Mentiras de toda la vida (Para los modernos, 'fake news')
Haberlas, las ha habido siempre. Aunque no tuvieran tan pomposo nombre, en inglés, por supuesto, que suena más moderno, como si las acabáramos de inventar. Son metiras de toda la vida, aunque dicho en román paladino parezcan pecadillos veniales y no lo que son en realidad. El Diccionario de Cambridge define a las fake news como "historias falsas que parecen ser noticias, difundidas en Internet o usando otros medios, generalmente creadas para influir en las opiniones políticas o como una broma".
En nuestro diccionario, podemos encontrar muchos términos parecidos, como bulos, rumores, falsedades, y, a poco que nos esforcemos, hasta podríamos asimilarlas con injurias o calumnias.
Pero se llamen como se llamen, las fake news siempre han servido para crear estados de opinión que, indefectiblemente, y aunque debieran ser al contrario, favorecen a quienes las fabrican y difunden, sea en materia política, económica o del tipo que sea.
Segura estoy que en la Edad de piedra habría algún neandertal que, en su lenguaje de gruñidos, se esforzaba en contar a sus congéneres las bondades o maldades de un alimento, o de una cueva, para disfrutar de comida y alojamiento más fácil. Y que habría linchamientos, sólo con sembrar sospechas del vecino que te había robado la novia o te caía mal.
Andando el tiempo, los cristianos, los judíos, los supuestos herejes, o las brujas, fornicaban con el demonio, comían niños crudos y hacían todo tipo de pactos con espíritus malignos. Y a muchos les costó la hoguera. Otros muchos se dejaron vida y hacienda buscando El Dorado tras el descubrimiento de América, porque a alguien le vino bien difundir la presunta existencia del reino de la abundancia. Y qué os voy a contar de la propaganda nazi, o más recientemente, de las inexistentes armas químicas que justificaron la guerra de Irak.
Pues eso, que las fake news no son un invento de Trump, aunque en su delirio anunciara la creación de los Fake News Awards, premio que debiera llevarse él en todas las ediciones.
Lo malo es que las mentiras de toda la vida, en su versión moderna, han encontrado un formidable altavoz en las redes sociales, y en cientos de miles de descerebrados dispuestos a convertir en verdad verdadera la más burda falacia. Porque hay algunas que hasta sonrojan, que lees o miras pensando que nadie puede creerse infamia de tal categoría. Y que comparten desde profesores universitarios hasta la portera de la casa, con todos los respetos a cualquier profesión.
En los últimos días, y por ser el tema de moda, me he hartado de ver informes, supuestas informaciones y hasta más supuestos documentos "oficiales", con su escudo y su "Gobierno de España" y todo, anunciando lo que cobrarán los gitanos, los musulmanes o cualquier emigrante que se decida a visitarnos. Si son negros, más, por supuesto. Que ya sabéis que hay millones de africanos prestos a saltarnos a la yugular para sacarnos hasta la última gota de sangre (léase chupar de nuestro estado de bienestar).
Y esto ya no son fake news, ni mentiras de toda la vida, ni burdos rumores ni mentirijillas para arañar algún voto que otro. Son simple y llanamente sinvergonzonerías. Que no sé cómo se dice en inglés, ni falta que me hace.