.
Quien afirmó que del Prestige, hundido a más de 4.000 metros, solo salían pequeños "hilitos" como de plastilina es hoy presidente del Gobierno. Me pregunto si en este país alguien asumirá algún día las consecuencias de sus actos en el ejercicio de sus tareas de Gobierno. Sobre todo cuando ocasionan una de las mayores catástrofes ambientales de la historia.
Han pasado diez años y empieza el juicio tan largamente esperado. Y lo cierto es que una catástrofe similar se puede volver a producir en cualquier momento porque las elementos que la originaron siguen vigentes y poco ha cambiado desde entonces. Seguimos dependiendo del azar, de quienes se benefician del transporte marítimo de sustancias peligrosas. Los medios de lucha contra la contaminación son manifiestamente insuficientes. La Unión Europea prohibió la entrada en puertos europeos de busques monocasco con fuel pesado, pero esto no supone más del 5% del total de derivados del petróleo que entran en Europa.
En noviembre de 2002, el petrolero Prestige, un monocasco construido en 1976, con una carga declarada de 77.000 toneladas de fueloil pesado, procedente de Ventspils (Letonia) y que se dirigía a Gibraltar, se hundió frente a las costas gallegas. La marea negra ocasionada afectó a más de 2.000 km de costa, marcó un antes y un después en la percepción que la sociedad tenía sobre los impactos del petróleo en los ecosistemas, con playas, dunas, acantilados anegados por el fuel, cientos de miles de aves petroleadas, los caladeros pesqueros diezmados. Un antes y un después en la vida cotidiana, en la economía, en el estado de ánimo colectivo. Marcó un hito en la movilización social.
Un juicio no puede retrasase diez años, y una de las causas de este retraso es debido a que un procedimiento judicial de la complejidad y las características del Prestige requiere una serie de medios humanos y materiales de los que no está dotado ningún juzgado, lo que conduce al colapso de las actuaciones al verse sobrepasado por sus carencias.
Las gravísimas deficiencias de las regulaciones internacionales hacen que no se paguen las responsabilidades, entre ellas, la utilización habitual de banderas de conveniencia; el empleo de verdaderos entramados de sociedades interpuestas, la insuficiencia de las indemnizaciones que limitan la responsabilidad de los operadores, el cargador y el propietario del buque en caso de siniestro, así como de las cuantías cubiertas por los aseguradores.
Además, el Derecho penal en España limita en casos como este que las responsabilidades puedan ser depuradas. Porque que se han producido daños de gran envergadura, se han acumulado actuaciones previas de múltiples empresas y posibles fallos en mecanismos de control, se han encontrado numerosos y contradictorios informes periciales, y finalmente, han pasado largos años antes de que puedan asentarse todas las circunstancias anteriores y se pueda llegar a la fase del juicio haciendo casi imposible que las responsabilidades puedan ser depuradas.
Ni siquiera un hecho que se fundamenta en el sentido común como es el cambio en el régimen de responsabilidad, apenas ha encontrado eco en la Unión Europea o en la Organización Marítima Internacional (OMI). La demanda de un régimen de responsabilidad ilimitada para accidentes como el del Prestige continúa siendo hoy una utopía. Ni siquiera se responde jurídicamente igual en países comunitarios ante el mismo suceso: hace unas semanas Francia multó a Total por ser la beneficiaria del petróleo que transportaba el Erika cuando se partió en 1999 y vertió sus 30.000 toneladas hacia la costa francesa. Aquí ni sabemos para quién era el fueloil que llevaba el Prestige.
La industria petrolera sigue transportando hidrocarburos de forma insegura, ahorrar costes es la máxima que rige todas sus decisiones. A nadie se le escapa que el petróleo tiene un gran impacto ambiental desde su extracción inicial hasta su posterior consumo. El impacto de los combustibles fósiles no está únicamente restringido al ámbito local. Se sigue eludiendo la realidad que se impone de forma tozuda: el origen del problema tras la marea negra del Prestige viene del uso y abuso de los combustibles fósiles. Hoy sabemos que el modelo energético tiene y puede sustentarse y estructurarse en el ahorro y uso eficiente de la energía y en las energías renovables.
La pregunta que muchos de nosotros nos hacemos no es si habrá otra marea negra, sino cuándo y dónde ocurrirá esta vez. El olvido es el mejor aliado para que otra marea negra pueda volver a producirse. Los responsables de la marea negra siguen extrayendo petróleo y transportándolo. Los responsables de la gestión del accidente también continúan detentando responsabilidades políticas y de Gobierno. Por lo tanto es solo una cuestión de tiempo la posibilidad de que otro Prestige pueda vuelva a ocurrir.