Lanchas inflables y perforaciones: los refugiados climáticos que llegan
Muchos crímenes y distorsiones coloniales siguen provocando consecuencias todavía hoy. Ni los beneficios que los europeos trajeron a las colonias, ni nuestra modesta tasa actual de ayuda al desarrollo, pueden compensarlos. Además, el neocolonialismo continúa en el presente, a través del proteccionismo económico, de la corrupción e influencia externa sobre los gobiernos locales, y de la exportación de armas hacia algunos de los regímenes más nefastos.
A principios de septiembre, los medios de comunicación se entusiasmaron ante el descubrimiento italiano del mayor campo de gas del Mediterráneo, al mismo tiempo que se mostraban consternados por el creciente número de personas desesperadas que tratan de llegar a Europa cruzando este mar. Sobre sus aguas, lanchas inflables trágicamente abarrotadas alimentaban esperanzas de redención. Bajo sus aguas, nuevas riquezas de hidrocarburos alimentaban la esperanza de un crecimiento del PIB. Con la excepción de unos pocos, nadie está reflexionando sobre el vínculo fatal entre ambos fenómenos.
Los científicos predicen que el fenómeno actual de migración y éxodo hacia Europa pronto se quedará pequeño ante el probable flujo de decenas de millones de refugiados y migrantes ambientales . La quema de más combustibles fósiles y más bosques libera CO2 adicional, el principal de los gases que alteran el clima. Como resultado, en muchos países, y especialmente en los menos ricos, la tierra se vuelve árida, los desiertos se extienden, muere el ganado, y se agotan o degradan los recursos hídricos. Una subida del nivel del mar de incluso pocos centímetros (debido a la probable aceleración de la fusión de los casquetes polares) afecta a decenas de millones de personas, pues agrava las inundaciones y causa que el agua del mar se infiltre en los acuíferos de agua dulce.
En muchos países, millones de exagricultores se dirigen a las ciudades, creando tensiones sociales y revueltas frecuentes que son seguidas de represiones que alimentan una espiral de violencia.
Una mujer siria trabaja en los campos de la región de Hasaka, al nordeste del país, fuertemente golpeada por la sequía. AFP/Getty Images.
Siria, por ejemplo, ha sufrido su peor sequía entre 2006 y 2011. Ha muerto tanto ganado que cerca dos de sus diecisiete millones de habitantes han huido el campo. En algunas ciudades, el agua escasea y está mal distribuida, lo cual ha provocado protestas duramente reprimidas, provocando revueltas y más represiones, las cuales son una de las principales causas de la guerra civil.
Los refugiados ambientales no gozan de ningún reconocimiento jurídico, al contrario de los refugiados políticos (Convención de Ginebra de 1951). Con el fin de llenar este vacío, el 12 y 13 de octubre se han reunido representantes de setenta y cinco gobiernos en Ginebra, para un encuentro global en el que se ha presentado una Agenda de protección de los refugiados ambientales, que afronte los desafíos del desplazamiento transfronterizo en un contexto de desastres y de cambio climático. El encuentro se produce después de las consultas regionales promovidas por la Iniciativa Nansen, un organismo creado en 2012 en Ginebra por Suiza y Noruega (país natal del filántropo, diplomático y explorador polar Fridtjof Nansen).
De acuerdo con el think-tank suizo Foraus, Suiza debería seguir la Iniciativa Nansen y estimular una adaptación del derecho internacional y de sus prácticas para reconocer y proteger a los refugiados ambientales. Junto a ello, Foraus apoya que se redefina la migración como un fenómeno multicausal, originado a menudo por una combinación interactiva de factores sociales, económicos, políticos y ambientales.
El drama de los refugiados y la migración forzosa requiere tres acciones igualmente esenciales: en primer lugar, su rescate; a continuación, la educación de los europeos para comprender las causas históricas recientes y remotas de la migración forzosa; y por último, el cese de aquellas prácticas de ciudadanos, empresas y Gobiernos europeos que son una causa determinante de éxodo y migración. Si los medios de comunicación, los profesores y las instituciones crean una cultura que sea consciente de nuestras responsabilidades pasadas y presentes a la hora de arruinar las vidas de enteros pueblos, los ciudadanos podrían ser menos hostiles hacia refugiados y migrantes. Podría aumentar tanto nuestra comprensión como nuestra generosidad.
