Gajes del oficio: de periodista a árbitro y tiro porque me toca
Periodista y árbitro no son muy diferentes en cuanto al trato con sus fuentes. Ambos deben estar formados para lidiar con ellas -y así poder, por ejemplo, distinguir las creíbles de las no creíbles-, escucharlas debidamente, tomar nota de lo que dicen, y acabar publicando una redacción pública sobre lo que les han transmitido.
Existe actualmente, en la formación periodística un módulo de Psicología aplicada ideado para prevenir al periodista ante las posibles personalidades que va a encontrar a lo largo de su trayectoria, el cual pretende adentrarle en el trato que requiere cada una de las fuentes personales con las que va a contactar -en entrevistas, por ejemplo-. Es fundamental que el buen periodista esté preparado para todo, pues unas cosas llevan a otras y al final se acaba lidiando con quien menos se lo espera uno. No es lo mismo entrevistar a una persona histriónica, a la que habrá que aportar seguridad, afecto y admiración de manera palmaria, que a una persona compulsiva, ante la que se deberá mantener mucho más la distancia y también se deberá mostrar afecto, pero esta vez más prudentemente, respetando más la formalidad.
Curiosamente, en los últimos tiempos también se ha popularizado la psicología del arbitraje, la cual
pretende evaluar, entre otras muchas cosas, las claves a las cuales podrá acudir el árbitro para adaptar su trato a los diferentes tipos de personalidades que encontrará en el desempeño de sus funciones. Por ejemplo, un árbitro no podrá tratar de igual manera a un entrenador que se exalte fácilmente (perfil de personalidad histriónico) que a uno que en primera instancia dé sensación de prudencia, pero que en su interior contenga una ira deseosa de ser exteriorizada (perfil de personalidad compulsivo).
En el terreno de juego, donde todos conocen su papel y pueden hasta anticipar el del contrario, el que juega un rol más parecido al del periodista, en el sentido descrito anteriormente, es el árbitro. Y me explico: el colegiado es la figura imparcial y desprevenida, el indagador, quien debe tratar con unos y otros -que juegan el papel de fuentes personales- para investigar y recolectar una serie de información -expresiones malsonantes, impresiones o comentarios, por ejemplo- que posteriormente, atendiendo a su fuero interno, deberá tomar en consideración para decidir una cosa u otra - por ejemplo, amonestar, apercibir, o expulsar- y, finalmente, suscribir el documento que dará publicidad a toda la investigación: el acta arbitral, correspondencia del artículo periodístico.
La gran diferencia entre ambas figuras, y parece obvio, es que el árbitro está sometido a un marco de protagonistas fijo propuesto por el encuentro en cuestión, mientras que el periodista, a pesar de tener también un encargo concreto, cuenta con más libertad a la hora de elegir sus fuentes informantes, pues el trabajo en cuestión, por lo general, no le obligará, al menos no con tanta rigidez como al árbitro, a tratar con unos sujetos determinados, aunque eso dependerá en gran medida del encargo periodístico de que se trate.
Aun así, periodista y árbitro no son muy diferentes en cuanto al trato con sus fuentes. Ambos deben estar formados para lidiar con ellas -y así poder, por ejemplo, distinguir las creíbles de las no creíbles-, escucharlas debidamente, tomar nota de lo que dicen, y acabar publicando una redacción pública sobre lo que les han transmitido. Esa redacción, dicho sea de paso, jamás será totalmente objetiva. Inevitablemente, siempre entrañará un componente de opinión, motivo que provocará escepticismo y críticas. Pero ya se sabe. Gajes del oficio.
Idea original del artículo publicada en: www.palabradefutbol.com
Ilustración: tres (@tuitTres)