¿Quién me ha robado mi Navidad?
Madrid estaba iluminado, pero podría ser Las Vegas o el año nuevo chino. En Sol, restos de carteles de la manifestación contra el maltrato ambiental; la gente comentando sus compras del Black Friday, una americanada que hemos adoptado. No olía a castañas asadas; no había luces de campanas; ya no oigo villancicos porque dicen que es mejor el karaoke oriental...
En los preámbulos de la Navidad, voy a recomendar lugares gastronómicos que están relacionados con amigos o con amigos de mis amigos, que, como dice el refrán, amigos míos son. Pero eso sí, los que ponga es porque lo que hacen es más que recomendable.
Arroz caldoso con bogavante de Bogabar.
Bogabar, antes El Bogavante de Almirante, en el barrio de Chueca. Abierto hace muchos años y conocido por su arroz con bogavante, que se sigue haciendo y que recomiendo no dejar de disfrutarlo. Ha ampliado su oferta a una serie de tapas muy atractivas por contenido y estética.
Una de las estupendas tapas incorporadas hace poco a la carta de Bogabar.
A su dueño, Alberto Moya, le conozco desde hace muchos años porque era el que diseñaba y cocinaba los platos de mis libros, que fotografió con muchísimo gusto y profesionalidad Silvio Posada. Servicio muy amable y profesional. C/ Almirante, 11 (Madrid) - Tel. 91321850
Interior de Sal de Hielo.
Sal de Hielo, en el barrio de Embajadores. Mi amiga María Ruiz, luchadora innata, cerró el emblemático Chiscón de Castelló del barrio de Salamanca, que estaba a dos pasos de la Puerta de Alcalá, y trasladó sus trastos gastronómicos a la calle Toledo, al lado de la Puerta de Toledo. Ha abierto un espacio amplio y muy agradable, totalmente nuevo pero con algún recuerdo de su querido Chiscón.
Boquerones en semisalazón con limón, una de las tapas de Sal de Hielo.
Al frente está Miguel López Castaner, cocinero de larga trayectoria que a nadie deja indiferente. Cómo es casi norma ya, además de la carta del restaurante, hay una carta de tapas que no decepcionan: ni su nombre ni su contenido. Servicio excelente. Dispone de terraza. C/ Toledo, 140 (Madrid) - Tel. 810 52 53 27 (no, no es un error, es Madrid, y el número empieza por 81).
Terraza-comedor de Pombo18.
Pombo18. En este restaurante, el espacio y la decoración son algo totalmente diferente a lo que se pueda esperar. Si de día llama la atención, por la noche es un espectáculo con un cielo casi real, y las enormes cristaleras te dejan disfrutar, en la lejanía, de un Madrid urbano iluminado. La sensación de paz y la perfecta acústica te permiten conversar sin gritar, detalle importante.
Bistec de Fornos al gusto del perro Paco.
La carta tiene una extensión perfecta (desconfío de las cartas muy largas): por un lado, platos de carnes, pescados, ensaladas y postres, con una materia prima excepcional y muy bien elaborados; y por otro lado, unos platos de cocina madrileña históricos que ha puesto en papel mi amigo Miguel Ángel Almodóvar, todos elaborados con alegría y entusiasmo por el joven José Sacristán. El servicio, profesional y muy amable. Terraza exterior e interior. Me gustó mucho. C/ Manuel Pombo Angulo, 18 (Madrid) - Tel. 917 504 822
Fachada de La Cruzada.
La Taberna de La Cruzada, en el barrio de Ópera-Palacio Real. Aunque dicen que es la taberna más antigua de Madrid (data del año 1810), la verdad es que no había estado nunca. La conocí en una comida que fue el germen de Mujeres Gastronómicas, grupo del que algún día hablaré. Al frente está Cacho Rivero, y su especialidad es el cocido.
Cocido de La Cruzada.
¿Cómo estaba el cocido? Excelente, y la sopa memorable. Servicio muy amable, y se está más que a gusto. Para acompañar este emblemático plato español, recomiendo el tinto Rioja Cuna de Reyes. El surtido de postres desaparece rápidamente. C/ Amnistía, 8 (Madrid) - Tel. 658320577
Era el día 29 de noviembre, domingo, cuando estuve en La Cruzada con mi famiia. Cuando salimos, rematamos en la terraza del Café de Oriente, y disfruté de un café irlandés mientras el sol tibio, que se iba a dormir, iluminaba la maravillosa fachada del Palacio Real.
Después, decidimos llegar andando hasta la Puerta de Alcalá. Recalamos en el mercadillo de productos de todo tipo delante del Teatro Real (está todo el mes de diciembre) y, mientras pasaba por la Iglesia de San Ginés y miraba de reojo (sólo así se podía mirar después del cocido) al fondo del callejón, a la incombustible chocolatería del mismo nombre, sentí que alguien me había robado la Navidad.
Café irlandés en la terraza de El Café de Oriente.
Madrid estaba iluminado, pero podía ser Las Vegas o el año nuevo chino. En Sol, restos de carteles de la manifestación contra el maltrato ambiental a nuestro planeta; la gente comentando sus compras por los días del Black Friday, una americanada que hemos adoptado, ¡una más! Y, eso sí, los puestos de las loteras navideñas que sobreviven a la marea humana.
No olía a castañas asadas; no había luces de campanas con lazos y bolas; en el arco central de la Puerta de Alcalá ya no está el misterio, ahora hay unos farolillos con aire oriental; ya no oigo villancicos porque parece ser que es mejor el karaoke oriental...
Que nadie se llame a engaño: ¡no es una cuestión de creencias religiosas!
Las flores de Pascua en el puesto de flores de mi amiga Carmen (Azul Lavanda) en la calle Ibiza, 70, me dicen que estamos en Navidad.
Me están quitando mis raíces y mi memoria porque alguien ha decidido que hay que globalizar y conciliar las diferentes culturas, y para eso, o con esa disculpa, me quitan la mía.
Todavía quedan días para Nochebuena, y espero (aquí salen a la luz mis señas de identidad gastronómicas y navideñas) que la lombarda con castañas, los asados, el besugo, la compota navideña y la sopa de almendras vuelvan a nuestras mesas.
De lo contrario, seguiré preguntando: "¿Quién me han robado mi Navidad?".