Occidente es responsable de tres grandes causas de éxodo y migración: el colonialismo, la globalización y el cambio climático.
Un refugiado sirio cocinando en Idlib, Siria, después de huir de los ataques aéreos rusos. Foto de Cem Genco/Anadolu Agency/Getty Images
El colonialismo fue el resultado de intervenciones militares. Resultados: dominación política, comercio de esclavos, saqueo de los recursos naturales, explotación de los conflictos étnicos, creación arbitraria de fronteras y estados, y desarrollo de estructuras económicas en función de las necesidades de las potencias coloniales. Solamente el Reino Unido, según el historiador Stuart Laycock, ha intervenido militarmente en todos los países del mundo, con la excepción de veintidós países. Muchos crímenes y distorsiones coloniales siguen provocando consecuencias todavía hoy. Ni los beneficios que los europeos trajeron a las colonias, ni nuestra modesta tasa actual de ayuda al desarrollo, pueden compensarlos. El neocolonialismo continúa en el presente, a través del proteccionismo económico, de la corrupción e influencia externa sobre los gobiernos locales, y de la exportación de armas hacia algunos de los regímenes más nefastos. Añádase a esto el apoyo a dictadores, los golpes de estado contra gobiernos democráticos, y las invasiones militares o ataques aéreos que desbaratan países enteros durante décadas.
La globalización -que en gran medida es americanización y europeización- produce tanto beneficios como daños. La receta es simple: un mercado único, bienes únicos idénticos en cada país, un canal informativo dominante mediante internet, diversas culturas que dependen del idioma inglés y del pensamiento económico dominante en Occidente. A través de medios de comunicación globalizados, y gastando en publicidad más de un billón de dólares anuales, los países ricos inundan a los más pobres con productos ostentosos y estilos de vida seductores, que en apariencia están al alcance de todos y se asocian siempre con la felicidad y la alegría. No es de extrañar que entre los miles de millones de desposeídos, huyan millones a la búsqueda de cuanto el consumo promete.
La degradación ambiental, y los efectos del cambio climático antropogénico, se han convertido finalmente en una causa de éxodos y migraciones, cada vez más importante y subestimada. Estos cambios afectan más gravemente a las poblaciones de los países menos ricos y menos responsables de causarlos, ya que en promedio, sus habitantes emiten de cinco a diez veces menos gases de efecto invernadero que en los países ricos. Desde un punto de vista científico, sin embargo, hay que considerar no sólo las emisiones recientes, sino también las emisiones históricas de gases de efecto invernadero, acumuladas desde la Revolución Industrial. De hecho, sus efectos climáticos se prolongan durante siglos.
Si tenemos en cuenta las emisiones históricas, el abismo entre las responsabilidades de países industrializados y economías emergentes es mucho mayor que cuando se reduce a la evaluación de las emisiones actuales. Por esta razón, algunos economistas y países abogan por la asignación de derechos y responsabilidades relativos a la emisión de gases de efecto invernadero a todo ciudadano, independientemente del lugar y del momento en el que esa persona vive, ha vivido o vivirá.
Siempre hay más científicos, tecnólogos y economistas que consideran necesario, y factible dentro de unas décadas, abandonar casi completamente los combustibles fósiles, completando la transición a las energías renovables. Según los geólogos y climatólogos, los combustibles fósiles disponibles están lejos de agotarse. Estiman que la humanidad no ha extraído más que la mitad de todas las reservas conocidas.
El límite real de los combustibles fósiles son sus consecuencias catastróficas para el clima y la sociedad en general si se queman todos los recursos disponibles. Mientras los climatólogos recomiendan dejarlos bajo tierra, nuestra ansia de carbón, petróleo y gas continúa impulsando nuevas prospecciones y extracciones. Desde esa ávida perspectiva a corto plazo, olvidamos ciegamente que las crecientes emisiones de gases de efecto invernadero traen consigo un aumento exponencial del flujo de refugiados ambientales y de migrantes.
Este post fue publicado originalmente en la edición alemana de 'El Huffington Post'